La Palabra me dice
"Traten de entrar por la puerta estrecha…". Jesús no responde directamente a la pregunta que se le hace, sino que se desvía hacia una advertencia de tipo práctico; hay que “forcejear” para entrar en el Reino, pues su única entrada es una “puerta estrecha”. Lo que le interesa a Jesús es el esfuerzo humano, la cuestión del número incumbe exclusivamente a Dios. Muchos intentarán entrar, pero no podrán y otros intentarán entrar cuando ya sea demasiado tarde porque la puerta se ha cerrado antes de lo que se suponía. Pero el acceso al Reino depende “también” del “dueño de casa”; la puerta que ya era estrecha, es ahora una puerta que el dueño puede cerrar desde el interior para dejar afuera a los desconocidos. Es una puerta que no solo permite entrar en el Reino, sino que constituye una invitación a formar parte en el banquete y en la celebración gozosa de la fiesta. Los que han sido admitidos al banquete del Reino son gente del este, oeste, norte y sur en compañía de patriarcas y profetas. Afuera hay llanto y rechinar de dientes, desventura de los excluidos. No es cuestión de entrar o no entrar, sino de “ser admitido” o quedar definitivamente excluido. "No sé de dónde son ustedes…". Si se quiere entrar en el Reino, no basta un contacto superficial con el predicador… (hemos comido y bebido contigo, enseñaste en nuestras plazas…) con lo cual vuelven a resonar las llamadas a una conversión a tiempo por parte de Jesús (Lc 13, 3.5). Jesús es muy claro, se necesitan hombres y mujeres que hagan visible la misericordia de Dios y para ello no bastan palabras, se ha de utilizar el lenguaje de la misericordia, hecho de gestos y de actitudes, solo así pondremos de manifiesto la ternura de Dios hacia cada creatura.
Con corazón salesiano
Don Bosco tenía un deseo grande y se esforzaba por la salvación de todos. Su invitación constante a vivir la santidad era el modo de abrir la puerta, pequeña pero segura de la salvación para sus muchachos.
A la Palabra, le digo
Nos tomamos un momento de oración y de encuentro con el salmo 130.
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