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28 de noviembre, 2014

Una misión para toda la Familia Salesiana

En agosto de 2014 se cumplen cien años de la muerte de sor Ángela Vallese, pionera de las misiones patagónicas. La Madre General nos brinda un panorama del ayer y del hoy de la presencia salesiana de las Hijas de María Auxiliadora en el sur de nuestro país.

Misioneras desde el comienzo
La acción misionera de las Hijas de María Auxiliadora en la Patagonia se desarrolló conjuntamente con la de los salesianos, que a menudo nos abrieron el camino en la misión: precediéndonos, invitándonos, dándonos apoyo y compañía. Tan sólo cinco años después de la fundación del Instituto se hizo el primer envío misionero. Al retorno de Don Cagliero de América, su narración sobre las misiones había suscitado grandes esperanzas y despertado el entusiasmo en todas las hermanas. Pronto se supo que la próxima expedición de 1877 dirigida por él la integrarían también  parte de las hermanas. Al frente del grupito estaba la hermana Ángela Vallese, que entonces tenía tan sólo veinticuatro años. De las seis hermanas del grupo, sólo tres tenían mayoría de edad.

El espíritu de Mornese se expresaba en la misión de educar cristianamente a las jóvenes generaciones, sin fijarse en las fatigas y sacrificios también heroicos. Las misioneras conservaron en el corazón, además de la bendición del papa Pío IX, el último de Madre Mazzarello y las palabras de Don Bosco antes de embarcarse: “No serán de inmediato misioneras entre los pueblos de la Pampa y de la Patagonia, empezarán a consolidar el Reino de Dios entre los fieles, despertando a los que lo abandonaron; después lo extenderán entre aquellos que no lo conocen”. Esta predicción se cumplió plenamente. Las hermanas fueron misioneras primero en Uruguay; la Patagonia del sueño será una realidad misionera recién en 1880.

Monseñor Aneyros anunció su llegada el 13 de enero de 1880, destacando que por primera vez unas religiosas se aventuraban en aquellas tierras australes. Y el padre Lino del Valle Carbajal sostenía que, sin las hermanas, las misiones salesianas habrían tenido la misma suerte que los misioneros anteriores. En efecto, la sensibilidad femenina llegaba donde los misioneros no podían, y era de gran ayuda para la alfabetización de las mujeres y la educación de las chicas.

Ya pasaron ciento treinta y cuatro años desde el primer acercamiento a la Patagonia. Las casas se multiplicaron y el sueño de Don Bosco se cumplió.

El presente en la Patagonia
La Patagonia que soñó Don Bosco y que amó con predilección María Mazzarello se hizo fecunda gracias a la vida misionera de tantas hermanas y salesianos que trazaron caminos de evangelización y de humanización. Esta tierra hoy continúa desafiando. La audacia misionera permitió suscitar frutos de santidad: Laura Vicuña, Ceferino Namuncurá y Artémides Zatti son un testimonio excelente del clima intensamente evangélico que se respiraba. Sus vidas y la de tantos heroicos misioneros y misioneras nos estimula a encontrar la valentía para enfrentar los nuevos e inéditos desafíos que el mundo globalizado presenta al carisma salesiano.

Salesianos y hermanas colaboramos juntos en los proyectos de Escuela de salesianidad y Nuevas fronteras, y tratamos de escuchar las necesidades y las exigencias de las personas, para hallar propuestas evangélicas eficaces. No se trata de proyectos específicos para la Patagonia, sino que abarcan al país entero; espacios de fraternidad y de colaboración en nuevos caminos para “inculturar” el carisma.

El pedido de Francisco
El Papa nos recomendó no olvidar la Patagonia. Creo que los salesianos y las hermanas desean mantener vivo el sueño misionero de Don Bosco. Desde este punto de vista, me parece que prestamos una atención significativa a los nativos; juntos estamos dirigidos hacia la opción por los pobres, en la colaboración de la pastoral indígena de las diócesis, y la opción por los barrios. Todo esto representa un modo de ir hacia los márgenes muy deseado por el papa Francisco. Un compromiso común es sostener todo aquello que asegure el derecho de los más pobres y marginados: derecho a una vida digna y serena, a la tierra, a un desarrollo humano y social sostenible.

Privilegiamos el camino de la educación y el criterio de la encarnación. Reafirmamos la opción por una presencia evangelizadora. La opción por las comunidades de inserción revela que somos “periferia con la gente de la periferia”. Miramos el futuro con esperanza y cuidamos la pastoral vocacional.

Una misión que debe ser compartida
Francisco dirige su pedido no sólo a los salesianos y a las hermanas, sino a toda la Familia Salesiana y educadores presentes en la Iglesia y en el territorio. Estamos convencidos que sólo juntos podemos hacer frente a los desafíos de esta época, acogiéndolos como una oportunidad para vivir con mayor coherencia el Evangelio según la especificidad del carisma salesiano. Pensamos que es importante afinar la calidad de las relaciones, de la formación cultural, profesional y carismática, y la responsabilidad de los laicos. Es fundamental también conocernos más como Familia Salesiana. Existen buenos centros de Cooperadores y de Exalumnos. También los laicos de las comunidades educativas están asumiendo responsabilidades cada vez más comprometidas. La formación de salesianos, hermanas y laicos es importante también para el futuro del carisma en esta tierra.

María Auxiliadora es patrona y protectora de la Patagonia. Su imagen enfrentó el viaje de los misioneros y misioneras destinados a estas tierras. Que siga acompañándonos en  el camino de ser junto con los laicos y las nuevas generaciones “casa que evangeliza con la vida”.

 

Por Sor Yvonne Reungoat, hma. Madre General de las Hijas de María Auxiliadora