Evangelio del Dia

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Lunes 31 de Marzo de 2025

Jn. 4, 43-54

Transcurridos los dos días, Jesús partió hacia Galilea. Él mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta.

Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo.

Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen». El funcionario le respondió: «Señor, baja antes que mi hijo se muera».

«Vuelve a tu casa, tu hijo vive», le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora se había sentido mejor. «Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre», le respondieron.

El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

La Palabra me dice


Los evangelios narran que al inicio de su vida pública Jesús no pudo obrar y anunciar al Reino en su tierra de origen, pues el conocimiento que los habitantes de Galilea creían tener de él les impedía abrir sus oídos y su corazón al anuncio de la Buena Noticia.

Pasado el tiempo Jesús regresa allí, encontrando en los pobladores una actitud distinta, fruto de haber visto y escuchado los milagros que él había realizado en otros lugares. Contraria a esta actitud es la del funcionario real: no ha conocido previamente a Jesús, no es de su pueblo, pero llega a él movido por el amor a su hijo.

El funcionario no necesita pruebas ni confirmaciones, simplemente escucha a Jesús y cree en él. Su fe hace posible el milagro.


Con corazón salesiano


Juanito Bosco desde pequeño fue un gran testigo de Jesús entre sus paisanos de I´Becchi. Los días domingo iba temprano a la Santa Misa al pueblo vecino donde escuchaba la Palabra y recibía a Jesús Eucaristía. En la tarde congregaba en el prado frente a su casa, y allí hacía juegos para entretener a sus amigos y familias, para finalizar compartiendo cuanto de la celebración recordaba, siendo testimonio vivo de la alegría del evangelio.


A la Palabra, le digo


Quiero creer en tu palabra, quiero creer en tu llamada, quiero creer en vos. Que sólo eso baste… y que mis miedos, preguntas, inseguridades y cuestionamientos no minen mi confianza en tu presencia y en tu amor.