03 de agosto, 2017
Profeta del encuentro
A diez años de la beatificación de Ceferino Namuncurá
Celebramos con gratitud al Dios de la Vida, que eligió a Ceferino Namuncurá como misionero de su gente, haciendo memoria agradecida por los diez años de ese momento esperado y soñado por muchos: la
beatificación. Sí, han transcurrido diez años de aquel acontecer de Dios que resonó en un grito en medio del pueblo allí en Chimpay:
“Ceferino es Beato”. Su beatificación fue la primera en nuestra tierra Argentina, y su cuna fue el lugar elegido. Ese pequeño rincón de nuestro suelo se iluminaba por la misericordia de Dios que se manifestaba en este joven, Hijo de Dios y hermano de todos.
Hijo de Dios
Como pueblo peregrino, fieles y pastores desde diferentes latitudes y de países hermanos estábamos allí en la cuna de este joven mapuche. Él abrió su corazón al Evangelio y abrazó como el ideal de su vida ser útil a su gente.
Chimpay significa lugar de encuentro, de descanso, y allí Dios convoca asu pueblo. Allí Dios le regala un nuevo testigo y profeta que apostó por el encuentro. Profeta porque anunció su amor a Dios, y es signo de contradicción para muchos por su opción. Un pequeño, pobre y mapuche, es presentado al mundo como signo de la fuerza del Evangelio que no anula la cultura, sino que la enriquece. Él es profeta de los valores del Reino que nos reveló Jesús. Es profeta porque es palabra que sigue resonando hoy en el corazón de un pueblo que encuentra en él un hermano y amigo en el camino de la fe. Es profeta porque es de los pequeños, de los últimos que son los primeros a los ojos de Dios.
Ceferino, profundamente mapuche y profundamente cristiano, nos enseña a ser capaces del encuentro, de superar fronteras y barreras que aíslan y empobrecen. Bien sabemos de la concepción peyorativa y discriminatoria hacia los pueblos originarios en los diferentes períodos de nuestra historia. En la Patagonia, tierra de Dios ignorada por algunos y codiciada por otros, en un pequeño pueblo
celebramos ser hijos de Dios y por eso hermanos de todos. Así lo testimonia Ceferino con su breve pero fecunda vida de amor por su gente y a Dios Padre. En su peregrinar en la fe, encontró en la pedagogía de
Don Bosco, de la mano de los misioneros, las claves para cultivar en su corazón los valores del Reino que hoy sigue testimoniando a su gente.
Hermano de todos
Ceferino hoy sigue convocando en Chimpay y en diferentes lugares de Argentina, porque muestra con claridad que la fe y el amor a su gente permite superar barreras y acortar distancias. Supo tener una mirada y un corazón grandes para ir más allá de la lógica del poder.
Desde susraíces culturales ricasen valores y la fe en Jesucristo, marcó la huella. Como verdadero Namuncurá, garrón de piedra, fue firme y se puso de pie. Su paso nos sigue orientando hoy para ser protagonistas desde nuestra identidad en la cultura del encuentro. En esta realidad marcada por tantas divisiones, por tantas desigualdades, su testimonio nos anima a ponernos en camino. Su poncho se sigue extendiendo, sacudido por el viento del Espíritu para abrigar a muchos, especialmente a los jóvenes y los pobres. Hoy son muchos los que, como en su tiempo, siguen esperando y luchando por sus derechos, por tierra,techo y trabajo.
El santuario de Ceferino en Chimpay es lugar de encuentro, donde cada peregrino llega seguro que alguien lo quiere y espera. Allí, en un abrazo, o en el poncho de Ceferino, desaparecen las distancias. Desde allí somos enviados a ser protagonistas de la cultura del encuentro. Es punto de llegada y de partida para volver con la fuerza renovada por ese encuentro vivido con muchos hermanos.
Por
Pedro Narambuena, sdb•redaccion@boletinsalesiano.com.ar
Boletín Salesiano, agosto 2017