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03 de septiembre, 2018

“Siempre alegres”, una segunda casa para David

David conoció esta escuela de fútbol el mismo día en que abrió y desde ese momento elige volver cada sábado. “Acá nos escuchan y nos entienden”, cuenta.

David conoció esta escuela de fútbol el mismo día en que abrió y desde ese momento elige volver cada sábado. “Acá nos escuchan y nos entienden”, cuenta.

Era un sábado del año 2010 en Alta Gracia, Córdoba. David, de 8 años, se enteró de que a unas cuadras de su casa estaba comenzando a gestarse una escuela de fútbol y, guiado por la curiosidad, se animó a ir a conocer. David hoy tiene 16 y desde aquel día cada sábado se hace presente allí.

La escuela de fútbol forma parte del oratorio “Siempre alegres”. David coincide con muchos de sus compañeros: esta propuesta tiene un lugar central en su vida porque lo ayuda a “despejarse y no pensar en los problemas”. En su caso, por ejemplo, en su situación familiar.

La separación de sus padres, que incluyó medidas judiciales, fue un proceso difícil para su adolescencia. Hoy los ve muy poco: el padre vive en otra ciudad y la madre en otro barrio. Por eso la casa de su hermano, su cuñada y tres sobrinos hoy es su hogar.

Si habla de hogar, David también menciona a la escuela de fútbol. “Yo acá me siento en casa, es una segunda casa para mí”, cuenta. Luego detalla quiénes son algunas de las personas que los hacen sentir así a él y a sus compañeros: animadores como Samuel, Fernanda y Cecilia, salesianos como René y Wilson y las madres voluntarias que preparan las meriendas.

Todos ellos impulsan esta obra junto a los 90 chicos y chicas que participan en ella, la mayoría en situación de vulnerabilidad. En esta propuesta de educación no formal con estilo preventivo, ellos pueden divertirse y sentirse acompañados.

Lo más importante en “Siempre alegres” es compartir en un clima de confianza y fortalecer los lazos grupales. David cuenta que lo primero que hacen cada sábado es “saludarnos, obviamente”, reflejando que el respeto y el afecto son intrínsecos al grupo.

Este espacio salesiano promueve el fútbol como una herramienta de aprendizaje y crecimiento personal, un puente para canalizar lo que se vive. “Acá nos ayudan si tenemos problemas, nos tratan de hablar, nos escuchan y nos entienden”, comparte David.