06 de agosto, 2018
Un tema para poner sobre la mesa
Obesidad y desnutrición conviven en una sociedad que pide un cuerpo pero alimenta para tener otro.
“Uno de los problemas más serios del siglo XXI”. Así es considerada la obesidad infantil por la Organización Mundial de la Salud —OMS— y las cifras avalan dicha afirmación. De acuerdo al estudio “Panorama de Seguridad Alimentaria y Nutricional”, realizado el año pasado entre la OMS y la FAO, Argentina figura primera en América Latina en el ranking de obesidad:
uno de cada diez chicos menores de cinco años padecen este problema.
Desde el Hospital Garrahan de Buenos Aires, surgen datos todavía más alarmantes
. “En el país, tres de cada diez chicos tienen obesidad o sobrepeso, y el 50 por ciento de ellos ya presenta algún factor de riesgo cardiometabólico”, afirma la doctora Carmen Maza, del área de Nutrición y Diabetes de dicha institución.
3 de cada 10 chicos de Argentina tienen obesidad o sobrepeso
En el resto de América Latina el panorama no cambia demasiado. De acuerdo a los informes brindados por la Federación Interamericana del Corazón,entre el
20 y el 25 por ciento del total de niños y adolescentes tienen sobrepeso y obesidad.
Hablar de niños implica hacerlo sobre la situación actual pero también de cara al futuro. En este sentido, los especialistas coinciden en afirmar que
la obesidad en la infancia es un condicionante de la obesidad del adulto y allí vuelve muy difícil su tratamiento.
“De continuar con esta tendencia en tres décadas las guardias de los hospitales estarán colapsadas con casos de diabetes e infartos tempranos”, explica Esteban Carmuega, director del Centro de Estudios sobre Nutrición en la Infancia.
Como contrapartida a esta realidad y consecuentemente con las sucesivas crisis económicas que golpean a nuestro país y al resto de la región, un gran porcentaje de chicos y adolescentes comen contadas veces a la semana. Son centenares los comedores infantiles de instituciones y ONG´s que hacen grandes esfuerzos por conformar dietas saludables, más allá de las crecientes dificultades en la obtención de subsidios para la compra de alimentos frescos y nutritivos.
Si bien no existen datos oficiales actualizados al respecto, un informe de la ONG Conin publicado por el diario La Nación en junio del 2017 indica que en nuestro país mueren cinco niños por día como consecuencia de una mala alimentación. [bd_table]
Alimentos para vender o para comer
Patricia Aguirre es antropóloga de la alimentación y autora del libro “Ricos flacos y gordos pobres: la alimentación en crisis”. Al momento de abordar el tema aclara que
“la alimentación siempre es un fenómeno situado, en un tiempo, en una geografía, en una cultura”. Por ese motivo contextualiza esta problemática y explica que a partir de la producción industrial de alimentos la disponibilidad de estos dejó ser un problema.
Sin embargo eso no significa que no existan otros problemas tan o más graves. Los alimentos “
se hacen a una escala cada vez mayor y eso permite repetir los procesos. Pero la industria no hace alimentos para comer, hace alimentos para vender”. La producción sistemática y en grandes cantidades vuelve necesario encontrar nuevas formas de conservación y por ello
“se empezó a intervenir en los alimentos hasta tal punto que nos enfrentamos a cosas absolutamente desconocidas”. Si bien existen controles por parte de organismos estatales, como la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica—ANMAT—, Aguirre reconoce la enorme capacidad de presión y de lobby que las grandes empresas de alimentos fueron desarrollando, a tal punto que “
hoy el destino de las dietas del planeta tierra lo deciden los directorios de 250 empresas. Ellos definen qué se va a plantar, cuándo y de qué manera.
Y esas empresas se guían básicamente por la lógica del lucro para dar ganancias. Las virtudes de los transgénicos las descubre el productor no el consumidor”.
Comer lo que se puede
En la actualidad, tal como lo indica el título del mencionado libro, asistimos a una época de “ricos flacos y gordos pobres”.
