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13 de noviembre, 2017

Un sueño contra viento y marea

140 años de la primera partida misionera de las Hijas de María Auxiliadora


A fines del siglo XIX, un pequeño grupo de mujeres, muchas de ellas con tan sólo 17 años, toman la valiente decisión de partir juntas desde el norte de Italia hacia el sur del continente americano. ¿De dónde sacaron las fuerzas para tan enorme desafío? Se cumplen los 140 años de la primera partida misionera de las Hijas de María Auxiliadora, una oportunidad para agradecer y aprender del espíritu de aquellas hermanas pioneras.

Escenas de la partida

El 8 de septiembre de 1877 se comunica a la comunidad de Mornés —el pueblo donde comenzó la obra de las Hijas de María Auxiliadora— la decisión de Don Bosco sobre la primera partida de las misioneras: la meta sería Uruguay. A las hermanas deseosas de participar, María Mazzarello las invita a hacer la petición por escrito. Finalmente, el 27 de septiembre se conoce el nombre de las elegidas para ir a América.

Parten de Génova el 14 de noviembre de 1877 seis hermanas muy jóvenes: Ángela Vallese, 23 años; Juana Borgna, 17 años; Ángela Cassulo, 25 años; Ángela Denegri, 17 años; Teresa Gedda 24 años; Teresa Mazzarello, 17 años. Ninguna hizo la profesión perpetua como Hija de María Auxiliadora, pero todas tienen guardado en su corazón un “sí” para siempre, que más tarde se traducirá en valentía, sereno desprendimiento y respuesta alegre a la misión en América.

En la mañana de la partida, Don Bosco celebra la Misa y luego confiesa a las misioneras. En el puerto llueve y sopla un fuerte viento. La Madre Mazzarello visita cabina por cabina, para cerciorarse que no les falte nada de lo que pueda aliviarles los malestares del viaje. Luego se detiene en particular con cada una, habla a todas y se ingenia para conducirlas ella misma hacia dónde se encuentra Don Bosco, para que repita a cada una sus palabras inspiradas y eficaces.

Al final se da la orden de abandonar la nave a los no viajeros y hay que obedecer. Salesianos y hermanas se arrodillan en torno a Don Bosco y él levanta la mano para bendecirlos a todos. Los ojos del fundador están llenos de lágrimas: se aferra cerca de la escalera para secarse el llanto y la mano le tiembla tanto que, al poner el pañuelo en el bolsillo, lo deja caer. Entonces la hermana Juana Borgna, rápidamente, se lo reemplaza por otro, mientras besa devotamente aquel mojado por las lágrimas del padre: sabe que son las lágrimas de un santo. Aquél pañuelo secará las lágrimas de ellas en América.

Son escenas de familia que nos narran con emoción la despedida de estas jóvenes mujeres que emprendían un viaje desafiante. La Madre General, Yvonne Reungoat, invita a redescubrir aquél fuego que ardía en el corazón de estas misioneras para vivir el presente con responsabilidad y mirar el futuro con esperanza. Hagamos juntos una breve memoria de sus vidas.

Ángela Vallese

En Mornés no se hablaba más que de las misiones en América. Entusiasmada, se ofreció para partir y con sus 23 años fue elegida superiora de la expedición. Al inicio de 1880, es la primera en poner el pie en la Patagonia. Funda la obra de Carmen de Patagones, donde permanece 7 años, siguiendo luego en Viedma en 1884. Al final de ese mismo año vuelve a Italia, para luego embarcarse hacia América como visitadora de la Patagonia meridional y las tierras magallánicas.

Funda las misiones de la Candelaria en Río Grande, isla Dawson, Río Gallegos, Punta Arenas e islas Malvinas. Retornada a Italia en 1913, cerraba sus ojos el 17 de agosto de 1914, después de 39 años de vida religiosa, con el corazón y el pensamiento puestos en la Tierra del Fuego.

Juana Borgna

Murió a los 85 años, después de 68 años de vida misionera. Cuando partió de Génova para Uruguay tenía 17 años de edad y dos meses de profesión. Trabajó en estrecha colaboración con Ángela Vallese y con ella entró a la Patagonia en 1880. Comenzó su vida misionera en Uruguay, después viajó a la Argentina y en seguida fue enviada a Ecuador y después a Perú.

Teresa Gedda

Cuando partió para Uruguay tenía sólo 2 meses y 11 días de profesión. Vivió en Uruguay, México y Nicaragua como misionera humilde y generosa. La llamaban “la hermana santa”. Cagliero la consideraba como una de las más humildes y virtuosas misioneras, tanto que la propuso como modelo de vida religiosa salesiana.

 

Teresita Mazzarello

Nacida en Mornés el 12 de abril de 1860, parte como misionera a los 17 años. Encarnó la unión con Jesús en medio del trabajo, el silencio y la pobreza, la caridad paciente y entusiasta. Serenamente concluye su vida misionera en 1937, a los 77 años de edad y a los 60 años de vida misionera en Uruguay.

 Ángela Cassulo

Hizo la primera profesión en Mornés el 28 de agosto de 1875. Murió en Viedma el 28 de marzo de 1917, después de 42 años de vida religiosa. Humilde y sacrificada, pasó la vida en la cocina de las casas de las hermanas. De ella dijo Cagliero: “Es una santa. El demonio no sabe que más hacer para impacientarla; pero no lo logra. No hace milagros sólo porque no quiere”.

La hermana Ángela nos recuerda la esencia de la vida consagrada salesiana, centrada en el amor a Jesús y a su Reino, sin medir sacrificios ni entregas.

Ángela Denegri

Entró en el Instituto casi de niña: no había cumplido los 14 años. Madre Mazzarello le preguntó a Don Bosco: “¿Convendrá admitirla siendo tan joven?”. Y él contestó: “Sí, admítala. Irá pronto al Paraíso”. Hecha la primera profesión en Mornés el 24 de mayo de 1876, a los 21 años ya estaba lista para el encuentro definitivo con el Señor. Murió en Villa Colón, Uruguay, en 1881.

Su mamá, al pedirle el permiso de partir para América, le dijo: “Tu eres todavía una niña, ¿por qué quieres ir tan lejos?”. Ángela respondió con convicción: “Para salvar a muchos”.

Por Marta Riccioli, hma agapepastorma@gmail.com
Boletín Salesiano, noviembre 2017