Don Bosco repetía una y otra vez a los muchachos del oratorio que la santidad consiste en hacer bien lo de todos los días, no necesariamente requiere grandes actos ni una vida alejada de los demás, sino más bien todo lo contrario: vivir con intensidad, alegría y al servicio de los demás.
A lo largo de la historia Dios ha regalado a la Familia Salesiana un amplio número de santos y beatos. Ellos y ellas, con su vida y su testimonio, son signos de la presencia de Jesús es medio nuestro.
“Las almas se ganan con las rodillas”
San Francisco de Sales, hijo de los marqueses de Sales, nació en Saboya en 1567. Se educó en Annecy, en París y en Padua. En 1593 es ordenado sacerdote. Pasa largas horas de oración. “Las almas se ganan con las rodillas”, afirmaba. Atiende confesiones, predica, asiste a todos los necesitados.Su celo apostólico no tenía fronteras. La provincia de Chablais había caído bajo el protestantismo. Hacia allí se dirige con su primo Luis para devolver aquellas ovejas al redil. Fue un trabajo paciente y costoso. Redactaba unas hojas sueltas, las célebres “Controversias”, que luego llegaban hasta los protestantes. Así le leerían los que no acudían a oírle.A él se debe la conversión de más de sesenta mil calvinistas. El obispo Granier, que ve los frutos de la predicación de Francisco, lo recomienda como su sucesor. En 1603 fue consagrado obispo. Multiplicó su tarea apostólica: catequesis, predicación, sínodos diocesanos. Las dificultades eran numerosas, entre otras, la situación de la diócesis, que comprendía zonas de Saboya, Francia y Suiza.
Era obispo titular de Ginebra, pero desde la rebelión protestante los obispos residían en Annecy. Un día, Enrique IV, rey de Francia, le ofreció un rico obispado. Francisco contestó: “Me he casado con una mujer pobre. No puedo dejarla por otra más rica”. Uno de sus más fecundos apostolados fue el de la pluma: “Tratado del amor de Dios”, “El arte de aprovechar nuestras faltas”, “Cartas”, “Controversias” y –quizá su mejor libro, de perenne actualidad– “Introducción a la vida devota”, que comprende una serie de normas para santificarse en el mundo.Francisco se encontró en su camino con un alma excepcional, Santa Juana Fremiot de Chantal. Entre los dos surgió una honda amistad, ejemplo típico de equilibrio afectivo entre dos almas que caminan hacia Dios. Juntos fundaron la Orden de la Visitación, que consiguió pronto óptimos frutos.En París se encontró con Vicente de Paúl, que diría después: “¡Qué bueno será Dios, cuando tanta suavidad hay en Francisco!”. Vuelve a su diócesis y al llegar a Lyon se sintió desfallecer. Allí rindió su alma con la calma y serenidad de toda su vida. Era el 28 de diciembre de 1622, a los 56 años de edad. Sus restos fueron trasladados a la catedral de Annecy.
Hoy reposan, cerca de la cofundadora, en el monasterio de la Visitación, que domina el bello paisaje del lago y la ciudad. Canonizado en 1665, fue declarado Doctor por Pío IX en 1877.Es el santo de la dulzura, el apóstol de la amabilidad, a pesar de su fuerte temperamento.
La influencia de San Francisco de Sales en la espiritualidad ha sido enorme. Cuando San Juan Bosco buscó un protector para su familia religiosa, lo encontró en él y por eso su obra se llama salesiana. San Francisco es patrono de los periodistas católicos. Su fiesta se celebra el 24 de enero.
“La ayuda del Señor es indispensable, pero la fe no puede ser separada de una actividad constante y de una tensión personal a la perfección, que debe tener como meta el asimilarse a Jesús en su humildad, en su caridad, en su paciencia”
Beatificación 20-11-1938
Canonización 24-6-1951
María Dominga Mazzarello nació en Mornés (Alessandría, norte de Italia) el 9 de mayo de 1837, en el seno de una familia numerosa, primogénita de diez hijos. Influenciada por este entorno, desde pequeña aprendió a abrirse al diálogo y a la colaboración. Creció en un clima sereno, armónico, humilde y feliz, entre gente sencilla, en un ambiente de espera paciente de las estaciones, en contacto con la naturaleza y dedicada a las tareas agrícolas. Sus padres fueron buenos educadores. Su madre, Magdalena Calcagno, era de carácter alegre y comunicativo. De ella recibió la formación femenina, acorde con las costumbres de la época, dedicada al trabajo doméstico y al cuidado de los hermanos. Pero fue de su padre, José Mazzarello, de quien recibió una sólida formación que la condujo a la asimilación de los valores humanos y cristianos. De él aprendió a mirar la vida con realismo concreto, sereno, a trabajar con sacrificio y esperanza, a descubrir el sentido de las cosas, de los acontecimientos, el significado de la vida del hombre y de su propia vida.
Con su presencia paterna y sus intervenciones oportunas, le reveló a su hija la figura del verdadero educador. Otra influencia decisiva en la vida de María fue Don Domingo Pestarino, su asesor espiritual, quien ratificó la educación recibida de su padre y, durante veintisiete años, la orientó hacia una verdadera formación espiritual. A los 15 años, por invitación de Ángela Maccagno, ingresó al primer grupo de la Pía Unión de las Hijas de la Inmaculada. La pertenencia a esta asociación le dio la oportunidad de profundizar la devoción mariana. La Virgen se convirtió en el ideal de vida consagrada y apostólica. Entonces su compromiso se intensificó y se extendió a las jóvenes, a las madres de familia y a los enfermos del pueblo. A los 23 años, después de haber asistido a sus familiares enfermos de tifus, contrajo la enfermedad. Nunca más volvió a ser la misma de antes, no recuperó sus fuerzas físicas y este acontecimiento la llevó a decidir un cambio de actividad: ya no sería campesina, sino modista. Esta decisión fue más que una simple elección. Fue el origen de una nueva misión: la de vivir para Dios, haciendo el bien a las jóvenes y mujeres del pueblo.
Un encuentro trascendente se produjo en el otoño de 1864, cuando Don Bosco (1815-1888), que había creado la congregación Salesiana en 1859 en Turín, llegó a Mornés de vacaciones con sus muchachos. Las Hijas de la Inmaculada se encargaron de prepararlo todo para recibirlos. María quedó impresionada por la personalidad del sacerdote. “Don Bosco es un santo y yo lo siento”, dijo a sus compañeras. Los datos aportados por la historia permiten afirmar que el grupo de Mornés no fue el único que tuvo en cuenta Don Bosco para orientarse en la fundación de un instituto religioso femenino, aunque finalmente se decidió por él. En las Hijas de la Inmaculada de Mornés, el santo encontró un grupo con experiencia de vida en común, receptivo al espíritu salesiano y con una inserción vital en la sociedad decidida a dedicarse a la promoción del pueblo y especialmente de la mujer.
El 5 de agosto de 1872, María Mazzarello y sus otras compañeras profesaban sus primeros votos religiosos: nacía entonces el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Como superiora fue una hábil formadora y maestra en la vida espiritual. Tenía el carisma de la alegría serena, irradiando gozo e implicando a otras jóvenes en el empeño de dedicarse a la educación de la mujer. Cuando la Madre Mazzarello muere en Nizza Monferrato, el 14 de mayo de 1881, el Instituto tiene sólo nueve años de historia pero 26 casas, 166 hermanas, 50 novicias y 22 postulantes. Sus restos se veneran en la Basílica de María Auxiliadora en Turín. Su fiesta se celebra el 13 de mayo.
ORACIÓN A SANTA MARÍA D. MAZZARELLO
A ti recurro, Santa María Dominga Mazzarello,
para obtener la gracia que necesito,
si es conforme a la santa Voluntad de Dios….
(Se dice la gracia que se desea alcanzar).
Habla tú en mi favor al Corazón purísimo de tu potente Auxiliadora
y al Corazón Eucarístico de tu Celestial Esposo Jesús,
y haz que a imitación tuya sea siempre digna de Jesús y de María.
Así Sea.
“Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre muy alegres”
Beatificación 5-3-1950
Canonización 12-6-1954
Domingo Savio nace el 2 de abril de 1842 en San Juan de Riva, cerca de Chieri, Turín, Italia. En su Primera Comunión, a los 7 años, esboza su proyecto de vida: “Me confesaré con frecuencia y haré la comunión todas las veces que el confesor me dé permiso. Quiero santificar los días festivos. Mis amigos serán Jesús y María. La muerte antes que pecar”. A los 12 años es acogido en el Oratorio de Turín por Don Bosco, a quien le pide que le ayude a hacerse santo. Sencillo, sereno y alegre, ponía gran empeño en sus deberes como estudiante y en ayudar a sus compañeros, enseñándoles el catecismo, asistiendo a los enfermos, poniendo paz en las peleas… Un día le dijo a un compañero recién llegado al Oratorio: “Tienes que saber que nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre muy alegres. Intentamos sólo evitar el pecado, como un gran enemigo que nos roba la gracia de Dios y la paz del corazón, y cumplir exactamente nuestros deberes”.
