15 de enero, 2015
Un muchacho trabajando
Un muchacho está trabajando. Carga una carretilla con la mirada concentrada en el andar. Una cuesta sinuosa detrás de sus pies refleja en su rostro el esfuerzo del tramo realizado. Con vestimenta adecuada se presenta como estampa de un trabajador.
Imaginar el otro lado de la foto nos puede llevar a pensar varios escenarios posibles… pensar en las subidas y bajadas que presentará el camino que se abre a sus pies... la necesidad irrenunciable de levantar la mirada y orientar la marcha… la llegada al destino y el comienzo del trabajo o su continuación.
Se abre en la imaginación la presencia de otros: los compañeros de camino, los que esperan la finalización de la obra, los que aparecen más tarde cuando el muchacho llegue a casa, y que a lo mejor se los puede ver tácitos en la foto como motor de la voluntad y el esfuerzo.
El muchacho está trabajando, pero a la vez se está preparando para trabajar. No se cargan herramientas en una carretilla ni se dispone de trajes especiales para pasearse por la vida sin más. Prepararse es en sí mismo un trabajo y la posibilidad de que el porvenir se convierta en obra… en un buen hacer… en servicio para los demás.
Este muchacho está trabajando. Nos interpela sobre el lugar que tiene la educación para el trabajo en nuestra sociedad y, por qué no, en nuestra Familia Salesiana.
Valorar toda acción educativa que fortalezca la capacidad de trabajar nos ayuda a mirar más lejos, nos abre la posibilidad de futuro, nos aleja de actitudes egoístas, nos impide ser explotados, nos salva de una vida indigna.
Reconocer este valor nos permite pensarnos verdaderos educadores. No hay educación integral sin educación para el trabajo.
Por Juan Pablo Valdettaro