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23 de marzo, 2018

Un grito de honestidad

El protagonista de esta lección de vida es un trabajador rural, Atilio Lipiante. El escenario, un campo de la Patagonia, en la llamada“línea sur” de Río Negro, a unos sesenta kilómetros de Maquinchao.
Días atrás la madre de Atilio sufrió un accidente en dicha localidadydebía ser trasladada a la ciudad de General Roca para una operación. Atilio fue a pedir ayuda a la radio local, La voz del sur. Explicó que no tenía dinero para el viaje y la estadía. Tras una campaña solidaria, los vecinos reunieron trece mil quinientos pesos. Atilio partió con su madre a Roca donde la operaron exitosamente, para luego volver a Maquinchao.
Allí fue este peón a la radio a devolver diez mil quinientos pesos que le habían sobrado y aprovechó el micrófono para agradecer la ayuda de la comunidad. Le explicó al locutor: “Mamá salió bien y se está recuperando, pero como me sobró plata, yaque la estuve cuidando porque no es mía, se la quiero devolver... Alguno puede necesitarla”.
¡Cuántos Atilios necesita hoy nuestra sociedad! Cuánto tiene para decirnos este auténtico ciudadano.
“Este dinero no es mío, tal vez otro pueda necesitarlo”: un verdadero grito de honestidad frente a tanto dinero acumulado en bolsillos particulares, fruto de la corrupción que castiga a los más pobres.
Son muchos los laburantes honestos que día a día dan su aporte a nuestra sociedad. Hoy este peón rural nos enseña un valor fundamental. A todos nos serviría mucho acercarnos al encuentro de tantos trabajadores, como Atilio, para quienes el valor de la palabra, la fidelidad y la honestidad no se negocia.

Pedro Narambuena, sdb
Boletín Salesiano, marzo 2018