Muy fiel a su programa de trabajo, sostenido por una intensa participación en los sacramentos y por una gran devoción a María, alegre en el sacrificio, fue colmado por Dios de dones y carismas. El 8 de diciembre de 1854, proclamado el dogma de la Inmaculada por Pío IX, Domingo se consagró a María y comenzó a avanzar rápidamente en la santidad. En el 1856 fundó entre sus amigos la Compañía de la Inmaculada para una acción apostólica de grupo. Mamá Margarita, que había llegado a Turín para ayudar a su hijo, un día le dijo a Don Bosco: “Tu tienes muchos jóvenes buenos, pero ninguno supera el buen corazón y el alma de Domingo Savio. Lo veo siempre rezar, permaneciendo en la iglesia después que los otros. Cada día se va del recreo para hacer una visita al Santísimo Sacramento. Está en la iglesia como un ángel que demora en el paraíso”. Murió en Mondonio el 9 de marzo de 1857. Sus restos se veneran en la Basílica de María Auxiliadora en Turín. Su fiesta se celebra el 6 de mayo. El Papa Pío XI lo definió como un “pequeño, pero grande gigante del Espíritu”. Es el patrono de los “niños cantores”.
“Cuida mucho a los exalumnos, son nuestra corona, o si prefieres, nuestra misma razón de existir, porque al ser una Congregación educadora es evidente que no formamos para el colegio, sino para la vida”
Inicio del proceso 5-11-1947
Venerable 3-1-1987
Beatificación 29-4-1990
Nace el 28 de mayo de 1856 en Lu Monferrato (Alessandria, Italia). A los 21 años se plegó a la obra de Don Bosco. Ordenado sacerdote, recibió la misión de formar a los aspirantes y novicios. En 1889 Don Miguel Rua lo envió como director a Sarriá (Barcelona, España). Llamado después a ser inspector, contribuyó de modo decisivo al desarrollo de la “España salesiana”. Nombrado vicario general de la congregación, reveló aún más sus dones de padre y su riqueza de iniciativas: cuidado de las vocaciones, formación de centros de asistencia espiritual y social para jóvenes obreras, creación de empresas editoriales, guía y ayuda para las Hijas de María Auxiliadora. Dio un gran impulso a los salesianos cooperadores. Instituyó las Federaciones Mundiales de los Exalumnos y de las Exalumnas (1908).
Desde 1907 hasta 1917, Don Felipe Rinaldi, director del oratorio de las Hijas de María auxiliadora en Valdocco, Turín, trabaja intensamente junto a las hermanas en la formación espiritual y humana de las jóvenes. Algunas expresan el deseo de consagrarse a Dios en el mundo. Nace así, en 1917, la asociación “Celadoras de María Auxiliadora”, semilla del instituto secular de las Voluntarias de Don Bosco, instituido en 1959. Felipe Rinaldi fue elegido Rector Mayor de los Salesianos, tercer sucesor de Don Bosco, el 24 de abril de 1922, función que desempeñó hasta el 5 de diciembre de 1931.
“A Don Rinaldi le falta sólo la voz de Don Bosco, todo lo demás lo tiene”, dijo Don Francesia. Empeñó todas sus energías en adaptar el espíritu de Don Bosco a los tiempos. Cultivador de salesianidad y maestro de vida espiritual, reanimó la vida interior de los salesianos, la absoluta confianza en Dios, la ilimitada confianza en María Auxiliadora. Pidió al Papa Pío XI la indulgencia del “trabajo santificado”. Cuidó las misiones enviando muchos jóvenes para que aprendieran el idioma y las costumbres para una evangelización más inculturada. Murió el 5 de diciembre de 1931. Sus restos se veneran en la cripta de la Basílica de Turín. Su memoria se celebra el 5 de diciembre.
“Jesucristo, que es la sabiduría infinita, utilizó las palabras y el lenguaje que habían adoptado para el uso diario la gente a quien se dirigía. Hagamos nosotros lo mismo.”
Beatificación 3-5-1925
Canonización 22-6-1947
José Cafasso nació en Castelnuovo d’ Asti (Italia) en 1811. Hijo de pequeños terratenientes, fue el tercero de cuatro hijos, de los cuales la última, Mariana, sería la madre del beato Padre José Allamano. Cursó sus estudios teológicos en el seminario de Chieri y en 1833 fue ordenado sacerdote. Cuatro meses más tarde se estableció en el “Convitto Ecclesiastico”, para perfeccionar su formación sacerdotal y pastoral. José estudió y profundizó a San Francisco de Sales, inspiración que luego trasmitiría especialmente a un estudiante: Juan Bosco. Cafasso, su director espiritual entre 1841 y 1860, contribuyó a formar y orientar la personalidad y la espiritualidad de Don Bosco. Fue típica de su enseñanza la valoración del deber diario como un camino hacia la santidad. Como también atestiguó el fundador de los salesianos, “la extraordinaria virtud de Cafasso fue la de practicar constantemente y con fidelidad maravillosa las virtudes ordinarias”. Su principal apostolado consistió en el acompañamiento espiritual a los encarcelados y a aquellos condenados a muerte. Cafasso sostuvo aún materialmente a Don Bosco y a la congregación salesiana desde sus inicios. Después de una breve enfermedad, murió el 23 de junio de 1860, cuando tenía 49 años. Fue beatificado en 1925 y canonizado por Pío XII en 1947, quien lo reconoció como un “modelo de vida sacerdotal, padre de los pobres, consuelo de los enfermos, alivio de los prisioneros y salvador de los condenados al patíbulo”.
“¡Hay que rezar! ¡Valemos, por lo que rezamos! ¡Y en la medida que rezamos, creceremos!”
Beatificación 26-10-1980
Canonización 16-5-2004
Luis Orione nació el 23 de junio de 1872 en Pontecurone (Italia). Siendo joven, ayudaba a su padre en el arreglo de caminos, hasta que cumplió 13 años. Luis quería estudiar para ser sacerdote y fue recibido en el monasterio franciscano de Voghera, pero lo dejó por una grave pulmonía. Fue entonces aceptado en el Colegio de Valdocco, donde conoció a Don Bosco, que por entonces era ya anciano. Tuvo el privilegio de confesarse con él y, después de haber escrito tres cuadernos enteros de pecados, vio que el santo los rompió, diciéndole, entre otras cosas: “Siempre seremos amigos”. En Turín Luis respiró el espíritu salesiano y conoció la obra del Cottolengo. En 1889 inició sus estudios de filosofía en el seminario de Tortona. En 1892, cuando todavía era un clérigo, inauguró un oratorio en Tortona y al año siguiente, un colegio. En 1895 fue ordenado sacerdote. Empezó a fundar obras a través de toda Italia y en 1903 el obispo de Tortona reconoció la congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1915 fundó la rama femenina, las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, a las que se agregaron, en 1927, las Hermanas Adoratrices y luego las Hermanas Contemplativas de Jesús Crucificado. Más tarde fundó un instituto secular y un movimiento laical. Don Orione murió en 1940. Juan Pablo II lo beatificó en 1980 y lo canonizó en mayo de 2004.
“Dios mío, quiero amarte y servirte toda mi vida: te doy mi alma, mi corazón, toda mi vida”
Inicio del proceso 19-9-1955
Venerable 5-6-1986
Beatificación 3-9-1988
Laura Carmen Vicuña nació en Santiago (Chile) en el 5 de abril de 1891. Su infancia estuvo marcada por la ausencia del padre, José Domingo Vicuña, militar. En 1899, su madre, Mercedes Pino, decide emigrar hacia Argentina junto con sus hijas Laura y Julia Amanda. En 1900 Laura fue acogida en el colegio de las Hijas de María Auxiliadora en Junín de los Andes (Neuquén, Argentina). Al año siguiente hizo su primera comunión. La pequeña Laura sufre al darse cuenta de que su madre se encuentra alejada de Dios por la situación de convivencia que mantiene con un lugareño, Manuel Mora. Su confesor y primer biógrafo, Don Crestanello, señaló: “Laura sufría en el secreto de su corazón… Un día decidió ofrecer su vida y aceptar con gusto la muerte, a cambio de la salvación de su madre. Me rogó que bendijera su ardiente deseo. Yo estuve perplejo largo tiempo”. Acentuó la ascesis y, con el consentimiento del confesor, abrazó con votos los consejos evangélicos. Debilitada por los sacrificios y la enfermedad (tuberculosis), a los doce años, murió en Junín de los Andes el 22 de enero de 1904. En la última noche dijo: “¡Mamá, yo muero!. Lo he pedido a Jesús desde hace tiempo ofreciéndole mi vida por ti, para obtener tu retorno a Dios… Mamá, antes de mi muerte, ¿no tendré la alegría de verte arrepentida?”. En el día del funeral de Laura, la madre vuelve a los sacramentos e inicia una nueva vida. Sus restos están en la capilla de las Hijas de María Auxiliadora en Bahía Blanca (provincia de Buenos Aires). El 3 de septiembre de 1988, el Papa Juan Pablo II la beatificó y la propuso a los jóvenes como modelo de coherencia evangélica llevada hasta la entrega del don de la vida, por una misión de salvación. Su memoria se celebra el 22 de enero.
ORACIÓN DE LA JOVEN A LA BEATA LAURA VICUÑA
Nos dirigimos a ti, Laura Vicuña, a quien la Iglesia nos presenta como modelo de adolescente, testigo valiente de Cristo.
Tú que fuiste dócil al Espíritu Santo y te alimentaste con la Eucaristía, suplícanos de Dios las gracias que con confianza pedimos.
Otórganos una fe firme, pureza intrépida, fidelidad al deber de cada día, fortaleza para vencer los engaños del egoísmo y del mal.
Haz que nuestra vida, como la tuya, estéabierta por completo a la presencia de Dios, a la confianza en María y al amor fuerte y generoso hacia los demás. Amén.
