03 de julio, 2017
Vivir para contarla
Ariel González: narrar la vida para zafar del paco
“Consumí paco durante más de diez años. Probé salir de mil maneras, pero me di cuenta de que si no creaba mi propia manera, no salía. Entonces empecé a crear.”
Ariel González nació y vivió sus treinta años en Villa Itatí, Quilmes, sur del conurbano bonaerense. El consumo de paco lo llevó a robarle a su propia familia, pasar noches interminables en la calle y recibir varias palizas. Muchas veces estuvo al borde de no contarla. Pero la contó y justamente ahí encontró una forma de salvarse:
“Soy cartonero y para sobrevivir siempre tuve que hacer un arte. Eso fue lo que me prendió el foco. Los pobres reciclan para vivir. Yo tenía mucho dolor por lo que viví. Entonces dije: ‘Este dolor lo tengo que reciclar en algo bueno’. Y transformé ese dolor en este libro. Antes de escribir ya había dejado de fumar paco. Pero un día las ganas de drogarme me perseguían por todos lados. La abstinencia te corre con un palo y te quiere agarrar. Yo me di vuelta y le saqué el palo.”.
Ariel colabora en la huerta de la obra salesiana de Villa Itatí, una iniciativa para la recuperación de jóvenes en situación de consumo, y su historia se encuentra publicada en el libro
Yo soy Ariel.
¿Cómo empezaste a escribir?
Un día fui a comprar un paquete de yerba. Me lo cobraron caro y me enojé mucho. Pero después me puse a pensar que,
si era para comprar paco, nunca me quejaba. Entonces llegué a casa con una frase en la cabeza y la escribí. Cuando la abstinencia me perseguía, me acordé de ese poema y le agregué algo más. Una de las primeras veces que me senté a escribir tenía la casa inundada, pero puse un balde vacío, metí los pies adentro y casi con el balde flotando y yo escribía. Ahí me di cuenta que en lo sencillo estaba la solución para mí. Cuando estás en consumo muchas veces decís:
“¡Qué mal lo que estoy viviendo! Estoy fumando paco, arrastrando a mi familia. Mejor me rescato”. Mentira, a los dos días te vas a fumar de vuelta. Pero al escribirlo salís de vos y te ves, y ves lo que hacés.
“Cuando te internás dejás a tu mujer, a tu mamá. Tus hijos te extrañan. El paco te sacó de los pelos de tu lugar. Pero nosotros tenemos más derecho a estar en el barrio que el paco”.
¿Pensaste en los pibes que están en consumo al escribir el libro?
Al primero que va a ayudar el libro es al que está estudiando para ayudar a los pibes que están en adicción. Un pibe que fuma paco no va a leer el libro, le va a llegar a través de esas personas. A mí un día me dijeron que me podrían dar cátedra de droga y de adicciones y me cayó mal eso. Porque una persona que leyó sobre el tema y estudió, seguro que no lo vivió. Entonces yo creo que el especialista que va a leer este libro va a aprender algo; porque él capaz está estudiando de diferentes lugares, pero le falta algo y eso puede estar en el libro. Hablamos de ayudar, no se trata de quien sabe más o quien sabe menos, se trata de que los pibes se están matando igual. Y los que nos drogamos conocemos el problema. Por ejemplo vos caés en el paco y te internan en otro lugar. Dejás a tu mujer, a tu mamá. Tus hijos te extrañan. El paco te sacó de los pelos de tu lugar. El problema está en la villa y lo tenés que resolver en la villa, ¿para qué te vas?
Nosotros tenemos más derecho a estar en la villa que el paco.
¿Cómo se pude ayudar a una persona que se encuentra en consumo?
Está bien la ayuda, pero a veces juega en contra. Los que consumen tienen una mochila de dolor de la que no se dan cuenta.Y para consumir ponen toda la voluntad. Pero después cuando no quieren consumir más, pretenden que el cura les lleve la mochila. Pero no: la voluntad que usaste para consumir tenés que usarla para salir.
Si te metiste en el consumo quizás le sacaste el arma a tu papá, para robarle a uno le diste un tiro en el pie, tuviste problemas con el
transa y le pegaste un tiro sin querer, y ahora te andan buscando.Viene la policía a intervenir, te tirás con la policía. ¿De dónde sacaste tanto coraje? El paco te llevó a hacer eso.
“No quiero que a los pibes les metan en la cabeza que solos no pueden. Por más que haya veinte personas que te estén ayudando, no alcanza: vos tenés la decisión”.
¿Y ahora no tenés coraje para salir?
Lo que no quiero es que a los pibes les metan en la cabeza
que solos no pueden. Por más que haya veinte personas que te estén ayudando no alcanza: vos tenés la decisión. Hablo de voluntad y no de grandes cosas tampoco: hacerte un matecocido, meter la mano en el agua fría y lavarte la ropa.
Hablo de eso, de salir adelante, de no aprovecharse de los que te están ayudando.
¿Cómo surgió el proyecto de la huerta?
El centro de prevención de adicciones que funciona cerca de la parroquia Don Bosco me ayudó mucho. Un día le comenté al padre Ángel —
Tissot, salesiano— la idea de hacer una huerta y ayudar a los pibes que consumen:
“Yo me voy a encargar de que vengan”, le dije. Y fundamos esa pequeña huerta. Primero éramos pocos, luego más. Yo sentía que estaba Dios con nosotros y que está en esa huerta. Después el lugarcito quedó chico. Entonces fuimos a otro lado y con la ayuda de los pibes hicimos un techito. Ahora este techito nos queda chico y estamos haciendo otro. Nosotros somos discriminados porque somos “paqueros”. Pero vos fíjate lo que hoy en día es este pibe:
estaba de cabeza adentro de un volquete y ahora está acá conversando con vos.
¿Qué hacen los chicos en la huerta?
A nosotros nos dieron una mano enorme, inmensa, la gente del
Hogar de Cristo del Bajo Flores. Nos mandaron referentes a la huerta, chicos que habían estado en consumo. Y ellos hablaban. Pero los pibes no querían hablar. ¿Sabés por qué no? Porque capaz ahí, en eso sencillo, estaba la solución. El sol, que es tan lindo y calentito, no te lo cobran, pero nosotros no nos damos cuenta porque se le vendió a la gente que lo que es privado y vale plata es mejor. Con hablar pasa lo mismo. Hablar te puede salvar, te puede sacar de la droga. Te puede hacer más inteligente. No hace falta pagar el mejor psicólogo. Pero mucha gente compró lo que vende la sociedad. Dicen:
“Mirá, a este chico le están vendiendo la droga, ¡qué barbaro!”, mientras miran asombrados por la ventana. Y a vos te están vendiendo el
shopping, el colegio privado, el auto. Como dice Facundo Cabral:
“El hombre, por cuidar sus conquistas, se vuelve esclavo de lo que conquistó”. Y es tal cual. Para qué tanta conquista, si después te vas a volver esclavo de lo que conquistaste.
Por
Ezequiel Herrero y
Santiago Valdemoros • redaccion@boletinsalesiano.com.ar
Boletín Salesiano, julio 2017