La Palabra me dice
¿Puede haber algo más triste que ver a unas ovejas sin pastor? ¿Un grupo de ovejas que andan sin nadie que las conduzca a los pastos tiernos y a las aguas tranquilas? ¿Un rebaño de estos pobres animales que puedan ser curados si se enferman, a veces también de muerte? ¿Sin nadie que las defienda de los lobos u otros animales feroces que puedan lastimarlas o asesinarlas? Jesús tuvo “compasión”, un sentimiento mucho más profundo que el de solo tener lástima. El mismo dijo que es el Buen Pastor de su rebaño y nos conoce a cada uno por nuestro nombre. Pero también nos pide rogar al Padre por otros trabajadores. La petición de Jesús ciertamente tiene como fondo lo que ya el profeta Jeremías decía de parte de Dios: “les daré pastores conforme a mi corazón.” (Jer 3,15)
Con corazón salesiano
Don Bosco dejó como herencia a nuestra familia salesiana una fuerte preocupación por las vocaciones, por la orientación vocacional propia y en especial la de los jóvenes. La Virgen María se aparece en sueños a Don Bosco como esa Buena Pastora de los jóvenes. Es la imagen que se repite varias veces como ampliando lo ya visto en el sueño de los 9 años.
Desde el año 1844 la Pastorcita le indica en un sueño que algunas de sus ovejas y corderos se transformarán en pastores y ellos guiarán a diversos grupos del rebaño. En ese tiempo los sacerdotes colaboradores habían abandonado a Don Bosco en su obra del Oratorio. (MB II, 243-245)
Este buen padre y educador solía repetir: “Es en la juventud donde se toman las grandes decisiones de la vida”.
A la Palabra, le digo
Te agradecemos, Dios Padre, por el don tan grande de Jesús, nuestro Buen Pastor. Él se preocupa de cada uno de nosotros hasta el punto que dio su vida por las ovejas. Te pedimos que nunca falten en tu Iglesia pastores según tu corazón compasivo y bondadoso.
Que tengamos en nuestra familia salesiana personas que nos guíen con amabilidad y paciencia, con el corazón salesiano de Don Bosco. Y que cada uno de nosotros encuentre su lugar al servicio de tu Iglesia.
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