Sitios oficiales:
http://www.hma.cl/laura/
http://www.ceslaura.com.ar
http://www.fundacionlauravicuna.cl/
“Creí, prometí, sané”
Inicio del proceso 7-4-1979
Venerable 7-7-1997
Beatificación 14-4-2002
Artémides Zatti nació en Boretto (Regio Emilia, Italia) el 12 de octubre de 1880. Su familia, empujada por la pobreza, emigró a Argentina en 1897 y se estableció en la ciudad de Bahía Blanca, donde Artémides comenzó a frecuentar la parroquia dirigida por los salesianos. A los 20 años ingresa como aspirante en la casa de formación de los salesianos, en Bernal. Le fue confiado el cuidado de un joven sacerdote tuberculoso. Artémides contrajo también la enfermedad. Fue enviado en 1902 al hospital de San José, en Viedma. Aquí fue particularmente seguido por el sacerdote y médico empírico Evaristo Garrone. Junto a él, pide y obtiene de María Auxiliadora la gracia de la curación con la promesa de dedicar toda su vida al cuidado de los enfermos. En 1908, habiendo recuperado la salud, es admitido a ingresar en la congregación salesiana como hermano coadjuntor. Comienza a ocuparse de la farmacia anexa al hospital. Tras la muerte del Padre Garrone, quedó a cargo del hospital, que llegó a ser el campo de su santidad. Tuvo una entrega absoluta a los enfermos: “A las 4.30, levantarse. Meditación y Santa Misa. Visita a todos los pabellones. Después, en bicicleta, visita a los enfermos esparcidos por la ciudad. Después de la comida, entusiasta partida de bolos con los convalecientes. Desde las 14 a las 18, nueva visita a los enfermos internos y externos del hospital. Hasta las 20 trabajaba en la farmacia. Otra visita a los pabellones. Hasta las 23, estudio y lecturas ascéticas. Luego, descanso en permanente disponibilidad a cualquier llamada”. En 1913 fue animador de la construcción del nuevo hospital que, a pesar suyo, fue derribado para dar lugar a la sede episcopal de la naciente diócesis de Viedma. En 1950 se cae de una escalera y es obligado al reposo. Después de unos meses se manifestaron los síntomas de un cáncer. Murió el 15 de marzo de 1951. Sus restos reposan en la capilla de los salesianos en Viedma. Se lo recuerda como “el enfermero santo de la Patagonia”.Su memoria se celebra el 15 de marzo.
“Madre mía, Virgen María haced que yo salve el alma mía”
Beatificación 29-10-1972
Nace en Turín (Italia) el 9 de junio de 1837. Es el último de nueve hijos. Entró en el Oratorio de Valdocco, Turín, en 1852. Un día Don Bosco le dijo: “Nosotros dos haremos todo a medias”. Estuvo entre los primeros a quienes Don Bosco propuso integrar la Sociedad Salesiana. Durante 36 años fue su colaborador más íntimo en todas las etapas del desarrollo de la congregación. Profesó en 1855. Fue el primer director espiritual de la sociedad a los 22 años (1859), sacerdote en 1860, primer director del colegio de Miravello a los 26 años (1863-1865), vicario de Valdocco (700 alumnos) y de la sociedad, administrador de las “Lecturas Católicas”, encargado de la formación (1869) y del personal, director general de las Hijas de María Auxiliadora (1875), acompañaba a Don Bosco en sus viajes… Por una explícita petición del fundador, en 1884, el Papa León XIII lo destinó a ser el primer sucesor de Don Bosco y lo confirmó Rector Mayor de los Salesianos en 1888, función que desempeñó hasta el 6 de abril de 1910. Considerado como “regla viviente” por su austera fidelidad, Don Rua mostró una paternidad llena de delicadezas, tanto que fue definido como “un soberano de la bondad”. Con el aumento de los hermanos y el desarrollo de las obras, envió a los salesianos por todo el mundo, cuidando en particular las expediciones misioneras. En los largos viajes realizado para visitar las obras salesianas en Europa y en Oriente Medio, confortaba y animaba, siempre apelando al fundador: “Don Bosco decía… Don Bosco hacía… Don Bosco quería…” Cuando murió, el 6 de abril de 1910, a los 73 años, la congregación había pasado de 773 a 4.000 salesianos, de 57 a 345 casas, de 6 a 34 inspectorías en 33 países. Al beatificarlo, el Papa Pablo VI afirmó: “La Familia Salesiana ha tenido en Don Bosco el origen y en Don Rua la continuidad… Él ha hecho del ejemplo del santo una escuela, de su regla un espíritu, de su santidad un modelo. Ha hecho del manantial un río”. Sus restos se veneran en la cripta de la Basílica de Maria Auxiliadora, Turín. Su memoria se celebra el 29 de octubre.
“Rogad por mí para que pueda curarme y llegar a ser sacerdote… si es la voluntad del Señor”
Inicio del proceso 6-12-1926
Venerable 12-7-1982
Beatificación 11-11-2007
Ceferino Namuncurá nació el 26 de agosto de 1886 en Chimpay, un pequeño poblado del valle medio del río Negro, en el sur de Argentina. El indígena era hijo de Manuel Namuncurá, un cacique mapuche que dominó extensos territorios hasta que fue acorralado por la avanzada militar argentina, que diezmó ese pueblo aborigen. Ya sin fuerzas, el cacique se rindió en 1884 y fue nombrado coronel del Ejército argentino, mientras su tribu era obligada a trasladarse de la Cordillera de los Andes a la inhóspita Chimpay. Ceferino Namuncurá fue bautizado en 1888, pero también fue criado en las creencias de un pueblo profundamente religioso. A los 3 años de edad, cayó a un río y fue arrastrado violentamente por la corriente, pero logró volver a la orilla, un hecho que fue considerado milagroso por su tribu. A los 11 años y viendo la postración de su tribu, Ceferino pidió a su padre que lo enviara a estudiar para “ser útil” a su gente.
En 1887 el niño ingresó en Buenos Aires en el colegio Pío IX, de los salesianos. En la escuela, Ceferino Namuncurá estudió con tenacidad el español y el resto de materias de su curso, además de integrarse en el coro, donde coincidió con un joven que años después se convertiría en el actor y cantor de tangos Carlos Gardel. Por lo demás, y aunque la mayoría de sus compañeros le respetaban y apreciaban, no fueron pocos los gestos de desdén y burla que tuvo que soportar por su condición indígena. Mientras se formaba, el adolescente demostró una inclinación especial por el Evangelio de Jesucristo que más tarde cristalizaría en una decidida vocación por el sacerdocio. Pero Ceferino halló el primer escollo a su vocación en su propia condición de “hijo natural”, que por entonces era un impedimento para la carrera eclesiástica. La madre de Ceferino, Rosario Burgos, fue desterrada cuando Manuel, que como cacique tenía el “privilegio” de tener varias mujeres, se convirtió al cristianismo y optó por casarse con otra mujer. Ceferino también tuvo que afrontar una enfermedad que le impedía ingresar en la orden salesiana. Afectado por la tuberculosis, el joven fue enviado en 1902 a una escuela en Uribelarrea y un año después a otra en Viedma, donde comenzó a formarse junto a un grupo de aspirantes a salesianos. Pero su salud empeoró y cuando el grupo de novicios debió mudarse a otra ciudad para seguir con su formación, Ceferino fue obligado a despedirse de sus compañeros “con la cabeza inclinada, triste y conteniendo las lágrimas”, reseña su biografía. El obispo salesiano Juan Cagliero, vicario apostólico de la Patagonia, decidió entonces llevar a Ceferino Namuncurá a Roma para buscar una cura a su enfermedad. En 1904 el aborigen argentino fue recibido en audiencia por el papa Pío X, quien quedó admirado por su educación y sencillez. Su salud continuó empeorando y el 11 de mayo de 1905, cuando aún no había cumplido los 19 años, Ceferino murió en el hospital romano “Fratebenefratelli”. Sus restos fueron repatriados a Argentina en 1924. La causa para la canonización comenzó en 1947, pero años antes la devoción popular ya le había concedido un lugar de privilegio al “lirio de la Patagonia”.
En 1972 fue declarado “venerable” por el papa Pablo VI, mientras que el 6 de julio de 2007 Benedicto XVI aprobó el decreto por el que se reconoce un milagro hecho por su intercesión y que habilita su beatificación. El milagro atribuido a Ceferino data del 2000, cuando una mujer argentina de 24 años pidió intensamente su intercesión ante Dios para salvarla de un cáncer de útero y se curó, hecho que no pudo ser explicado por los médicos que la trataron. La ceremonia de beatificación fue celebrada en Chimpay el 11 de noviembre de 2007. El día del beato Ceferino se celebra el 26 de agosto.
ORACIÓN A CEFERINO NAMUNCURÁ
Señor Jesús,
te damos gracias por haber llamado a la vida y a la fe
al peñi Ceferino, hijo de los pueblos originarios de América del Sur.
Él, alimentándose con el Pan de Vida,
supo responderte, con un corazón entero,
viviendo siempre como discípulo y misionero del Reino.
Él quiso ser útil a su gente, abrazando tu Evangelio
y tomando cada día su cruz para seguirte
en los humildes hechos de la vida cotidiana.
Te pedimos por su intercesión que te acuerdes
de los que todavía peregrinamos en este mundo
(pedimos en silencio las intenciones que cada uno trae en el corazón)
Que también nosotros podamos aprender de él:
su amor decidido a la familia y a la tierra,
la entrega generosa y alegre a todos los hermanos,
su espíritu de reconciliación y comunión.
