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20 de noviembre, 2014

Y ahora, pensando en Luciano

En el número anterior del Boletín Salesiano, escribí una columna sobre la cobertura que los medios hacían de la desaparición de Melina Romero. Cuando el Boletín ya estaba en la imprenta se hacía público el macabro hallazgo de su cuerpo: Melina era encontrada muy cerca de donde antes había sido buscada sin éxito.

Casi al cierre de esta edición, una nueva noticia nos causaba espanto: después de cinco años de búsqueda y de reclamo incesante, el cuerpo de Luciano Arruga era encontrado en una tumba sin identificar en el cementerio de la Chacarita. Con claridad y valentía, como lo fue haciendo en todos estos años, su familia exigía que ahora que el cuerpo de Luciano había sido recuperado, comenzara la búsqueda de la verdad.

¿Que pudo haber pasado con Luciano? Hay al menos dos posibilidades: negligencia o encubrimiento. En el caso que Luciano haya sido realmente atropellado, cabe la pregunta de cómo es posible que ninguna de todas las personas que intervinieron jamás hayan sospechado que ese joven NN era Luciano. O nadie tuvo la capacidad de reparar en el por qué estaba desfigurado —cosa que el informe de la autopsia niega— o realmente no le importó realmente a ninguno de los involucrados. Cuesta creer tanta negligencia en tanta gente.

La otra hipótesis es la del encubrimiento. Para descartarla tendrán que declarar todos los que intervinieron ese día, en los distintos momentos de la agonía que Luciano sufrió hasta su muerte. Y si alguien cree que esta posibilidad es muy fantasiosa, recomiendo ver la película “Rati horror show” de Enrique Piñeyro sobre “la masacre de Pompeya”.

En el Evangelio de Juan, Jesús proclama que “la verdad nos hace libres” (Jn. 8, 38). Intentar ponerse en la situación de la familia de Luciano es reclamar, como su hermana Vanesa, la verdad. Porque la sensación de que la Justicia parece ausentarse cuando se trata de los pobres sólo puede revertirse con la verdad de lo ocurrido desde que Luciano entró a ese patrullero hasta el día de hoy.

¿Qué hechos conocemos en nuestros lugares similares a los de Luciano o de Melina? ¿En qué situaciones desconfiamos de las informaciones oficiales que nos brindan los medios o las autoridades? Sumar nuestras voces en este pedido de verdad y justicia es una de las maneras de hacer presente a Don Bosco durante este Bicentenario: defendiendo sus vidas y reclamando frente a sus injustas muertes.