05 de octubre, 2016
Te espero a la salida
En Salta, los animadores del grupo “Chispa” visitan a jóvenes en conflicto con la ley y les ofrecen un espacio de encuentro cuando recuperan la libertad.
“Entonces me pregunté: ¿y si estos chicos tuvieran afuera de la cárcel un amigo que se interesara por su bien, estuviera con ellos y los instruyera en la religión durante los días festivos? ¿No se reduciría el número de los que vuelven a la cárcel?” (Don Bosco,
Memorias del Oratorio, [39])
En la ciudad de Salta, los muchachos del
Centro de Atención a Jóvenes en conflicto con la Ley Penal Juvenil Nº1 (CAJ) no sólo tienen un amigo afuera que se preocupa por ellos, sino que todos los sábados reciben la visita de alrededor de quince a veinte animadores del grupo juvenil “Chispa”, perteneciente a la obra salesiana
Ángel Zerda. Con ellos comparten juegos, charlas, reflexión y oración, mientras esperan por el tesoro más anhelado:
la libertad.
Llevar el Milagro “rejas adentro”
En septiembre, la celebración del
Señor y la Virgen del Milagro altera completamente la vida de los salteños. Durante las nueve jornadas previas a la fiesta, miles de fieles se concentran en la Catedral para rezar la novena y participar en alguna de las misas que allí se celebran. El día 15, casi un millón de personas copan la ciudad capital y en procesión recorren la ciudad portando las imágenes de los patronos de la provincia.
Hace unos años, el sacerdote
Pablo Romero dio el puntapié inicial: a esta fiesta tan importante para la sociedad salteña, los jóvenes del CAJ la miraban desde afuera. ¿Por qué no llevar el Milagro también “rejas adentro”? Junto a un grupo de jóvenes del Ángel Zerda organizó una pequeña celebración para los muchachos de la institución. Ese fue el primer encuentro. A partir de allí, germinaron en los animadores las ganas de que esa visita puntual se transforme en tardes de oratorio todos los sábados.
“Mi lugar es Dios”
El rostro de Gonzalo Acosta, “Harry”, alegra con su sonrisa las remeras del grupo, y al mismo tiempo recibe a todos en el Ángel Zerda desde un mural que lleva una de sus frases: “Mi lugar es Dios”. Este exalumno, animador del oratorio y dueño de unas tremendas ganas de hacer algo por los demás, fue quien le dio el impulso inicial a esta iniciativa. Su vida fue interrumpida en la Semana Santa de 2014: la madrugada del domingo de Resurrección, un fatal accidente de tránsito se llevó a este joven de 23 años.
“La Pascua de ‘Harry’ fue mi Pascua, porque fue un volver a nacer”, dice
Johana, quien comenzó a participar en las actividades tras la partida de Gonzalo.
“Me enseñó a ser quien soy. Le decíamos ‘Chispa’ porque era como una luz que te pasaba por al lado y te cambiaba el día. Era un ángel”, agrega
Hugo. Para
Julieta, Gonzalo es un ejemplo de santidad para muchos jóvenes de la obra:
“Para mí no fue un ángel, fue una persona, como todos nosotros. Una persona sencilla, que le gustaba estar con su familia, ir a recitales... pero él era así, un santo en todas partes”. Alejandro es salesiano sacerdote e integra la comunidad de Salta desde hace cinco años. Desde comienzos de 2016 presta servicio como director: “
Si bien los chicos y las chicas ya venían haciendo algunas actividades, el impulso que le dio ‘Harry’ impregnó continuidad al proceso. Seguramente desde el Cielo celebra cada paso que vamos dando”.
Adentro y afuera
Cada sábado, los animadores del grupo Chispa se dividen en tres espacios distintos. Algunos animan una tarde de oratorio salesiano en el
CAJ, donde se encuentran alojados los
varones de entre 15 y 17 años.
“Hacemos una actividad, ya sea un juego o una canción, y llevamos una cita bíblica para iluminar y compartir —explica Johana—.
Queremos qué sientan que uno es cercano, que también se pudo haber mandado macanas. Ellos por ahí nos ven a nosotros y nos sienten diferentes, pero no es así. Somos jóvenes como ellos”.
Al
Hogar de Tránsito concurre otro grupo que, en este caso, visita a las
chicas. Y los sábados por la tarde, el campo de deportes de la obra salesiana se abre para las actividades del
“canchón”, donde los animadores esperan a aquellos jóvenes que, ya en libertad, quieran compartir una tarde de encuentro y reflexión.
“La idea no es quedarse únicamente con la situación en la que están —explica el padre Alejandro—.
Queremos ayudarlos a reinsertarse. Por eso también la idea es articular con el Centro de Formación Profesional y con otras propuestas asociativas”.
"Queremos qué sientan que uno es cercano, que también se pudo haber mandado macanas. Ellos por ahí nos ven a nosotros y nos sienten diferentes, pero no es así. Somos jóvenes como ellos”.
Hablando de la libertad...
La cantidad de chicos recluidos en el CAJ de Salta va fluctuando entre veinte, treinta o cincuenta. Un dato:
la gran mayoría de ellos sufre algún tipo de adicción a la droga. “La población con la que trabajamos está bajo disposición judicial. Cumplidos los 18 años van a otro dispositivo”, desarrolla
María de los Ángeles, licenciada en Trabajo Social y coordinadora del programa socioeducativo y cultural del penal. “
Para trabajar con los jóvenes hay que tener un compromiso, brindar un espacio de escucha —quizás por eso, un sábado y fuera de su horario laboral, ella se acerca a compartir las actividades con los chicos—
. No es fácil trabajar con ellos. Vienen de situaciones familiares difíciles, con muchas carencias. Pero no es imposible”.
“Vení a verme acá”
Visitar este tipo de instituciones implica muchas veces
“sentírse triste, impotente; sentís que no hiciste nada. Pero te das cuenta que quizás no podés cambiarles la vida, pero sí cambiarles ese ratito. Y ellos sin duda nos cambian la vida a nosotros —explica
Ana, que participa del grupo desde sus comienzos—.
En esos pibes tan cuestionados por la sociedad yo encontré a un Jesús que estuvo humillado como ellos”. Julieta agrega:
“Algo me dijo ‘andá’. No tenía idea lo que me iba a encontrar. Hubo un chico en particular, que al hablarle y mirarlo sentía que Dios estaba ahí. Como que Él me decía ‘vení a verme acá’. Y uno siempre va a volver al lugar donde encuentra a Dios”.
“Muchas veces te sentís triste, impotente; que no hiciste nada. Pero te das cuenta que quizás no podés cambiarles la vida, pero sí cambiarles ese ratito”.
La mayoría de los miembros del grupo “Chispa” tienen entre 21 y 25 años. Son universitarios y para muchos esta es la primera experiencia en una propuesta asociativa salesiana que, lejos de ser meramente asistencialista, busca —y en buena medida lo logra— suscitar una profunda experiencia de fe.
“Al principio ellos te preguntan: ‘¿Por qué estás acá?’. Y la primera respuesta que me salió fue decir: ‘Yo hoy elegí venir a visitar a Jesús’ —explica
Francisco Jerez, también coordinador—.
Pero después te dicen: ‘¿Por qué no vienen más?’ o ‘¿Qué hago cuando salga, dónde te encuentro?’. Bueno, en el colegio salesiano los esperamos con las puertas abiertas”. •
Por Santiago Valdemoros • redaccion@boletinsalesiano.com.ar
Boletín Salesiano - Noviembre 2016