Para que un día celebremos
junto a él y todos los santos
la Pascua eterna del cielo.
Amén.
Inicio del proceso 8-2-1995
Margarita Occhiena nació el 10 de abril de 1788 en Capriglio (Asti, Italia). Vivió en su casa hasta casarse con Francisco Bosco. Más tarde, se trasladó a Becchi. Después de la muerte prematura de su marido, Margarita, con 29 años, tuvo que sacar adelante a su familia ella sola, en un tiempo de hambruna cruel. Cuidó de la madre de Francisco y de su hijo Antonio, a la vez que educaba a sus propios hijos, José y Juan.
Mujer fuerte, de ideas claras, decidida en sus opciones, observaba un estilo de vida sencillo y hasta severo. Se mostraba, sin embargo, amable y razonable en cuanto se refería a la educación cristiana de sus hijos. Educó a tres chicos de temperamento muy diferente sin mortificar jamás al ninguno de ellos ni intentar igualarlos a los tres. Con un cariño especial acompañó a su hijo Juan en su camino hacia el sacerdocio y fue entonces, a sus 58 años, cuando abandonó su casita del Colle y le siguió en su misión entre los muchachos pobres y abandonados de Turín (1848). Aquí, durante diez años, madre e hijo unieron sus vidas con los inicios del trabajo salesiano.
Ella fue la primera y principal cooperadora de Don Bosco y, con su amabilidad hecha vida, aportó su presencia maternal al Sistema Preventivo. Fue así como, aún sin saberlo, llegó a ser la “co-fundadora” de la Familia Salesiana, capaz de formar a tantos santos como Domingo Savio y Miguel Rua. Era analfabeta pero estaba llena de aquella sabiduría que viene de lo alto, ayudando, de este modo, a tantos niños de la calle, hijos de nadie. Consumió su vida en el servicio de Dios, en la pobreza, la oración y el sacrificio. Murió a los 68 años de edad, en Turín, el 26 de noviembre de 1856.
“¡Oh, Jesús! Enséñame a hablar, a trabajar, a vivir sólo en tu amor y por tu amor”
Inicio del proceso 18-11-1998
Beatificación 14-4-2002
María Romero Meneses nació el 13 de enero de 1902 en Nicaragua, más precisamente en Granada, una ciudad rodeada de montañas y engalanada por el gran Lago de Nicaragua. En este bello lugar vivió María hasta su primera juventud. Sus padres, Félix Romero y Ana Meneses, educaron a sus hijos en la vida de fe. Ana fue la segunda esposa de don Félix, a quien encontró viudo, con dos hijos y con 20 años de ventaja. María fue la segunda de doce hermanos. Según se cuenta, una vez Doña Anita le preguntó a la pequeña María:
–María, ¿qué hiciste con el vestido nuevo que estrenaste en la fiesta de tu hermanito?
–Ah… ese se lo di a una niña pobre, mamá.
–¿Regalaste ese vestido tan nuevo y tan bonito? –Sí, mamá, esa niña traía un vestido tan viejo, todo manchado y remendado… Yo pensé que se vería bonita si llevara mi vestido… Además, ¡a los pobres se les da lo mejor!, ¿no es cierto, mamá?
La madre no tuvo respuestas, pero le agradaba que su hija fuera generosa con los más necesitados. Esta sensibilidad por el prójimo, especialmente por los pobres, se acentuó cuando su padre, que era un acaudalado hombre de negocios de Granada, fue estafado y quedó en la ruina. En 1910 las Hijas de María Auxiliadora habían llegado a Nicaragua. Cuando tuvo la edad, María ingresó al Colegio María Auxiliadora, donde hizo su Primera Comunión. Desde entonces, sintió que Jesús estaba con ella y que nunca la abandonaría.
Movida por un profundo deseo de enseñar a los niños a amara a Jesús y a María y en respuesta al llamado de Dios, María viajó al vecino país de El Salvador, donde las Hijas de María Auxiliadora tenían su casa de formación. Durante este período, María afianzó su confianza en Jesús y en la Virgen. Estaba segura de la Madre Auxiliadora la iba a ayuda, en todo lo que emprendiese por el bien de los demás. María profesa en 1923 como Hija de María Auxiliadora y regresa a Nicaragua, al colegio donde ella había estudiado. Todos recuerdan su carácter alegre y una curiosa libreta donde anotaba pensamientos que, al azar, leía a las niñas de la escuela. Este bloc de notas, iniciado en 1924 y que cobija sus sentimientos y frases y pensamientos de autores cristianos como San Juan de la Cruz , Santa Catalina de Siena, San Agustín y Santa Teresa de Jesús, es hoy un libro llamado “Escritos Espirituales”.
En 1931, María es destinada a la comunidad del Colegio María Auxiliadora de la ciudad de San José, la capital de Costa Rica, país que llegó a ser su segunda patria, tras 46 años de misión en esa tierra. En esta casa, María estaba a cargo del coro (era maestra de música y canto) y enseñaba a las niñas a dibujar y pintar. El día que se enfrentó a su primera clase, las alumnas no la querían y se escondieron entre los muebles del aula. Pero a María no le importó. Empezó a tocar el piano y la melodía convenció a las niñas. Un día, una hermana de su comunidad le comentó: “Mis alumnas, en mi clase, se comportan como en misa”. Y María le respondió: “Pues en mi clase, mis alumnas se portan como al salir de la misa… una algarabía”. Ella era como sus alumnas: alegre, divertida, honesta, bondadosa. Observando cómo los protestantes iban casa por casa, predicando por las calles de San José, María invitó a las niñas del coro y a las alumnas del colegio a ir también a las casas de los barrios más pobres, llevando la Buena Noticia y difundiendo la devoción a María Auxiliadora. Este grupo fue bautizado como las “misioneritas”. María también organizó varios Oratorios festivos en San José y en los pueblos de los alrededores. Las “misioneritas” colaboraban en la animación y en la catequesis.
Un día estaba María visitando un cafetal con sus “misioneritas” y dijo: “Aquí construiré mi casa”. Dejó caer una medalla y dijo su frase favorita: “Dios proveerá”. En ese mismo lugar, tras organizar rifas, hacer peticiones y pedir un préstamo, levantó la Casa de María Auxiliadora o Casa de la Virgen. Esta casa fue destinada como hogar para personas pobres. Allí también se montó un dispensario y un consultorio de atención médica gratuita para pacientes sin recursos económicos, y una escuela para niños de la calle. La audacia creativa que animaba a la Hermana María se apoyaba en una fe viva y en una gran confianza en la ayuda de María, su Reina. La Hermana María era también una buena consejera. A ella acudían las personas y a todas les daba una palabra y agua bendita. Una vez llegó un señor que venía a contarle que su hijo había tenido un accidente y se había fracturado la cabeza, por lo que era muy difícil que pudiera seguir viviendo. María le dio “el agua de la Virgen” para que le pusiera a su hijo o se la hiciera tomar y le recomendó que rezara los “quince sábados a la Virgen”, unas oraciones que María recomendaba a menudo. El creyente debía comulgar cada sábado al pedir la gracia que necesitaba. Al tiempo, llegó el señor con su hijo recuperado. La fama del “agua milagrosa” que entregaba la Hermana María a los pobres y enfermos fue creciendo. Aún hoy acuden a las obras de María en busca de agua bendita.
La gente acudía tanto a ver a María que, a veces, se agotaba de tantas personas que llegaban a buscarla en busca de consejos y oraciones. Su popularidad y credibilidad como mujer pública crecían. En 1968 fue declarada Mujer del Año por la Unión de Mujeres Americanas. Un año más tarde, viajó a Italia para hablar de sus obras. María soñaba con construir casas para las familias más necesitadas. Con la ayuda de personas generosas, creó la Asociación de Ayuda a los Necesitados (Asayne). En poco tiempo logró comprar unos terrenos y luego construyó casitas que daba a la gente que no tenía un techo con la condición de que vivieran como buenos cristianos. Así se fundaron varias “ciudadelas de María Auxiliadora” en San Gabriel de Aserrí, en Lomas de Desamparados de San José y en la Urbanización Santa Teresita de Aserrí.
Además de la Casa María Auxiliadora, la Hermana María también creó la Casa Maín, dedicada a acoger a mujeres jóvenes que viven en la calle. Con más de 75 años cumplidos, la Hermana María estaba cansada y muy enferma. Su superiora le sugirió un descanso en Nicaragua, su tierra natal. Su familia le consiguió una casa frente al mar en Las Peñitas, en la ciudad de León. María siempre decía que quería morir frente al mar, en el momento en que el sol se ponía. Al despedirse de las hermanas en San José, les dijo que ya no volvería a ver el Sagrario de la capilla, que con tanto amor construyó para la Virgen. Se fue a Nicaragua. Ya en la casa de Las Peñitas, junto con algunas hermanas y familiares, una tarde se fue a descansar. Cuando vieron que no regresaba para comer, fueron a buscarla y la encontraron ya muerta. Murió, como había deseado, viendo a Jesús, su “Divino Sol” como lo llamaba, en cada gota del océano Pacífico. Era el 7 de julio de 1977. Los funerales fueron en San José de Costa Rica. Centenares de personas acudieron al entierro. “Se puede decir que más que un funeral, era la procesión de un santo, de una santa, porque esa era la forma en que toda la gente pensaba de Sor María”, se asegura su biografía. Sus restos descansan en San José, junto a la gran obra que ella fundó. Para muchos, María fue todo un “Don Bosco”, pero en versión femenina. Su memoria se celebra el 7 de julio.
