La Palabra me dice
"Recorría todas las ciudades y pueblos". En todo lugar hace falta mostrar a Jesús, Su Buena Noticia, Su Reino; y sólo si es necesario con palabras; sólo si nos piden que hablemos un poco. El mundo de hoy, nuestra querida patria, necesita ver y escuchar más perdón, servicio, optimismo, bondad, canto, gratuita generosidad; necesita sentirse en un clima de comunidad, de paz y alegría. Todo esto -frutos del Espíritu Santo- está escaseando, especialmente en las ciudades, provocando inseguridad, egoísmo, angustia. ¡Cuánto hacen falta los cristianos visibles, reconocibles por la manera en que aman a todos! "La cosecha es abundante... los trabajadores son pocos". Estoy seguro que Dios no ha cesado de enviar su gracia a todos los hombres, de poner esa semilla de Reino en cada corazón. Hay tanto para regar, fertilizar, remover, cuidar, hacer crecer. Pero está todo puesto en nuestras manos, Dios no va a desdecirse de lo que nos entregó, no nos va a tratar como marionetas carentes de inteligencia y libre voluntad. Si yo quiero, puedo acudir a Él, y con Él hacer maravillas, pero Dios no va a manejarme ni invadirme (con nadie lo hace). Está esperando que le dé mi SÍ total nuevamente, a cada instante. "Tres cosas tiene el amor: que Él nos amó primero, que hay que darse por entero, y ponerse a caminar..." "...Rueguen que envíe trabajadores...". Y no sólo curas y monjas. Una gran cantidad de laicos y hasta no creyentes, que viven su día a día con pasión, responsabilidad y honestidad, entregando con alegría hasta lo poco que tienen por quienes necesitan algo, caminando un km más de lo que se espera de ellos. Son grandes luminarias que dan brillo a este mundo opacado por el individualismo y la ley del menor esfuerzo. "Han recibido gratuitamente, den también gratuitamente". Cuántas veces olvidamos tantos dones que hemos recibido. Releyendo un "memorandum de Dios" de Og Mandino, aprecio y valoro mi vida, mi salud, mis sentidos, mis facultades mentales, corporales, espirituales, afectivas; los bienes materiales, culturales, religiosos; y tantas personas maravillosas que he podido encontrar en la vida, desde mis familiares hasta hermanos de comunidad y amigos de la vida. Y en todo, nada puse, nada pagué, nada se me exigió, nada se me consultó... ¡Cuánto amor y generosidad! Y cuánta mezquindad de mi parte, qué chiquito y agrio mi corazón al calcular cómo administrar o conservar esos bienes, cómo tratar a las personas. Cómo recordar y agradecer a Dios por su Providencia...
Con corazón salesiano
Juanito, ya desde chico, se iba dando cuenta y le contaba a su mamá cuántos muchachos se portaban mejor si él se dedicaba a ellos. Y ella le dejaba hacer, mostrándole cuán bueno era Dios con ellos, reconociéndolo en la belleza de la Creación y en los valores de la familia. Así, nuestro papá fue desarrollando todos los dones que había recibido, de naturaleza y de gracia, para brindarlo gratuitamente a tantísimos jóvenes que estaban esperando alguien que los amara y trabajara en serio por ellos. Y en el Oratorio hubo Reino de los Cielos.
A la Palabra, le digo
Señor Jesús, impresiona tu elección y el poder que querés poner en nuestras manos, pero más impresiona saber la cantidad de jóvenes que van perdiéndose por tanta perversidad y abandono. Hoy quiero encomendarme enteramente a vos, dulce María; quiero traerte a mi casa como Madre de sabiduría, para que me enseñes a ser un discípulo amado de tu Hijo, y a entregar gratuitamente todos mis bienes a todos los que me necesiten. |