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12 de enero, 2015

Todo con cuerda



Guitarrista y compositor, es una de las referencias fundamentales de la música argentina. Docente en el conservatorio Manuel de Falla de Buenos Aires; dirige el festival Guitarras del Mundo, considerado el mayor encuentro internacional de ese instrumento; y ha ofrecido conciertos en prestigiosas salas de más de treinta países de América, Europa, Asia y África.

Juan Falú vive hoy en Buenos Aires, pero nació y creció en Tucumán. A los ocho años ingresó a la escuela en la obra salesiana General Belgrano de esa ciudad. Militante peronista en su juventud, exiliado en Brasil durante la última dictadura y vuelto al país con la democracia, este “grande” de la música nacional —que además tiene el título de psicólogo— cuenta su paso por la escuela de Don Bosco.

 ¿Cómo llegaste al colegio General Belgrano? ¿Qué recordás del ambiente de la escuela?
Un poco por cercanía y otro por la experiencia de mi padre, que había estudiado en un colegio salesiano de Salta. Ingresé en tercer grado en 1957, y cursé hasta el final de la primaria.
Para mí fue una experiencia marcada por el aprendizaje, el juego... un período de religiosidad, por hacer amigos que aún frecuento y, sobre todo, porque mi maestro de cuarto y quinto grado fue una de las personas que más quise y admiré en toda mi vida. Se llamaba Juan Walter y establecimos una relación que duró hasta su fallecimiento, hace un par de años.

¿Cómo era la relación con los salesianos? ¿Hubo alguno que te haya marcado especialmente?
Recuerdo a muchos sacerdotes: Racca, Brizzio, Chiaraviglio, Trombetta, Granados... Pero la figura central fue y será Juan Walter. Me enseñó de una manera maravillosa, me hizo cantar en el corito del colegio que él dirigía y me inculcó valores éticos que modelaron mi conciencia. Además, era un excelente jugador de fútbol. Una vez tiró un bombazo que dio en mi brazo, y se quedó muy preocupado porque tuvieron que hacerme un vendaje. Yo estaba dolorido, pero orgulloso por jugar con mi maestro.

¿En qué tuvo que ver el colegio en el desarrollo de tu vocación?
Haber integrado el corito del colegio fue un gran estímulo para mí. Algunas canciones religiosas me marcaron. Muchas veces las cantaba junto a Juan Walter mientras él tocaba el armonio. Era una experiencia realmente intensa.

¿Qué valores sentís que te dejó la escuela salesiana?
Me dejó experiencias y vivencias fuertes en un período en el que se sientan bases de la personalidad. Había un sentido de pertenencia, una identidad que nos hacía sentir esa pertenencia. Con el tiempo tuve una mirada crítica de determinados conceptos y prácticas de la religión católica, pero aquellas vivencias eran intransferibles.

¿Qué le dirías a un joven, que se encuentra apasionado por la música, y que está decidiendo cómo seguir sus estudios?
Que lo importante es la pasión, la convicción y un sentido colectivo que le dá sentido al desarrollo individual. Que estudie y que no se apresure, porque a veces se confunde el arte como un camino al éxito y no como un modo de ser y de vivir.

¿En qué proyectos te encontrás trabajando actualmente?
Toco, compongo, enseño y viajo, y eso viene ocurriendo con mucha intensidad. Mi último trabajo, además de tres discos que salieron a fines del 2014, es un conjunto de composiciones para guitarra, flauta y orquesta de cuerdas.

 

Por Santiago Valdemoros