Sitio web oficial: http://www.sormariaromero.org/
“Las almas se ganan con las rodillas”
San Francisco de Sales, hijo de los marqueses de Sales, nació en Saboya en 1567. Se educó en Annecy, en París y en Padua. En 1593 es ordenado sacerdote. Pasa largas horas de oración. “Las almas se ganan con las rodillas”, afirmaba. Atiende confesiones, predica, asiste a todos los necesitados.Su celo apostólico no tenía fronteras. La provincia de Chablais había caído bajo el protestantismo. Hacia allí se dirige con su primo Luis para devolver aquellas ovejas al redil. Fue un trabajo paciente y costoso. Redactaba unas hojas sueltas, las célebres “Controversias”, que luego llegaban hasta los protestantes. Así le leerían los que no acudían a oírle.A él se debe la conversión de más de sesenta mil calvinistas. El obispo Granier, que ve los frutos de la predicación de Francisco, lo recomienda como su sucesor. En 1603 fue consagrado obispo. Multiplicó su tarea apostólica: catequesis, predicación, sínodos diocesanos. Las dificultades eran numerosas, entre otras, la situación de la diócesis, que comprendía zonas de Saboya, Francia y Suiza.
Era obispo titular de Ginebra, pero desde la rebelión protestante los obispos residían en Annecy. Un día, Enrique IV, rey de Francia, le ofreció un rico obispado. Francisco contestó: “Me he casado con una mujer pobre. No puedo dejarla por otra más rica”. Uno de sus más fecundos apostolados fue el de la pluma: “Tratado del amor de Dios”, “El arte de aprovechar nuestras faltas”, “Cartas”, “Controversias” y –quizá su mejor libro, de perenne actualidad– “Introducción a la vida devota”, que comprende una serie de normas para santificarse en el mundo.Francisco se encontró en su camino con un alma excepcional, Santa Juana Fremiot de Chantal. Entre los dos surgió una honda amistad, ejemplo típico de equilibrio afectivo entre dos almas que caminan hacia Dios. Juntos fundaron la Orden de la Visitación, que consiguió pronto óptimos frutos.En París se encontró con Vicente de Paúl, que diría después: “¡Qué bueno será Dios, cuando tanta suavidad hay en Francisco!”. Vuelve a su diócesis y al llegar a Lyon se sintió desfallecer. Allí rindió su alma con la calma y serenidad de toda su vida. Era el 28 de diciembre de 1622, a los 56 años de edad. Sus restos fueron trasladados a la catedral de Annecy.
Hoy reposan, cerca de la cofundadora, en el monasterio de la Visitación, que domina el bello paisaje del lago y la ciudad. Canonizado en 1665, fue declarado Doctor por Pío IX en 1877.Es el santo de la dulzura, el apóstol de la amabilidad, a pesar de su fuerte temperamento.
La influencia de San Francisco de Sales en la espiritualidad ha sido enorme. Cuando San Juan Bosco buscó un protector para su familia religiosa, lo encontró en él y por eso su obra se llama salesiana. San Francisco es patrono de los periodistas católicos. Su fiesta se celebra el 24 de enero.
“La ayuda del Señor es indispensable, pero la fe no puede ser separada de una actividad constante y de una tensión personal a la perfección, que debe tener como meta el asimilarse a Jesús en su humildad, en su caridad, en su paciencia”
Beatificación 20-11-1938
Canonización 24-6-1951
María Dominga Mazzarello nació en Mornés (Alessandría, norte de Italia) el 9 de mayo de 1837, en el seno de una familia numerosa, primogénita de diez hijos. Influenciada por este entorno, desde pequeña aprendió a abrirse al diálogo y a la colaboración. Creció en un clima sereno, armónico, humilde y feliz, entre gente sencilla, en un ambiente de espera paciente de las estaciones, en contacto con la naturaleza y dedicada a las tareas agrícolas. Sus padres fueron buenos educadores. Su madre, Magdalena Calcagno, era de carácter alegre y comunicativo. De ella recibió la formación femenina, acorde con las costumbres de la época, dedicada al trabajo doméstico y al cuidado de los hermanos. Pero fue de su padre, José Mazzarello, de quien recibió una sólida formación que la condujo a la asimilación de los valores humanos y cristianos. De él aprendió a mirar la vida con realismo concreto, sereno, a trabajar con sacrificio y esperanza, a descubrir el sentido de las cosas, de los acontecimientos, el significado de la vida del hombre y de su propia vida.
Con su presencia paterna y sus intervenciones oportunas, le reveló a su hija la figura del verdadero educador. Otra influencia decisiva en la vida de María fue Don Domingo Pestarino, su asesor espiritual, quien ratificó la educación recibida de su padre y, durante veintisiete años, la orientó hacia una verdadera formación espiritual. A los 15 años, por invitación de Ángela Maccagno, ingresó al primer grupo de la Pía Unión de las Hijas de la Inmaculada. La pertenencia a esta asociación le dio la oportunidad de profundizar la devoción mariana. La Virgen se convirtió en el ideal de vida consagrada y apostólica. Entonces su compromiso se intensificó y se extendió a las jóvenes, a las madres de familia y a los enfermos del pueblo. A los 23 años, después de haber asistido a sus familiares enfermos de tifus, contrajo la enfermedad. Nunca más volvió a ser la misma de antes, no recuperó sus fuerzas físicas y este acontecimiento la llevó a decidir un cambio de actividad: ya no sería campesina, sino modista. Esta decisión fue más que una simple elección. Fue el origen de una nueva misión: la de vivir para Dios, haciendo el bien a las jóvenes y mujeres del pueblo.
Un encuentro trascendente se produjo en el otoño de 1864, cuando Don Bosco (1815-1888), que había creado la congregación Salesiana en 1859 en Turín, llegó a Mornés de vacaciones con sus muchachos. Las Hijas de la Inmaculada se encargaron de prepararlo todo para recibirlos. María quedó impresionada por la personalidad del sacerdote. “Don Bosco es un santo y yo lo siento”, dijo a sus compañeras. Los datos aportados por la historia permiten afirmar que el grupo de Mornés no fue el único que tuvo en cuenta Don Bosco para orientarse en la fundación de un instituto religioso femenino, aunque finalmente se decidió por él. En las Hijas de la Inmaculada de Mornés, el santo encontró un grupo con experiencia de vida en común, receptivo al espíritu salesiano y con una inserción vital en la sociedad decidida a dedicarse a la promoción del pueblo y especialmente de la mujer.
El 5 de agosto de 1872, María Mazzarello y sus otras compañeras profesaban sus primeros votos religiosos: nacía entonces el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Como superiora fue una hábil formadora y maestra en la vida espiritual. Tenía el carisma de la alegría serena, irradiando gozo e implicando a otras jóvenes en el empeño de dedicarse a la educación de la mujer. Cuando la Madre Mazzarello muere en Nizza Monferrato, el 14 de mayo de 1881, el Instituto tiene sólo nueve años de historia pero 26 casas, 166 hermanas, 50 novicias y 22 postulantes. Sus restos se veneran en la Basílica de María Auxiliadora en Turín. Su fiesta se celebra el 13 de mayo.
ORACIÓN A SANTA MARÍA D. MAZZARELLO
A ti recurro, Santa María Dominga Mazzarello,
para obtener la gracia que necesito,
si es conforme a la santa Voluntad de Dios….
(Se dice la gracia que se desea alcanzar).
Habla tú en mi favor al Corazón purísimo de tu potente Auxiliadora
y al Corazón Eucarístico de tu Celestial Esposo Jesús,
y haz que a imitación tuya sea siempre digna de Jesús y de María.
Así Sea.
“Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre muy alegres”
Beatificación 5-3-1950
Canonización 12-6-1954
Domingo Savio nace el 2 de abril de 1842 en San Juan de Riva, cerca de Chieri, Turín, Italia. En su Primera Comunión, a los 7 años, esboza su proyecto de vida: “Me confesaré con frecuencia y haré la comunión todas las veces que el confesor me dé permiso. Quiero santificar los días festivos. Mis amigos serán Jesús y María. La muerte antes que pecar”. A los 12 años es acogido en el Oratorio de Turín por Don Bosco, a quien le pide que le ayude a hacerse santo. Sencillo, sereno y alegre, ponía gran empeño en sus deberes como estudiante y en ayudar a sus compañeros, enseñándoles el catecismo, asistiendo a los enfermos, poniendo paz en las peleas… Un día le dijo a un compañero recién llegado al Oratorio: “Tienes que saber que nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre muy alegres. Intentamos sólo evitar el pecado, como un gran enemigo que nos roba la gracia de Dios y la paz del corazón, y cumplir exactamente nuestros deberes”.
Muy fiel a su programa de trabajo, sostenido por una intensa participación en los sacramentos y por una gran devoción a María, alegre en el sacrificio, fue colmado por Dios de dones y carismas. El 8 de diciembre de 1854, proclamado el dogma de la Inmaculada por Pío IX, Domingo se consagró a María y comenzó a avanzar rápidamente en la santidad. En el 1856 fundó entre sus amigos la Compañía de la Inmaculada para una acción apostólica de grupo. Mamá Margarita, que había llegado a Turín para ayudar a su hijo, un día le dijo a Don Bosco: “Tu tienes muchos jóvenes buenos, pero ninguno supera el buen corazón y el alma de Domingo Savio. Lo veo siempre rezar, permaneciendo en la iglesia después que los otros. Cada día se va del recreo para hacer una visita al Santísimo Sacramento. Está en la iglesia como un ángel que demora en el paraíso”. Murió en Mondonio el 9 de marzo de 1857. Sus restos se veneran en la Basílica de María Auxiliadora en Turín. Su fiesta se celebra el 6 de mayo. El Papa Pío XI lo definió como un “pequeño, pero grande gigante del Espíritu”. Es el patrono de los “niños cantores”.
