NOTICIAS

02 de diciembre, 2018

Todo termina, todo comienza



Somos salesianos, y llegado el tiempo de Adviento, tenemos que decir que “comienza un nuevo año litúrgico”. Cuesta un poco hacerlo, porque el clima que reina en el ambiente, al contrario, es de estar terminando el año. Estamos todos en la recta final.

Decir o anunciar que “puede comenzar algo nuevo” va a contramano de la sensación general. A un montón de personas que exclaman “no veo la hora de que termine el año”, tenemos que hablarles de algo que está por nacer. Alguien está por nacer.

Tú que siendo rico te hiciste pobre, Señor ten piedad

El consumismo que respiramos nos ha vuelto personas muy entrenadas en verbos como tener, poseer, comprar, amontonar, acumular. ¡Vaya a saber por qué extraños motivos tendemos a encontrar en las cosas tanta seguridad!

Envidiamos a los ricos y si hay pobreza, que no se note. Cuando esos jóvenes esposos, José y María de Nazareth, no tienen más que un pesebre para recostar al recién nacido, no pueden ni necesitan ocultar su pobreza. Pero el hijo que trajeron al mundo es rico. Porque es la luz del mundo.

 Tú que siendo fuerte te hiciste débil, Cristo ten piedad

La debilidad no goza de buena fama. La vulnerabilidad no está de moda. Lo que impacta y seduce es la fuerza. Habitamos un mundo que parece pertenecer sólo a los fuertes. Al fuerte todos lo admiran, y del débil todos parecen aprovecharse.

Entonces, aunque no sea fuerte, tengo que tratar de vender que lo soy. Ese niño que nace en Belén, con una debilidad y fragilidad evidentes, es al mismo tiempo el más fuerte. Porque es el que más amó a Dios y a todos.

Tú que siendo grande te hiciste pequeño, Señor ten piedad

Con qué facilidad me agrando y me creo más de lo que soy. Cuántas veces juzgo al otro por apariencias y me siento o considero más que él. Cuánta la cantidad de tiempo que gasto en mirarme a mí mismo y hacerme la ilusión de que soy más o mejor que otros.

Y el niño que nace en Nazareth es pequeño. No tiene miedo de serlo y reconocer que lo es. Porque hay algo que él tiene claro: el único grande es Dios.

Por Ángel Amaya, sdb

BOLETÍN SALESIANO - NOVIEMBRE 2018