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28 de septiembre, 2016

Zona de silencios y esperanza

Zona de promesas

Mamá sabe bien,
perdí una batalla.
Quiero regresar
sólo a besarla.
No está mal
ser mi dueño otra vez.
Ni temer que el río sangre y calme
al contarle mis plegarias.

Tarda en llegar
y al final, al final
hay recompensa.

Mamá sabe bien,
pequeña princesa.
Cuando regresé,
todo quemaba.

No está mal
sumergirme otra vez.
Ni temer que el río sangre y calme.
Sé bucear en silencio.

Tarda en llegar
y al final, al final
hay recompensa.
En la zona de promesas.

 Artista: Soda Stereo
Álbum: Zona de promesas (1993)

El 4 de septiembre se cumplen dos años de la muerte de Gustavo Cerati y desde el “emepetres” recordamos a este gran artista del rock nacional con esta canción que, si bien se escuchó centenares de veces, tiene una propuesta siempre actual.

La historia es testigo de que las todas las épocas tuvieron sus claros y sus oscuros. Cerati escribe en nuestro tiempo, no pondera el pasado. Su obra musical siempre tuvo el sello de mostrar la última tendencia. Y su tiempo, nuestro tiempo, tiene muchas oportunidades pero también está marcado por lo urgente. Las noticias terminan siendo grandes titulares y las sorpresas cada vez menos sorprendentes. Es cada día más necesario invertir en el espectáculo para que algo nos sensibilice. En esto las tecnologías también juegan un papel preponderante y, si bien nos unen y nos acercan, de alguna manera deshumanizan. Las palabras se multiplican y en un muro se escriben cosas que, de otra manera, difícilmente se digan cara a cara. Pareciera que lo importante pasa por “decir algo”, aunque sea en ciento cuarenta caracteres, dejando de lado la escucha y el silencio.

En este contexto, donde todo pasa cada día más rápido y cada vez es más difícil detenernos a digerir el sabor que la vida nos va ofreciendo, ya sea dulce o amargo, Cerati se presenta con una propuesta contracultural. Por un lado, invita a esperar. Que algo no llegue ya, cuando yo quiero o cuando creo que es el momento, no se transforma en un fracaso ni en una derrota. Y en esa idea combina otra que está íntimamente ligada. Perder “una batalla”, caer, no significa el fin de todo. Es una de las dos posibilidades que existen. Nos hiere, nos duele, hasta nos puede frenar... pero haciéndonos cargo, reconociendo los errores y esperando nuestro tiempo, tendremos una nueva oportunidad.

La espera necesita del silencio. Un silencio que nos deje bucear en nosotros mismos, que nos acalle. Ese silencio cuesta, no se logra callándonos un rato. No es censura ni autocensura. Es, por el contrario, una ayuda para sincerarnos, para que las palabras no tapen lo que realmente somos y queremos. Muchos encuentran en la oración un buen camino para lograr que ese silencio se transforme en esperanza. Otros seguramente encontraran otras maneras. Lo importante: que nuestra espera, silenciosa y atenta, nos ayude a recuperar nuestra zona de promesas.
Algo más para pensar:

• ¿Cuándo tenés un momento de silencio?
• Si no lo tenés, ¿te animás a regalarte un tiempo así?
• Hacé del silencio un ejercicio cotidiano: en el viaje a casa, antes de dormir, en compañía de otros. El silencio también tiene algo para decirnos.

 

Por Juan José Chiappetti • redaccion@boletinsalesiano.com.ar