“Cuida mucho a los exalumnos, son nuestra corona, o si prefieres, nuestra misma razón de existir, porque al ser una Congregación educadora es evidente que no formamos para el colegio, sino para la vida”
Inicio del proceso 5-11-1947
Venerable 3-1-1987
Beatificación 29-4-1990
Nace el 28 de mayo de 1856 en Lu Monferrato (Alessandria, Italia). A los 21 años se plegó a la obra de Don Bosco. Ordenado sacerdote, recibió la misión de formar a los aspirantes y novicios. En 1889 Don Miguel Rua lo envió como director a Sarriá (Barcelona, España). Llamado después a ser inspector, contribuyó de modo decisivo al desarrollo de la “España salesiana”. Nombrado vicario general de la congregación, reveló aún más sus dones de padre y su riqueza de iniciativas: cuidado de las vocaciones, formación de centros de asistencia espiritual y social para jóvenes obreras, creación de empresas editoriales, guía y ayuda para las Hijas de María Auxiliadora. Dio un gran impulso a los salesianos cooperadores. Instituyó las Federaciones Mundiales de los Exalumnos y de las Exalumnas (1908).
Desde 1907 hasta 1917, Don Felipe Rinaldi, director del oratorio de las Hijas de María auxiliadora en Valdocco, Turín, trabaja intensamente junto a las hermanas en la formación espiritual y humana de las jóvenes. Algunas expresan el deseo de consagrarse a Dios en el mundo. Nace así, en 1917, la asociación “Celadoras de María Auxiliadora”, semilla del instituto secular de las Voluntarias de Don Bosco, instituido en 1959. Felipe Rinaldi fue elegido Rector Mayor de los Salesianos, tercer sucesor de Don Bosco, el 24 de abril de 1922, función que desempeñó hasta el 5 de diciembre de 1931.
“A Don Rinaldi le falta sólo la voz de Don Bosco, todo lo demás lo tiene”, dijo Don Francesia. Empeñó todas sus energías en adaptar el espíritu de Don Bosco a los tiempos. Cultivador de salesianidad y maestro de vida espiritual, reanimó la vida interior de los salesianos, la absoluta confianza en Dios, la ilimitada confianza en María Auxiliadora. Pidió al Papa Pío XI la indulgencia del “trabajo santificado”. Cuidó las misiones enviando muchos jóvenes para que aprendieran el idioma y las costumbres para una evangelización más inculturada. Murió el 5 de diciembre de 1931. Sus restos se veneran en la cripta de la Basílica de Turín. Su memoria se celebra el 5 de diciembre.
“Jesucristo, que es la sabiduría infinita, utilizó las palabras y el lenguaje que habían adoptado para el uso diario la gente a quien se dirigía. Hagamos nosotros lo mismo.”
Beatificación 3-5-1925
Canonización 22-6-1947
José Cafasso nació en Castelnuovo d’ Asti (Italia) en 1811. Hijo de pequeños terratenientes, fue el tercero de cuatro hijos, de los cuales la última, Mariana, sería la madre del beato Padre José Allamano. Cursó sus estudios teológicos en el seminario de Chieri y en 1833 fue ordenado sacerdote. Cuatro meses más tarde se estableció en el “Convitto Ecclesiastico”, para perfeccionar su formación sacerdotal y pastoral. José estudió y profundizó a San Francisco de Sales, inspiración que luego trasmitiría especialmente a un estudiante: Juan Bosco. Cafasso, su director espiritual entre 1841 y 1860, contribuyó a formar y orientar la personalidad y la espiritualidad de Don Bosco. Fue típica de su enseñanza la valoración del deber diario como un camino hacia la santidad. Como también atestiguó el fundador de los salesianos, “la extraordinaria virtud de Cafasso fue la de practicar constantemente y con fidelidad maravillosa las virtudes ordinarias”. Su principal apostolado consistió en el acompañamiento espiritual a los encarcelados y a aquellos condenados a muerte. Cafasso sostuvo aún materialmente a Don Bosco y a la congregación salesiana desde sus inicios. Después de una breve enfermedad, murió el 23 de junio de 1860, cuando tenía 49 años. Fue beatificado en 1925 y canonizado por Pío XII en 1947, quien lo reconoció como un “modelo de vida sacerdotal, padre de los pobres, consuelo de los enfermos, alivio de los prisioneros y salvador de los condenados al patíbulo”.
“¡Hay que rezar! ¡Valemos, por lo que rezamos! ¡Y en la medida que rezamos, creceremos!”
Beatificación 26-10-1980
Canonización 16-5-2004
Luis Orione nació el 23 de junio de 1872 en Pontecurone (Italia). Siendo joven, ayudaba a su padre en el arreglo de caminos, hasta que cumplió 13 años. Luis quería estudiar para ser sacerdote y fue recibido en el monasterio franciscano de Voghera, pero lo dejó por una grave pulmonía. Fue entonces aceptado en el Colegio de Valdocco, donde conoció a Don Bosco, que por entonces era ya anciano. Tuvo el privilegio de confesarse con él y, después de haber escrito tres cuadernos enteros de pecados, vio que el santo los rompió, diciéndole, entre otras cosas: “Siempre seremos amigos”. En Turín Luis respiró el espíritu salesiano y conoció la obra del Cottolengo. En 1889 inició sus estudios de filosofía en el seminario de Tortona. En 1892, cuando todavía era un clérigo, inauguró un oratorio en Tortona y al año siguiente, un colegio. En 1895 fue ordenado sacerdote. Empezó a fundar obras a través de toda Italia y en 1903 el obispo de Tortona reconoció la congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1915 fundó la rama femenina, las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, a las que se agregaron, en 1927, las Hermanas Adoratrices y luego las Hermanas Contemplativas de Jesús Crucificado. Más tarde fundó un instituto secular y un movimiento laical. Don Orione murió en 1940. Juan Pablo II lo beatificó en 1980 y lo canonizó en mayo de 2004.
“Dios mío, quiero amarte y servirte toda mi vida: te doy mi alma, mi corazón, toda mi vida”
Inicio del proceso 19-9-1955
Venerable 5-6-1986
Beatificación 3-9-1988
Laura Carmen Vicuña nació en Santiago (Chile) en el 5 de abril de 1891. Su infancia estuvo marcada por la ausencia del padre, José Domingo Vicuña, militar. En 1899, su madre, Mercedes Pino, decide emigrar hacia Argentina junto con sus hijas Laura y Julia Amanda. En 1900 Laura fue acogida en el colegio de las Hijas de María Auxiliadora en Junín de los Andes (Neuquén, Argentina). Al año siguiente hizo su primera comunión. La pequeña Laura sufre al darse cuenta de que su madre se encuentra alejada de Dios por la situación de convivencia que mantiene con un lugareño, Manuel Mora. Su confesor y primer biógrafo, Don Crestanello, señaló: “Laura sufría en el secreto de su corazón… Un día decidió ofrecer su vida y aceptar con gusto la muerte, a cambio de la salvación de su madre. Me rogó que bendijera su ardiente deseo. Yo estuve perplejo largo tiempo”. Acentuó la ascesis y, con el consentimiento del confesor, abrazó con votos los consejos evangélicos. Debilitada por los sacrificios y la enfermedad (tuberculosis), a los doce años, murió en Junín de los Andes el 22 de enero de 1904. En la última noche dijo: “¡Mamá, yo muero!. Lo he pedido a Jesús desde hace tiempo ofreciéndole mi vida por ti, para obtener tu retorno a Dios… Mamá, antes de mi muerte, ¿no tendré la alegría de verte arrepentida?”. En el día del funeral de Laura, la madre vuelve a los sacramentos e inicia una nueva vida. Sus restos están en la capilla de las Hijas de María Auxiliadora en Bahía Blanca (provincia de Buenos Aires). El 3 de septiembre de 1988, el Papa Juan Pablo II la beatificó y la propuso a los jóvenes como modelo de coherencia evangélica llevada hasta la entrega del don de la vida, por una misión de salvación. Su memoria se celebra el 22 de enero.
ORACIÓN DE LA JOVEN A LA BEATA LAURA VICUÑA
Nos dirigimos a ti, Laura Vicuña, a quien la Iglesia nos presenta como modelo de adolescente, testigo valiente de Cristo.
Tú que fuiste dócil al Espíritu Santo y te alimentaste con la Eucaristía, suplícanos de Dios las gracias que con confianza pedimos.
Otórganos una fe firme, pureza intrépida, fidelidad al deber de cada día, fortaleza para vencer los engaños del egoísmo y del mal.
Haz que nuestra vida, como la tuya, estéabierta por completo a la presencia de Dios, a la confianza en María y al amor fuerte y generoso hacia los demás. Amén.
