La Palabra me dice
Con una brevedad telegráfica, Mateo nos cuenta en estos versículos lo que ocurrió desde la concepción al nacimiento de Jesús. Llama la atención que lo que resalta de este período, a diferencia de Lucas, es la difícil situación en que se encontró José. Si nos ponemos en su lugar, ¡no era para menos! Mientras María sufría en silencio, José se debatía en medio de tremendas dudas. ¡Y pensar que él pudo haber denunciado a María por adúltera! ¡Y pensar que ella no tenía manera de probar lo sucedido! Todo forma parte del misterio que se hace historia humana, historia de Amor. Los actores de cualquier obra teatral o de cine estudian concienzudamente sus diversos papeles, los ensayan una y otra vez, los ejecutan en privado y en público, hasta que los dominan totalmente. La improvisación en este ámbito es preludio de fracaso. No es así cuando Dios decide servirse de los hombres y por amor los elige. María y José son capaces de seguir las inspiraciones y la voluntad de Dios, aunque nadie les ha pasado de antemano sus "tareas". Dios irrumpe en sus vidas y las "trastorna". No obliga, seduce. Suscita el amor del hombre y entonces lo lleva por donde no hubiera soñado jamás... Cuando alguien se deja guiar por Dios, debe improvisar, y a pesar de la oscuridad de la fe, al final siempre brilla la luz. La actitud correcta es entonces el abandono en su voluntad. María y José escriben una historia de amor única e irrepetible porque ambos se fían de Dios. A nosotros nos invitan a confiar más en su gracia que en nuestras cualidades, más en sus planes que en los propios. No hay mejor intérprete que aquel que deja que Dios haga la parte que en su vida tiene asignada. Cuando nos empeñamos en caminar dejando de lado su voz y preferimos no saber lo que Él quiere, sin darnos cuenta nos quedamos sin el "apuntador", sin aquel que sabe en cada momento lo que mejor nos conviene y desea dárnoslo a conocer.
Con corazón salesiano
Don Bosco tenía un sueño de vida en su corazón, pero ¿cómo y cuándo se haría realidad? La incertidumbre fue el pan cotidiano de sus primeros pasos en la construcción histórica de ese sueño. No tenía un lugar, una casa, una seguridad para el Oratorio que debía nacer... Hasta que en el prado Filippi hace esa emotiva oración: "Dios mío, ¿por qué no me indicás el lugar donde querés que reúna a estos chicos? Dámelo a conocer, o decime qué debo hacer"...
A la Palabra, le digo
Repitamos con Pedro: "Señor, a quién iremos, sólo tú tienes palabras de vida eterna". |