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29 de agosto, 2018

No todo es lo que parece



Sábado por la tarde. Terminaron las actividades de los grupos juveniles y algunos animadores de entre 16 y 20 años se reúnen en una de las capillas de la comunidad “Jesús Buen Pastor”, en Isidro Casanova, zona oeste del Conurbano Bonaerense. Ellos decidieron prepararse para recibir el sacramento de la Confirmación y las diferentes experiencias que traen de sus grupos y su edad hacen que cada encuentro sea un espacio de reflexión, de oración y de compartir.

En uno de esos encuentros, motivados por su deseo de hablar acerca de la realidad en la que viven, empezó a repetirse entre ellos una palabra: vulnerabilidad.

¿Qué significa ser vulnerable?

Bianca se anima a romper el silencio: “somos vulnerables cuando estamos entre la espada y la pared”. “La vulnerabilidad tiene que ver con la falta de empatía —completa Dani—. Acá todos tenemos un techo y una cama para dormir. Y si bien hay personas que tal vez consideran que eso es algo común, no es así: hay gente que no tiene para dormir. Estamos en un problema si creemos que todos tenemos las mismas posibilidades o condiciones de vida”.

Tomi, que hasta el momento había preferido sólo escuchar suma también su aporte: la mentira muchas veces nos deja en una situación vulnerable. Nos pasa cuando amamos, le confiamos todo a otra persona pero a veces esa persona nos falla”.

Todos coinciden además en que esta problemática se observa en una infinidad de aspectos: “en la inseguridad, en la violencia, en la duda”. “Las personas que viven en situación de calle se la pasan dudando: ¿Puedo ir a la escuela?, ¿podré terminarla?, ¿puedo seguir adelante? Muchas veces, incluso, se preguntan ¿dónde está Dios? Ahí aparece la duda”

Bianca suma su aporte al respecto: “Yo salgo y me pregunto si podré volver. O cuando llego a mi casa, estoy pensado si alguien estará atrás mío queriendo entrar. Siempre está la duda en el barrio”.

Cambiar la perspectiva

Coincidiendo con su compañera todos afirman sentirse inseguros en el barrio. Sin embargo Dani, con sentido crítico aporta: “Creo que también influye la idea que nosotros y la sociedad nos hicimos del barrio. No es lo mismo decir vivo en Laferrere, que en San Telmo. Y sin embargo la inseguridad está en todos lados”. Acá en el barrio no todo el mundo es chorro o vende droga. Y aquel que es pobre, no lo es porque no hace nada, o porque sea vago. Sino que tal vez no consigue laburo, o con el que tiene no le alcanza”.

Lautaro comparte una experiencia personal: “Una vez que estaba en Capital, y cuando le dije a otro chico que era de La Matanza me contestó, ‘allá roban todos’. Y yo la verdad me sentí discriminado. Me había metido en una bolsa que no tiene nada que ver conmigo”.

“Esa es la generalización que se hace de los barrios como el nuestro, porque los ven y no es un barrio lindo, con casas y autos lindos”, aporta Ludmila, quien de inmediato aclara: nosotros mismos nos creemos lo que nos dicen. Por eso estaría bueno que los que vivimos acá cambiemos la perspectiva de nuestro propio barrio. Porque si nosotros tenemos esta mirada del barrio, ¿qué esperamos de otra gente que no vive acá?”.

¿Qué podríamos hacer?

“Yo apostaría por la educación —dice Tomi—, la gente no sabe algunas cosas que vivimos. Y les diría: ‘tal vez estás equivocado respecto a lo que pensás de nosotros. No te quedes sólo con tu verdad’”. Otro de sus amigos se anima a seguir soñando: “Si yo tuviera los medios necesarios, ayudaría a los centros comunitarios”.

Carla por su parte rescata: “Quizás no nos damos cuenta pero ya estamos dando una mano, en cada uno de nuestros grupos juveniles. Ese un granito de arena que sumamos a la esperanza. Poder brindarle al pibe una realidad diferente a la que vive todos los días, una merienda, un juego, cariño. ¡Porque vulnerabilidad es también falta de cariño! Puede parecer que no es nada, pero para el pibe es un montón”.

“Yo creo que hay que apostar por inculcar valores desde la propia familia”, aporta Dani. “Por más que una persona pueda tener toda la plata del mundo, no todos tenemos los mismos valores. Para mí, que me pase algo bueno, es llegar a mi casa, estar con mi familia, reírme de algo que me paso en el día. Para otras personas su felicidad pasa por llegar a su casa y que esté todo acomodado, o que le hayan comprado el último celular ¡No está mal! A mí me parece triste que haya personas que encuentren su felicidad sólo en las cosas materiales. Yo creo que más allá del lugar donde vivís lo importante es ser buena persona”.

Por Santiago Cieschi, sdb

BOLETÍN SALESIANO - AGOSTO 2018