Sitios oficiales:
http://www.hma.cl/laura/
http://www.ceslaura.com.ar
http://www.fundacionlauravicuna.cl/
“Creí, prometí, sané”
Inicio del proceso 7-4-1979
Venerable 7-7-1997
Beatificación 14-4-2002
Artémides Zatti nació en Boretto (Regio Emilia, Italia) el 12 de octubre de 1880. Su familia, empujada por la pobreza, emigró a Argentina en 1897 y se estableció en la ciudad de Bahía Blanca, donde Artémides comenzó a frecuentar la parroquia dirigida por los salesianos. A los 20 años ingresa como aspirante en la casa de formación de los salesianos, en Bernal. Le fue confiado el cuidado de un joven sacerdote tuberculoso. Artémides contrajo también la enfermedad. Fue enviado en 1902 al hospital de San José, en Viedma. Aquí fue particularmente seguido por el sacerdote y médico empírico Evaristo Garrone. Junto a él, pide y obtiene de María Auxiliadora la gracia de la curación con la promesa de dedicar toda su vida al cuidado de los enfermos. En 1908, habiendo recuperado la salud, es admitido a ingresar en la congregación salesiana como hermano coadjuntor. Comienza a ocuparse de la farmacia anexa al hospital. Tras la muerte del Padre Garrone, quedó a cargo del hospital, que llegó a ser el campo de su santidad. Tuvo una entrega absoluta a los enfermos: “A las 4.30, levantarse. Meditación y Santa Misa. Visita a todos los pabellones. Después, en bicicleta, visita a los enfermos esparcidos por la ciudad. Después de la comida, entusiasta partida de bolos con los convalecientes. Desde las 14 a las 18, nueva visita a los enfermos internos y externos del hospital. Hasta las 20 trabajaba en la farmacia. Otra visita a los pabellones. Hasta las 23, estudio y lecturas ascéticas. Luego, descanso en permanente disponibilidad a cualquier llamada”. En 1913 fue animador de la construcción del nuevo hospital que, a pesar suyo, fue derribado para dar lugar a la sede episcopal de la naciente diócesis de Viedma. En 1950 se cae de una escalera y es obligado al reposo. Después de unos meses se manifestaron los síntomas de un cáncer. Murió el 15 de marzo de 1951. Sus restos reposan en la capilla de los salesianos en Viedma. Se lo recuerda como “el enfermero santo de la Patagonia”.Su memoria se celebra el 15 de marzo.
“Madre mía, Virgen María haced que yo salve el alma mía”
Beatificación 29-10-1972
Nace en Turín (Italia) el 9 de junio de 1837. Es el último de nueve hijos. Entró en el Oratorio de Valdocco, Turín, en 1852. Un día Don Bosco le dijo: “Nosotros dos haremos todo a medias”. Estuvo entre los primeros a quienes Don Bosco propuso integrar la Sociedad Salesiana. Durante 36 años fue su colaborador más íntimo en todas las etapas del desarrollo de la congregación. Profesó en 1855. Fue el primer director espiritual de la sociedad a los 22 años (1859), sacerdote en 1860, primer director del colegio de Miravello a los 26 años (1863-1865), vicario de Valdocco (700 alumnos) y de la sociedad, administrador de las “Lecturas Católicas”, encargado de la formación (1869) y del personal, director general de las Hijas de María Auxiliadora (1875), acompañaba a Don Bosco en sus viajes… Por una explícita petición del fundador, en 1884, el Papa León XIII lo destinó a ser el primer sucesor de Don Bosco y lo confirmó Rector Mayor de los Salesianos en 1888, función que desempeñó hasta el 6 de abril de 1910. Considerado como “regla viviente” por su austera fidelidad, Don Rua mostró una paternidad llena de delicadezas, tanto que fue definido como “un soberano de la bondad”. Con el aumento de los hermanos y el desarrollo de las obras, envió a los salesianos por todo el mundo, cuidando en particular las expediciones misioneras. En los largos viajes realizado para visitar las obras salesianas en Europa y en Oriente Medio, confortaba y animaba, siempre apelando al fundador: “Don Bosco decía… Don Bosco hacía… Don Bosco quería…” Cuando murió, el 6 de abril de 1910, a los 73 años, la congregación había pasado de 773 a 4.000 salesianos, de 57 a 345 casas, de 6 a 34 inspectorías en 33 países. Al beatificarlo, el Papa Pablo VI afirmó: “La Familia Salesiana ha tenido en Don Bosco el origen y en Don Rua la continuidad… Él ha hecho del ejemplo del santo una escuela, de su regla un espíritu, de su santidad un modelo. Ha hecho del manantial un río”. Sus restos se veneran en la cripta de la Basílica de Maria Auxiliadora, Turín. Su memoria se celebra el 29 de octubre.
“Rogad por mí para que pueda curarme y llegar a ser sacerdote… si es la voluntad del Señor”
Inicio del proceso 6-12-1926
Venerable 12-7-1982
Beatificación 11-11-2007
Ceferino Namuncurá nació el 26 de agosto de 1886 en Chimpay, un pequeño poblado del valle medio del río Negro, en el sur de Argentina. El indígena era hijo de Manuel Namuncurá, un cacique mapuche que dominó extensos territorios hasta que fue acorralado por la avanzada militar argentina, que diezmó ese pueblo aborigen. Ya sin fuerzas, el cacique se rindió en 1884 y fue nombrado coronel del Ejército argentino, mientras su tribu era obligada a trasladarse de la Cordillera de los Andes a la inhóspita Chimpay. Ceferino Namuncurá fue bautizado en 1888, pero también fue criado en las creencias de un pueblo profundamente religioso. A los 3 años de edad, cayó a un río y fue arrastrado violentamente por la corriente, pero logró volver a la orilla, un hecho que fue considerado milagroso por su tribu. A los 11 años y viendo la postración de su tribu, Ceferino pidió a su padre que lo enviara a estudiar para “ser útil” a su gente.
En 1887 el niño ingresó en Buenos Aires en el colegio Pío IX, de los salesianos. En la escuela, Ceferino Namuncurá estudió con tenacidad el español y el resto de materias de su curso, además de integrarse en el coro, donde coincidió con un joven que años después se convertiría en el actor y cantor de tangos Carlos Gardel. Por lo demás, y aunque la mayoría de sus compañeros le respetaban y apreciaban, no fueron pocos los gestos de desdén y burla que tuvo que soportar por su condición indígena. Mientras se formaba, el adolescente demostró una inclinación especial por el Evangelio de Jesucristo que más tarde cristalizaría en una decidida vocación por el sacerdocio. Pero Ceferino halló el primer escollo a su vocación en su propia condición de “hijo natural”, que por entonces era un impedimento para la carrera eclesiástica. La madre de Ceferino, Rosario Burgos, fue desterrada cuando Manuel, que como cacique tenía el “privilegio” de tener varias mujeres, se convirtió al cristianismo y optó por casarse con otra mujer. Ceferino también tuvo que afrontar una enfermedad que le impedía ingresar en la orden salesiana. Afectado por la tuberculosis, el joven fue enviado en 1902 a una escuela en Uribelarrea y un año después a otra en Viedma, donde comenzó a formarse junto a un grupo de aspirantes a salesianos. Pero su salud empeoró y cuando el grupo de novicios debió mudarse a otra ciudad para seguir con su formación, Ceferino fue obligado a despedirse de sus compañeros “con la cabeza inclinada, triste y conteniendo las lágrimas”, reseña su biografía. El obispo salesiano Juan Cagliero, vicario apostólico de la Patagonia, decidió entonces llevar a Ceferino Namuncurá a Roma para buscar una cura a su enfermedad. En 1904 el aborigen argentino fue recibido en audiencia por el papa Pío X, quien quedó admirado por su educación y sencillez. Su salud continuó empeorando y el 11 de mayo de 1905, cuando aún no había cumplido los 19 años, Ceferino murió en el hospital romano “Fratebenefratelli”. Sus restos fueron repatriados a Argentina en 1924. La causa para la canonización comenzó en 1947, pero años antes la devoción popular ya le había concedido un lugar de privilegio al “lirio de la Patagonia”.
En 1972 fue declarado “venerable” por el papa Pablo VI, mientras que el 6 de julio de 2007 Benedicto XVI aprobó el decreto por el que se reconoce un milagro hecho por su intercesión y que habilita su beatificación. El milagro atribuido a Ceferino data del 2000, cuando una mujer argentina de 24 años pidió intensamente su intercesión ante Dios para salvarla de un cáncer de útero y se curó, hecho que no pudo ser explicado por los médicos que la trataron. La ceremonia de beatificación fue celebrada en Chimpay el 11 de noviembre de 2007. El día del beato Ceferino se celebra el 26 de agosto.
ORACIÓN A CEFERINO NAMUNCURÁ
Señor Jesús,
te damos gracias por haber llamado a la vida y a la fe
al peñi Ceferino, hijo de los pueblos originarios de América del Sur.
Él, alimentándose con el Pan de Vida,
supo responderte, con un corazón entero,
viviendo siempre como discípulo y misionero del Reino.
Él quiso ser útil a su gente, abrazando tu Evangelio
y tomando cada día su cruz para seguirte
en los humildes hechos de la vida cotidiana.
Te pedimos por su intercesión que te acuerdes
de los que todavía peregrinamos en este mundo
(pedimos en silencio las intenciones que cada uno trae en el corazón)
Que también nosotros podamos aprender de él:
su amor decidido a la familia y a la tierra,
la entrega generosa y alegre a todos los hermanos,
su espíritu de reconciliación y comunión.
Para que un día celebremos
junto a él y todos los santos
la Pascua eterna del cielo.
Amén.
