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30 de enero, 2016

Siempre en medio nuestro

Repasamos aquellos gestos y lugares que son característicos de toda obra salesiana, que nos hacen sentir en la casa de Don Bosco. Este mes, la imagen de nuestro padre.

Entrar en el patio del Oratorio de Valdocco era encontrarse con múltiples actividades y personas que llenaban de vida los más diversos espacios: patios, aulas, capillas, comedor, dormitorio, biblioteca y cualquier lugar que pudiera generar un encuentro. Pero siempre había alguien que generaba un foco de unidad: Don Bosco, el cura de los chicos, y todos ellos en torno a él. Tal vez de aquella experiencia originaria que se expandió por contagio hasta el día de hoy es que surge naturalmente querer tenerlo a él en medio nuestro, con los educadores que lo imitan y con las más diversas formas de retratarlo para que esté presente en cada obra salesiana.

Esta preocupación por la difusión y el cuidado de las imágenes la heredamos del mismo Don Bosco. Él siempre tenía una imagen de la Inmaculada presidiendo los patios y capillas; luego fue la Auxiliadora y su bellísimo templo; también el cuadro de San Francisco de Sales, imágenes de San Luis, frases escritas en las paredes. En fin, todo hablaba, todo era mensaje, todo era anuncio, en un modo típico y particular de anunciar la Buena Noticia de Jesús.

Así que no es de extrañarse que al entrar en una casa salesiana nos lo encontremos en una estatua de la puerta del templo, en la esquina de la placita, en cuadros en los pasillos, en murales en los patios, en banderas flameantes, en imágenes protegidas con rejas -¡por los pelotazos de los chicos que crecen jugando!-, en pasacalles, bordado en uniformes escolares, pintado de mil colores en remeras de los chicos del MJS, hecho melodía de canciones, en pulseritas en manos de muchos, en la taza de la sala de profes, en calcomanías pegadas por doquier… En Valdocco cada uno experimentaba que Don Bosco estaba en todas partes, a su lado. Hoy nosotros también sentimos eso, y lo hacemos imagen, sonido, presencia, aroma, cercanía, carisma.

Pero no debemos confundirnos. No idolatramos a Don Bosco. Amamos a Don Bosco y queremos experimentar una vez más el amor de Dios siempre cercano a cada uno de nosotros; eso que él hacía sentir a cada uno de sus muchachos cuando los miraba, velando por ellos soñando en grande, cruzando hondas miradas que abrían futuro. Por eso nos surge naturalmente tenerlo representado en tan diversas formas.

Para muchos, el año 2009 quedó marcado por la visita de las reliquias de Don Bosco. Hay testimonios de personas que se acercaron más a Dios, que experimentaron llamados vocacionales del Señor, que recibieron milagros, que se sintieron bendecidos por la presencia de este Santo viniéndonos a visitar. Descubrimos con asombro como el mismo Don Bosco se abría paso entre la gente, entre sus corazones, llegando más allá de todo plan y organización. Aprendió a ser como el Señor que caminaba entre los suyos para llegar a todos, para buscar al último, para encontrarnos personalmente. A nosotros nos queda este desafío e invitación: ser también imágenes vivas, testimonios elocuentes del carisma salesiano que lleva a Jesús hasta todos los rincones donde encontremos un muchacho o una chica necesitado. Así, seremos el mejor retrato de Don Bosco.

Por Fernando Canigia, sdb • fcanigia@donbosco.org.ar