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23 de septiembre, 2016

Un mundo sin adultos


Sin hijos
Argentina, 2015
Dirección: Ariel Winograd



Sin hijos es una película del director Ariel Winograd. El argumento es simple: un hombre divorciado (Diego Peretti), con una hija, vuelve a encontrar el amor de manos de una ex novia (Maribel Verdú). Hasta aquí no hay novedad. Pero esta nueva pareja tiene un deseo claro y una elección ya hecha: no quiere tener hijos ni estar con alguien que los tenga.

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Gabriel, el protagonista de la historia, siempre tuvo una relación cercana con su hija Sofía. Compartían charlas, la llevaba y traía de sus actividades escolares y, además, compartían la pasión por la música, a partir de la cual se generaban sus diálogos más profundos. En la historia de Gabriel parece no haber espacio para nada más: su mundo, su tiempo y sus ganas están dedicadas a Sofía. Ella lo sabe y se siente protegida por esa certeza.

Todo funciona sobre rieles hasta que aparece Vicky, una mujer que sin muchos rodeos le dice que lo ama, pero que no quiere niños a su alrededor: “Los niños molestan, son tiranos y están siempre queriendo ser el centro. Yo ya hice una opción, y es mi vida lejos de ellos”. Frente a esto, la elección de Gabriel es sencilla: ocultarle a Vicky que él es papá de una niña de 8 años. Las peripecias llevan a situaciones muy cómicas en donde, por ejemplo, cada vez que Vicky va al departamento de Gabriel todo el mundo de su hija Sofía desaparece y se esconde. A su vez, el tiempo que antes le destinaba a Sofía se diluye frente al nuevo amor que aparece y que también necesita de su presencia.

No hay intención de juzgar la opción de Vicky. La cuestión es aquí aún más profunda. La inmadurez de Gabriel de no querer realmente hacerse cargo de las consecuencias de su verdad lleva a que su hija empiece a ser funcional a esta mentira e intente “ayudar” a su papá. Esta situación, de inversión de roles —papá infante y niño “adultizado”—, se vuelve dolorosa al extremo cuando en un momento Gabriel le pide a su hija “tiempo”, ya que estaba necesitando conocerse más y tenía que conectarse con sus nuevos deseos.

La película termina con un final feliz, respondiendo al género de comedia romántica en el cual se ubica. Sin embargo, es importante profundizar en lo que hay de fondo, en esa relación que se elije mostrar entre Gabriel y Sofía, un vínculo en donde parece no haber adultos, con un padre que le pide a su hijo que se haga a un costado, que se oculte, así él puede vivir una experiencia en donde los hijos —a quienes por definición del vínculo habría que cuidar, educar, tutelar— ya no tienen espacio.

Sin Hijos muestra una nueva figura que ha surgido en el último milenio. Al “fin de la infancia” se le ha agregado una contraparte menos pensada pero igual de perturbadora: “el fin de la adultez”.
Para reflexionar

• ¿Qué vínculos con los adultos viven los niños y adolescentes que conocemos?
• Estos modos de relacionarse, ¿favorecen su crecimiento?
• Como educador, ¿cómo me ubico en mi lugar de adulto?

Por Federico Alustiza y Zamira Montaldi • zmontaldi@yahoo.com.ar

Boletín Salesiano, septiembre de 2016