Inicio del proceso 8-2-1995
Margarita Occhiena nació el 10 de abril de 1788 en Capriglio (Asti, Italia). Vivió en su casa hasta casarse con Francisco Bosco. Más tarde, se trasladó a Becchi. Después de la muerte prematura de su marido, Margarita, con 29 años, tuvo que sacar adelante a su familia ella sola, en un tiempo de hambruna cruel. Cuidó de la madre de Francisco y de su hijo Antonio, a la vez que educaba a sus propios hijos, José y Juan.
Mujer fuerte, de ideas claras, decidida en sus opciones, observaba un estilo de vida sencillo y hasta severo. Se mostraba, sin embargo, amable y razonable en cuanto se refería a la educación cristiana de sus hijos. Educó a tres chicos de temperamento muy diferente sin mortificar jamás al ninguno de ellos ni intentar igualarlos a los tres. Con un cariño especial acompañó a su hijo Juan en su camino hacia el sacerdocio y fue entonces, a sus 58 años, cuando abandonó su casita del Colle y le siguió en su misión entre los muchachos pobres y abandonados de Turín (1848). Aquí, durante diez años, madre e hijo unieron sus vidas con los inicios del trabajo salesiano.
Ella fue la primera y principal cooperadora de Don Bosco y, con su amabilidad hecha vida, aportó su presencia maternal al Sistema Preventivo. Fue así como, aún sin saberlo, llegó a ser la “co-fundadora” de la Familia Salesiana, capaz de formar a tantos santos como Domingo Savio y Miguel Rua. Era analfabeta pero estaba llena de aquella sabiduría que viene de lo alto, ayudando, de este modo, a tantos niños de la calle, hijos de nadie. Consumió su vida en el servicio de Dios, en la pobreza, la oración y el sacrificio. Murió a los 68 años de edad, en Turín, el 26 de noviembre de 1856.
“¡Oh, Jesús! Enséñame a hablar, a trabajar, a vivir sólo en tu amor y por tu amor”
Inicio del proceso 18-11-1998
Beatificación 14-4-2002
María Romero Meneses nació el 13 de enero de 1902 en Nicaragua, más precisamente en Granada, una ciudad rodeada de montañas y engalanada por el gran Lago de Nicaragua. En este bello lugar vivió María hasta su primera juventud. Sus padres, Félix Romero y Ana Meneses, educaron a sus hijos en la vida de fe. Ana fue la segunda esposa de don Félix, a quien encontró viudo, con dos hijos y con 20 años de ventaja. María fue la segunda de doce hermanos. Según se cuenta, una vez Doña Anita le preguntó a la pequeña María:
–María, ¿qué hiciste con el vestido nuevo que estrenaste en la fiesta de tu hermanito?
–Ah… ese se lo di a una niña pobre, mamá.
–¿Regalaste ese vestido tan nuevo y tan bonito? –Sí, mamá, esa niña traía un vestido tan viejo, todo manchado y remendado… Yo pensé que se vería bonita si llevara mi vestido… Además, ¡a los pobres se les da lo mejor!, ¿no es cierto, mamá?
La madre no tuvo respuestas, pero le agradaba que su hija fuera generosa con los más necesitados. Esta sensibilidad por el prójimo, especialmente por los pobres, se acentuó cuando su padre, que era un acaudalado hombre de negocios de Granada, fue estafado y quedó en la ruina. En 1910 las Hijas de María Auxiliadora habían llegado a Nicaragua. Cuando tuvo la edad, María ingresó al Colegio María Auxiliadora, donde hizo su Primera Comunión. Desde entonces, sintió que Jesús estaba con ella y que nunca la abandonaría.
Movida por un profundo deseo de enseñar a los niños a amara a Jesús y a María y en respuesta al llamado de Dios, María viajó al vecino país de El Salvador, donde las Hijas de María Auxiliadora tenían su casa de formación. Durante este período, María afianzó su confianza en Jesús y en la Virgen. Estaba segura de la Madre Auxiliadora la iba a ayuda, en todo lo que emprendiese por el bien de los demás. María profesa en 1923 como Hija de María Auxiliadora y regresa a Nicaragua, al colegio donde ella había estudiado. Todos recuerdan su carácter alegre y una curiosa libreta donde anotaba pensamientos que, al azar, leía a las niñas de la escuela. Este bloc de notas, iniciado en 1924 y que cobija sus sentimientos y frases y pensamientos de autores cristianos como San Juan de la Cruz , Santa Catalina de Siena, San Agustín y Santa Teresa de Jesús, es hoy un libro llamado “Escritos Espirituales”.
En 1931, María es destinada a la comunidad del Colegio María Auxiliadora de la ciudad de San José, la capital de Costa Rica, país que llegó a ser su segunda patria, tras 46 años de misión en esa tierra. En esta casa, María estaba a cargo del coro (era maestra de música y canto) y enseñaba a las niñas a dibujar y pintar. El día que se enfrentó a su primera clase, las alumnas no la querían y se escondieron entre los muebles del aula. Pero a María no le importó. Empezó a tocar el piano y la melodía convenció a las niñas. Un día, una hermana de su comunidad le comentó: “Mis alumnas, en mi clase, se comportan como en misa”. Y María le respondió: “Pues en mi clase, mis alumnas se portan como al salir de la misa… una algarabía”. Ella era como sus alumnas: alegre, divertida, honesta, bondadosa. Observando cómo los protestantes iban casa por casa, predicando por las calles de San José, María invitó a las niñas del coro y a las alumnas del colegio a ir también a las casas de los barrios más pobres, llevando la Buena Noticia y difundiendo la devoción a María Auxiliadora. Este grupo fue bautizado como las “misioneritas”. María también organizó varios Oratorios festivos en San José y en los pueblos de los alrededores. Las “misioneritas” colaboraban en la animación y en la catequesis.
Un día estaba María visitando un cafetal con sus “misioneritas” y dijo: “Aquí construiré mi casa”. Dejó caer una medalla y dijo su frase favorita: “Dios proveerá”. En ese mismo lugar, tras organizar rifas, hacer peticiones y pedir un préstamo, levantó la Casa de María Auxiliadora o Casa de la Virgen. Esta casa fue destinada como hogar para personas pobres. Allí también se montó un dispensario y un consultorio de atención médica gratuita para pacientes sin recursos económicos, y una escuela para niños de la calle. La audacia creativa que animaba a la Hermana María se apoyaba en una fe viva y en una gran confianza en la ayuda de María, su Reina. La Hermana María era también una buena consejera. A ella acudían las personas y a todas les daba una palabra y agua bendita. Una vez llegó un señor que venía a contarle que su hijo había tenido un accidente y se había fracturado la cabeza, por lo que era muy difícil que pudiera seguir viviendo. María le dio “el agua de la Virgen” para que le pusiera a su hijo o se la hiciera tomar y le recomendó que rezara los “quince sábados a la Virgen”, unas oraciones que María recomendaba a menudo. El creyente debía comulgar cada sábado al pedir la gracia que necesitaba. Al tiempo, llegó el señor con su hijo recuperado. La fama del “agua milagrosa” que entregaba la Hermana María a los pobres y enfermos fue creciendo. Aún hoy acuden a las obras de María en busca de agua bendita.
La gente acudía tanto a ver a María que, a veces, se agotaba de tantas personas que llegaban a buscarla en busca de consejos y oraciones. Su popularidad y credibilidad como mujer pública crecían. En 1968 fue declarada Mujer del Año por la Unión de Mujeres Americanas. Un año más tarde, viajó a Italia para hablar de sus obras. María soñaba con construir casas para las familias más necesitadas. Con la ayuda de personas generosas, creó la Asociación de Ayuda a los Necesitados (Asayne). En poco tiempo logró comprar unos terrenos y luego construyó casitas que daba a la gente que no tenía un techo con la condición de que vivieran como buenos cristianos. Así se fundaron varias “ciudadelas de María Auxiliadora” en San Gabriel de Aserrí, en Lomas de Desamparados de San José y en la Urbanización Santa Teresita de Aserrí.
Además de la Casa María Auxiliadora, la Hermana María también creó la Casa Maín, dedicada a acoger a mujeres jóvenes que viven en la calle. Con más de 75 años cumplidos, la Hermana María estaba cansada y muy enferma. Su superiora le sugirió un descanso en Nicaragua, su tierra natal. Su familia le consiguió una casa frente al mar en Las Peñitas, en la ciudad de León. María siempre decía que quería morir frente al mar, en el momento en que el sol se ponía. Al despedirse de las hermanas en San José, les dijo que ya no volvería a ver el Sagrario de la capilla, que con tanto amor construyó para la Virgen. Se fue a Nicaragua. Ya en la casa de Las Peñitas, junto con algunas hermanas y familiares, una tarde se fue a descansar. Cuando vieron que no regresaba para comer, fueron a buscarla y la encontraron ya muerta. Murió, como había deseado, viendo a Jesús, su “Divino Sol” como lo llamaba, en cada gota del océano Pacífico. Era el 7 de julio de 1977. Los funerales fueron en San José de Costa Rica. Centenares de personas acudieron al entierro. “Se puede decir que más que un funeral, era la procesión de un santo, de una santa, porque esa era la forma en que toda la gente pensaba de Sor María”, se asegura su biografía. Sus restos descansan en San José, junto a la gran obra que ella fundó. Para muchos, María fue todo un “Don Bosco”, pero en versión femenina. Su memoria se celebra el 7 de julio.
Sitio web oficial: http://www.sormariaromero.org/