28 de noviembre, 2014
Palabra de Vida
Es imposible no comunicarse. Estamos llamados a esa relación que nos permite encontrarnos, revelarnos y reconocernos en lo que somos. Sin embargo, se va naturalizando el estar metidos en el ruido, en un mundo de palabras hinchadas y de meros sonidos que con frecuencia nos aturden y atontan. Terminamos olvidando que lo que necesitamos es comunicarnos a través de
encuentros vitales que nos hagan
crecer en humanidad.
Don Bosco supo captar esta necesidad vital de comunicación, para hacer crecer en sus chicos el bien y la verdad de sí mismos. Sabía aprovechar la ocasión para acercarse a cada joven que necesitaba escuchar de él esa palabra oportuna para dar un giro necesario en su vida. Esta intervención pedagógica es conocida como
“la palabrita al oído”, y el sentido de su eficacia redunda en esa capacidad profunda de escucha del corazón del joven, y la sintonía con quien lo educa y acompaña, para acercarlo a Jesús y ayudarlo a crecer en sus actitudes de vida.
Podemos detenernos en una imagen que es un “
ícono salesiano” de la escucha: la foto de Don Bosco con el joven Pablo Álbera:
- Sabemos que Don Bosco preparaba sus fotos: nada es por casualidad, cada gesto era cargado de un significado educativo para sus hijos. Esta foto está centrada en un encuentro de dos personas: él y Pablo Álbera, quién será luego sacerdote salesiano y su segundo sucesor. Don Bosco se ubica en la foto con un gesto cercano al joven. Se trata de una escucha atenta, cercana, cuidadosa y cariñosa.
- Estamos en un contexto de una escucha especial, se podría decir “sagrada”... como el ámbito de una confesión. No se escucha cualquier cosa: se escucha al mismito Dios. Don Bosco no escuchaba a Dios y a los jóvenes separadamente, sino que escuchaba a Dios “en” los jóvenes.
- Llama la atención que él y Pablo están rodeados de muchas personas: otros chicos y colaboradores de Don Bosco —chicos del oratorio que se transformaron en salesianos—. ¿Cuál es el espacio propicio para escuchar a los jóvenes? Muchas veces escuchamos a los jóvenes desde un espacio común: es en “comunidad”, compartiendo la misma misión educativa. Porque la escucha también es comunitaria.
- Además, sabemos que en esa época las fotos se sacaban con muchos detalles. Llevaba mucho tiempo prepararlas, y más aún, podían salir movidas si no se permanecía inmóvil, casi sin respirar. Por eso, frente al posible nerviosismo de Pablito, Don Bosco lo invita a hacer un gesto lleno de ternura y confianza: apoyar tranquilamente la pequeña frente sobre su cabeza. Es un gesto de exquisita y tierna paternidad. Don Bosco escucha a Dios en los jóvenes no de cualquier manera, sino como un Padre que los conoce, los cuida y acompaña, porque los ama con ternura.
En esta escuela de escuchar a Dios en los jóvenes, formó a sus mismos colaboradores, y por eso Valdocco y cada comunidad salesiana se hicieron espacio de encuentro con el “Dios Vivo y Presente” en los muchachos más pobres. Por todo esto supo sintonizar con María Mazzarello, que en el silencio de todo su ser escuchaba la voz del Espíritu en sí misma y en las personas que acompañaba con sabiduría y maternidad. Maín vivirá cotidianamente en esta actitud de escucha, con las niñas y jóvenes de Mornese… era hablarle a Jesús, “cara a cara”:
su Dios era el Dios de los encuentros.
Las jóvenes de su pueblo ocupaban su corazón en todo momento, con las mismas ansias apostólicas que ya vivía Don Bosco con sus muchachos. Es una mujer de escucha y de discernimiento a tal punto que todas —hermanas, laicas y jóvenes de la comunidad— podían compartirle sus confidencias, porque sabían que podían confiarse a ese corazón de madre capaz de intuir, contener y comprender. Era la sabiduría de Dios, que la hacía estar a la escucha de las necesidades de cada una de las jóvenes que acompañaba en sus procesos personales, sin forzar sus tiempos de crecimiento, sino esperando el tiempo de Dios en cada una.
Como discípulo de Jesús, colocate a los pies del Maestro para escucharlo y atesorar su Palabra en tu corazón. Apoyá tu oído en su pecho, como el “discípulo amado”, y escuchá los latidos de su Corazón y
en ese mismo latido, dejá resonar el grito de cada joven que conocés, amás y acompañás… ¿qué te dice? ¿cómo le respondés?
Por Marta Riccioli, hma