Evangelio del Dia

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Lunes 11 de Diciembre de 2023

La Palabra dice


Lc. 5, 17-26

Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar.

Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús. Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, separando las tejas, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús. Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: «Hombre, tus pecados te son perdonados».

Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: «¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?». Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: «¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están perdonados", o "Levántate y camina"? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa».

Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: «Hoy hemos visto cosas admirables».

La Palabra me dice


Si bien es un texto muy conocido, no debería dejar de impactarnos la creatividad de los que acompañan al enfermo: el amor se hace urgencia y ésta provoca al ingenio. 

Podemos imaginar las reacciones ante el desmontaje que se estaba realizando. Y Jesús, aprovechando la volteada, agujerea el “techo” de la imagen de Dios que tiene su auditorio y entra más hondo, hasta perdonar los pecados. 

Molestia en los piadosos, esperanza en los que intuyen que algo grande está pasando, y Jesús, Dios metido en la carne del hombre, rearma la vida del paralítico y lo invita a levantarse y a caminar y a ir a ser un signo viviente de la obra de Dios entre los suyos. ¿Cuánta tela, no? 

Una casa, asamblea, Iglesia, desmontada para que entren los que necesitan, si no pueden por la puerta, “por asalto”; un Dios desmontado que está ahí y salva y sana; una vida humana, una carne doliente, rediseñada por la compasión amorosa de un Arquitecto de la salvación.

Con corazón salesiano


Don Bosco deja que sus muchachos lo traten como un amigo, de cerca, rompiendo la compostura sacerdotal que propiciaba el modelo pastoral de su tiempo.

Formándose para el trabajo, nuestros muchachos dejan de estar “paralíticos” en la sociedad y son la muestra de que Dios cuida de sus vidas.

A la Palabra, le digo


Rompiendo el techo de mi rutina de oración, hoy te presento las parálisis de tantos jóvenes, hermanos, familia, las mías… y contemplo la maravilla de tu bondad sanadora, desde lo hondo.