La Palabra me dice
“Bajó a Cafarnaúm”. Después del bautismo, Jesús toma sus decisiones. HA LLEGADO LA HORA. Abandona su casa y su taller de Nazaret, y, sobre todo, deja a su MADRE, al cuidado de alguno de sus parientes cercanos. Y se establece en la casa de Pedro en Cafarnaúm. Y el sábado, según la costumbre que siempre aprendió y vivió puntualmente con José y María, se dirigió a la sinagoga a cumplir sus deberes religiosos en comunidad de oración. Y comenzó su tarea. ¡Lo esperaba allí nada menos que un endemoniado, y a los gritos! Y Jesús con aplomo ya muestra su poder haciéndolo callar, con serenidad. Temor y admiración en la gente. Con autoridad y poder lo hace callar. Su fama comienza a extenderse, las preguntas y los cuchicheos. De dónde le vendrá todo esto…
Con corazón salesiano
Don Bosco fue un acérrimo luchador contra el demonio. En las oraciones, en sus “sueños”, con la confesión, que recomendaba frecuentar semanalmente y que él aseguraba su presencia diaria entre los jóvenes para facilitarles el acceso al sacramento del perdón. Tenía, además, el don de leer las conciencias y veía muchas veces en la frente de sus chicos, escritos sus pecados, o visualizados de alguna manera para que pudiera actuar de inmediato. En la descripción que en sus sermones hacía de sus sueños, describía la presencia del demonio a espaldas de los muchachos, muchas veces apretando su cuello, para impedirles la confesión.
A la Palabra, le digo
Que todos los educadores salesianos nos convirtamos en expertos confesores y educadores de la recta conciencia, que ayudemos a formar una recta conciencia moral, con madurez y delicadez de corazón, que ayuden a formar personalidades libres, maduras, delicadas en un mundo como el nuestro, permisivo… que muchas veces desvaloriza el sacramento de la reconciliación.
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