Evangelio del Dia

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Jueves 04 de Diciembre de 2025

Mt.  7, 21.24-27

«No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.

Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande».

La Palabra me dice


"... me dicen: Señor, Señor". En mi camino de intentar orar, recuerdo haber empezado por una fase de palabras huecas, de pensamientos repetitivos y artificiales, lanzándolos al aire, simplemente por querer cumplir el mandato de rezar siempre. Pero el tiempo (y la insistencia, creo yo) fue trayendo la necesidad y el aprendizaje de pedirle (a Él, a Ella, ya había un otro) aquello que consideraba me hacía falta y les hacía falta a quienes encontraba a diario. Y paulatinamente fue ganando lugar en mi corazón el deseo de agradecer tantos dones recibidos, aún sin pedirlos, notando lo que Dios iba obrando en mí y en mis seres queridos. Así, el monólogo fue transformándose en diálogo, y en contemplar, alabar y desear amar más como Dios ama.

"El que escucha mis palabras...". Jesús se dirige a quienes desean escucharlo y seguirlo (y no todos estamos en la misma fase del proceso, y cada proceso tiene su propia originalidad).

"La casa sobre la roca". Últimamente he estado leyendo un libro con este título, se refiere al noviazgo y a la amistad matrimonial, a reconocerse y aceptarse, poniendo los medios necesarios para brindarse al ser amado con lo mejor de uno, dejándose ayudar y complementándose. Siento mi relación con Jesús de esa manera, y escucho su invitación (como cada día) a renovar y rejuvenecer mi persona a través de Su amor, recibido y esparcido a lo largo de la jornada.

"... Y no las pone en práctica...". Reconozco mis momentos de creer que ya sabía bastante de religión (¡aunque muy poco de Dios!) y que dejé de echarle leña al fuego en mi relación con Él, abaratando la comunicación, descuidando los espacios y momentos, disminuyendo entonces la intensidad en la dinámica de la caridad: ver-escuchar-discernir-decidir-obrar-reflexionar lo actuado.

Todo por volverme un "profesional" cómodo de la religión, por manipular un algo en lugar de reavivar mi relación con ese Alguien que me creó, me eligió, me ama y me sigue vivificando con su gracia para que me entregue con todo mi ser (con todas mis fibras, energías y cualidades) a quienes el me envía a diario.


Con corazón salesiano


Algunas frases que se le oían frecuentemente a Don Bosco:

"Del prójimo hay que hablar bien o callar". "Además de orar se necesita obrar". "El amor da fuerzas para soportar las fatigas". "No nos importe lo que puedan decir de nosotros. Nosotros hablemos siempre bien de todos". "María Virgen quiere realidades, no sólo palabras y apariencias". "¿Nos esforzamos por vivir el Evangelio del que tanto hablamos?".


A la Palabra, le digo


Quiero pedirte a vos, bella Madre, que me enseñes a pedir y recibir la luz del Espíritu, para que nunca me quede en un conformista e intimista "Señor, Señor"; que mirándote en el servicio pronto a Isabel y a los novios de Caná, pueda renovar cada día el fuego y el deseo de ver, escuchar y servir a toda persona y situación que esté esperando los talentos que tu Hijo puso en mí.

Virgen María del magnificat, que pueda cantar las maravillas del amor de DIOS, siendo auténtico signo y portador de Su amor a todos, especialmente a los jóvenes más pobres.