Evangelio del Dia

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Jueves 13 de Febrero de 2025

La Palabra dice


Mc. 7, 24-30

Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.

Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. Él le respondió: «Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros».

Pero ella le respondió: «Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos».

Entonces él le dijo: «A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija». Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.

La Palabra me dice


Jesús se muestra cansado, débil, necesitado del ambiente de familia, de paz y de cuidados. No es un superhéroe, sino alguien que empáticamente ama y transforma con su amor las dolencias de la gente.  

La distancia entre el deseo y la realidad, o la necesidad y la realidad es una tensión que también vivió nuestro Maestro, quien anhelando la serenidad se vio acorralado por las personas que lo buscaban. 

Desde una lectura anacrónica podríamos leer que San Marcos relata a Jesús con una actitud xenófoba, pero en realidad nos muestra cómo  Jesús empatiza con el humilde, con quien se sabe necesitado y pide ayuda. Esto me puede enseñar a revalorizar mis diálogos sinceros con Jesús en la oración. No sólo leer y aprender qué me dice el Evangelio, sino especialmente hablar con Jesús, contarle mi vida, y creerme en sus manos.

La sirofenicia fue humilde y se postró ante el Maestro, como también confió en Jesús y se fue esperando la sanación de su hija sin pedir signo alguno. Jesús se conmueve ante quien se deja amar, y de una u otra forma responde a nuestros pedidos más hondos. Entro en diálogo con Él, y me dejo amar. 


Con corazón salesiano


Don Bosco se veía como un hombre incansable a la hora de responder pastoralmente a las necesidades físicas y espirituales de los chicos. Sin embargo, después de enfermarse, aprendió a tomarse sus tiempos para reencontrar la paz, y la calma de la oración con el Señor que sana.


A la Palabra, le digo


Señor, esta mujer te confió la vida de su hija, y la fuerza del amor la transformó. Ayudáme hoy a vivir como esta mujer, intercediendo con mi amor por el bien de quienes me rodean.