26 de noviembre, 2014
Pastor en la tierra de Angelelli
El 4 de julio de 2014, Luciano Benjamín Menéndez y Luis Fernando Estrella fueron condenados a cadena perpetua por el crimen de monseñor Enrique Angelelli ocurrido el 4 de agosto de 1976. Obispo de Orán hasta julio del año pasado, Marcelo Colombo es desde ese momento titular de la diócesis de La Rioja, y nos ayuda a conocer la figura de este hombre que
“consciente que su vida corría peligro, decidió quedarse para cuidar su rebaño”.
¿Qué impronta dejó Angelelli en la diócesis? ¿Qué recuerda la gente y los pastores de la provincia del padre obispo?
Hay varios aspectos de la figura de monseñor Angelelli, de su vida y su ministerio pastoral, que han quedado grabados en el corazón de los riojanos. En primer lugar su humanidad, su cercanía sincera a la gente, especialmente a los más pobres y sencillos, a los alejados —inclusive ideológicamente— de la Iglesia. Era un hombre que amaba su servicio de pastor y lo ejercía con total caridad y dedicación: sencillo, respetuoso, directo, alegre, con capacidad de generar encuentro, comunidad. Así lo testimonian los riojanos de las comunidades que él visitaba asiduamente en una Rioja que entonces era mucho más pequeña que hoy.
Pero además debe señalarse que asumió con pasión evangélica la renovación promovida por el Concilio Vaticano II, del cual participó cuando era un muy joven obispo auxiliar de Córdoba. Respetuoso de la fe del Pueblo de Dios, animó la estrecha relación que existe entre religiosidad popular y evangelización, acompañando misiones populares y visitas que él mismo acompañaba con la imagen de San Nicolás.
Fue hombre de reconciliación, procuró con todas sus energías la paz entre los riojanos. Es conmovedor escuchar sus homilías sobre la necesidad imprescindible de la reconciliación entre los riojanos y entre los argentinos. En esos años de enfrentamientos tan terribles, su mensaje fue nítido y claro a favor de la paz y la deposición de toda forma de violencia y muerte.
Se dedicó a promover formas de solidaridad social como la constitución de cooperativas agrarias y el sindicato de empleadas domésticas en pos de la dignidad de la mujer y el reconocimiento de su trabajo.
¿Cuál fue la postura de Angelelli durante el proceso militar? ¿Por qué cree usted que las autoridades militares procedieron a ordenar su asesinato?
Los testimonios que tenemos es el de una Iglesia riojana asediada por los militares. En palabras del mismo Angelelli, en uno de los documentos aportados como prueba, le dice al entonces nuncio apostólico:
“Estamos permanentemente obstaculizados para cumplir con la misión de la Iglesia. Personalmente, los sacerdotes y las religiosas, somos humillados, requisados y allanados por la policía por orden del ejército. Ya no es fácil hacer una reunión con los catequistas, con los sacerdotes o las religiosas. Las celebraciones patronales son impedidas u obstaculizadas (….) Me aconsejan que se lo diga: nuevamente he sido amenazado de muerte. Al Señor y la Virgen me encomiendo. Sólo se lo digo para que lo sepa”.
La implementación en la diócesis de La Rioja de las grandes intuiciones y propuestas conciliares, la resistencia de algún sector integrista denominado “heraldos de la fe”, la configuración cuasi feudal de la estructura económica provincial desafiada por cooperativas e iniciativas desde el Evangelio y su consecuente doctrina social, además del contexto general del país sometido al aparato militar del proceso, están entre las causas que llevaron a su muerte. Le habían aconsejado que se retirara del país por algún tiempo, pero monseñor Angelelli respondía que era consciente de que debía quedarse por amor a su gente, para cuidar su rebaño.
Recientemente, la justicia declaró culpables a Estrella y Menéndez por ese crimen. ¿Qué trascendencia tiene este hecho para la vida de la Iglesia en Argentina?
Aunque tardíamente, alcanzar como sociedad la verdad sobre lo ocurrido es un gran logro. En numerosos sectores y personas, la teoría del accidente había hecho camino. La demostración que el accidente fue provocado para causar la muerte del obispo expresada por numerosos elementos de las pericias aportadas, despeja cualquier casualidad. La justicia proclamó fundadamente, en términos jurídicos, lo que en los corazones de numerosos riojanos había sido la convicción que anidó todos estos años:
“A Angelelli lo mataron”.
¿Qué papel jugó Francisco en la aceleración del proceso judicial por la causa de Angelelli?
No hubo aceleración alguna. La Iglesia respetó la actuación de la justicia en todo momento. El tribunal federal trabajó seria e intensamente. Cercana la finalización del período de prueba, escuché que monseñor Angelelli había enviado a Roma, por intermedio de un sacerdote franciscano, una carpeta con documentación. Le hice llegar al Papa esta pregunta. Me respondió que lo que encontrara, me lo enviaría. Y así fue. El mismísimo día que se cerraba la recepción de pruebas pudimos entregar dos textos, uno de los cuales nos era totalmente desconocido y donde se hacía esa importante descripción de la realidad eclesial y política de entonces, así como del asedio sobre la persona del obispo riojano.
¿Qué puede tomar la Iglesia hoy del testimonio de Enrique Angelelli? ¿Cómo juega este “legado” en el rol de usted como obispo?
Angelelli fue un buen pastor según el corazón de Cristo servidor. Vivir y manifestar los sentimientos y actitudes de Cristo debería ser para nosotros siempre la perspectiva. Honramos ese legado cuando en la vida y el ministerio de monseñor Angelelli descubrimos la llamada apremiante de Cristo a una Iglesia servidora de los hombres, especialmente los más pobres, y respondemos con la entrega generosa y cotidiana de nuestra propia vida. Los desafíos de La Rioja moderna —entre otros, por ejemplo, la extraordinaria cantidad de jóvenes que pueblan nuestros barrios, comunidades y universidades— constituyen otro ámbito muy particular donde la mirada de Angelelli se hubiera posado con creatividad e ímpetu apostólico. Queremos llegarles con el Evangelio y la propuesta de Jesús a esos jóvenes. Los de las esquinas, muchas veces marginados y sin futuro, o aquellos otros que estudian y se preparan para insertarse socialmente.
¿Por qué causas se encuentra hoy luchando la Iglesia de La Rioja? ¿Y en nuestro país?
La conversión pastoral a la que se refirió Aparecida es una tarea que debemos asumir en forma permanente. Queremos renovar nuestras parroquias y estructuras pastorales para anunciar eficazmente a Jesucristo, acompañar la incorporación activa y consciente de las familias en la vida de la Iglesia, dinamizar la vida de nuestras comunidades a partir de la Palabra y el discernimiento de la realidad. Hay un aspecto muy delicado e importante en el contexto social y político de nuestra provincia. Me refiero al rol de la Iglesia en una sociedad que se reconoce mayoritariamente cristiana. Queremos servir al diálogo y la reconciliación, a la promoción de una sociedad más justa y fraterna, sin imponer nuestra verdad pero aportando la vigencia de una propuesta que no vence con los turnos electorales: la dignidad del hombre a imagen de Jesucristo, su destino trascendente, su vocación a ser protagonista y no un mero espectador de la historia y de la vida social.
Por Santiago Valdemoros