Evangelio del Dia

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Jueves 27 de Noviembre de 2025

Lc. 21, 20-28

«Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo.

Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.

Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación».

La Palabra me dice


"... los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas." Inevitable es la referencia a la tempestad calmada por Jesús con sus discípulos en la barca. Hoy también algunos filósofos hablan de un tiempo de "modernidad líquida" donde las instituciones, las certezas y hasta los afectos se presentan con esa forma. Todo se torna cambiante y nada ofrece garantías. Entonces quizás estos tiempos sean más que nunca de aferrarnos al Maestro, la única certeza invariable. De pedirle que no abandone nuestra barca, que nos mantenga serenos en el aparente naufragio. Pocas certezas, todo cambiante, esa es nuestra época actual.
El Reino, el anuncio de la salvación han de ser nuestras únicas banderas innegociables. El resto, deberá esperar; si nos aferramos a determinadas estructuras, sobre todo a la hora de abordar el mundo juvenil, corremos el riesgo de quebrarnos, de facturarnos en tiempos de liquidez. La rigidez no servirá de nada en la turbulencia. El desafío será ser adultos sólidos pero flexibles para poder acompañar a los jóvenes en estas mareas de cambios y desafíos.

"...tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación". Una vez más se nos invita a la esperanza. La promesa que alimenta nuestro caminar se presenta aquí, próxima y lejana a la vez. Será la fe la que nos permita confiar en esta promesa y el amor quien acompañará el caminar.

También me llama la atención "este levantar la cabeza": no sólo nosotros, pobres discípulos, sino ayudar a todos los explotados, a los marginados, a los excluidos de este mundo y de este sistema opresivo a soñar otro mundo, a hacerlo posible, a construir fraternidad e igualdad.
Soñar y actuar un mundo donde nadie sea pisoteado, donde nadie tenga que agachar la cabeza frente a otro hermano, sino donde todos podamos ser protagonistas y sujetos. Que nadie sea objeto de nadie, que ninguna persona vea vulnerados sus derechos. Que ningún poder, ni religioso, ni político, ni económico, ni físico domine y explote a otros.


Con corazón salesiano


Si algo nos ha enseñado Don Bosco de la vida de relación con los jóvenes, es a tener esperanza. Saber esperar cuando parece que no hay mejoras, confiar en la capacidad de los muchachos para elegir el bien aun cuando estamos en medio de la turbulencia de su mal comportamiento. Un educador del sistema preventivo, espera a sus chicos contra toda esperanza y los sostiene en medio de las tempestades.


A la Palabra, le digo


Podemos cantar "Esperamos contra toda esperanza".