“Con el aumento de la productividad por hectárea y con la aplicación de la ciencia a la producción agroalimentaria, se empezaron a producir una cantidad importante de alimentos. A partir de ahí, la escasez retrocede y aumenta la cantidad de comida disponible” explica Patricia Aguirre, aclarando que “
nuestra abundancia es de mala calidad alimentaria”. Esto ocurre porque la producción se concentró en los alimentos más baratos y fáciles de producir que no casualmente son los que cuentan con un alto contenido de grasas, azucares e hidratos de carbono.
Por el contrario
los alimentos con nutrientes más densos son caros y los consumen solo los que tiene mayor poder adquisitivo. Por lo tanto hoy la obesidad está dimensionada en la pobreza porque
“los que menos tienen comen los alimentos más baratos de toda la estructura de precios, es decir la chatarra. En un mundo dominado por el mercado vos no comés lo que querés, comés lo que podés comprar”, sentencia la antropóloga.
"Hoy más que nunca es necesario recuperar las mesas largas, donde toda la familia se reúne a comer"
Otro factor a tener en cuenta es la falta de tiempo y la sobreabundancia de obligaciones y responsabilidades tanto de los chicos como de los adultos, donde el tiempo dedicado a compartir el almuerzo o la cena parece estar en disminución.
Sumado a esto Aguirre no duda en afirmar que
“la publicidad también juega un rol importante, al estar constantemente propiciando el consumo de comida envasada, en cualquier momento del día y en cualquier lugar”. A modo de ejemplo, son repetidas las veces donde se puede observar a niños o adolescentes, consumiendo snacks saturados en grasas, durante los recreos de las escuelas a cualquier hora del día, incluso como primera comida del día.
Volver a compartir la mesa
Frente a este panorama tan complejo la primera tentación es pensar quenada se puede hacer para revertir la situación. Sin embargo los especialistas son más optimistas. Ana Cascardo, psicoanalista del Hospital de Clínicas, dependiente de la UBA, señala que
“la familia es fundamental en la generación de hábitos. Los hábitos van de la mano de las rutinas y los horarios. A los niños, en principio conviene ofrecerles un ambiente acogedor y ordenado en cuanto a horarios. Es decir, la alimentación tiene mucho que ver con los hábitos y la anticipación, por eso es recomendable que el niño aprenda determinada rutina y sepa que dentro de cierta franja es el momento para comer”.
Por otro lado en el espacio familiar es muy importante
“poder manejar los límites y no tener miedo a decir que no. Tanto a los niños como a nosotros mismos. Si le transmitimos un ‘no’ en un momento oportuno, ganaremos en tranquilidad después”.
Finalmente en un contexto que todos sabemos que tiende a potenciar seres más individualistas que se vinculan con otros mediante pantallas, consumiendo alimentos frente al televisor, la computadora,el celular o la Tablet,
volver a conectarse con el que tenemos al ladotambién es un paso importante para la transformación. Las sugerencias de Patricia Aguirre van en este sentido: “
Hoy más que nunca es necesario recuperar las mesas largas con mucha gente, donde toda la familia se reúne a comer y a solucionar los problemas, aunque es verdad que a veces en lugar de solucionarse se empeoran. Pero lo importante es entender que la mesa es un caldero donde se cocinan relaciones de todo tipo y donde se explicitan odios, amores, envidias, solidaridades y lealtades. La dinámica de la mesa es maravillosa, por eso no hay que perderla.” •
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Para tener en cuenta: |
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- Dentro de lo posible compartir la mesa con amigos y familiares.
- No comer mirando televisión ni otra pantalla.
- Establecer y compartir una rutina familiar para las comidas.
- Si se pasa mucho tiempo frente al televisor, levantarse y caminar un ratito cada 30 o 40 minutos
- Buscar alternativas cotidianas al sedentarismo: salir a sacar la basura, hacer algún mandado, poner la mesa, tender la cama.
- Tratar de practicar algún deporte de equipo todas las semanas.
- Jugar, leer, dibujar, pintar... equiparar el tiempo frente a las pantallas con otras actividades.
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Por
Ezequiel Herrero y
Santiago Valdemoros
BOLETÍN SALESIANO - AGOSTO 2018