22 de mayo, 2018
¿Ni-ni? ¡Ni ahí!
Miles de jóvenes deben dedicar su tiempo a cuidar a otros. Darles la posibilidad de elegir entre cuidar, estudiar y trabajar es la clave.
Ni estudian ni trabajan. Las cifras y estadísticas varían según la publicación, pero el término ganó en los últimos años una gran relevancia, sobre todo en los grandes medios de comunicación: en Argentina habría alrededor de un millón de jóvenes
“ni-ni”.
Lejos de colaborar en resolver los problemas, estas descripciones muchas veces los acrecientan: frente a ellos se presenta a una marea de
millennials creativos, emprendedores, incorporados al consumo globalizado y exigentes con las ofertas de trabajo.
“Ni-ni”:
ni una ni otra categoría da cuenta fiel de lo que sucede. Esconden bajo supuestas actitudes individuales un problema colectivo:
la persistente desigualdad. Pero tampoco dan cuenta de una noble realidad: una mayoría de esos jóvenes que no estudian ni trabajan dedica gran parte de su tiempo al
cuidado de otras personas.
A cuidado de los jóvenes
El informe
Jóvenes que cuidan(2016) fue elaborado por el centro de investigación CIPPEC en base a la Encuesta Nacional de Juventud 2014, realizada por el INDEC. Según el análisis de las estadísticas disponibles,
casi cuatro de cada diez jóvenes en el país tiene responsabilidades de cuidado, sobre todo de niños: el 29% de los jóvenes entre 15 y 29 años en la Argentina tiene hijos a cargo.
“Dentro del grupo de jóvenes que no está incluido en la fuerza laboral y no estudia, y que se encuentra en el estrato de ingresos del hogar más bajo, existe una mayoría que se dedica a cuidar a otras personas”, se lee en el informe. Estas actividades de cuidado les insumen
un promedio de 56 horas semanales, lo que dificulta la posibilidad de continuar con los estudios de manera regular o insertarse satisfactoriamente en el mercado laboral.
La investigadora
Gimena de León, autora del informe, afirma: “
Lejos de tratarse de una población que ‘no hace nada’, en esa categoría se encuentran situaciones muy diversas. Son mayoría las jóvenes que desarrollan actividades de cuidado no remunerado”.
Trabajo invisible
Numerosas actividades con un incuestionable valor social no se encuentran remuneradas. Muchas de ellas son imprescindibles, como las tareas de cuidado hacia los niños y los adultos mayores —
una de cada cuatro personas se dedica a cuidar a chicos que no son sus hijos; por ejemplo, hermanos menores o sobrinos—. Esta responsabilidad se encuentra repartida de manera muy desigual:
mientras que el 48 % de las mujeres realiza tareas de cuidado, en el caso de los varones el porcentaje se reduce a 24%.
Quienes pueden delegar estas tareas en otras personas con mayor facilidad son los sectores de la sociedad con mayores recursos,
aunque no siempre: el 26% de los jóvenes de ingresos altos realizan actividades de cuidado, frente al 44% de los jóvenes que viven en hogares con ingresos bajos. Esta situación se produce porque los sectores más vulnerables, que más necesitarían del acceso a ciertas herramientas de protección social, se encuentran privados por la informalidad y precariedad laboral:
sólo el 50% de los trabajadores tienen acceso, por ejemplo, al régimen de licencias.
“Dentro de los jóvenes que no está incluido en la fuerza laboral y no estudia existe una mayoría que se dedica a cuidar a otras personas”.
Un problema estructural
Las personas de entre 15 y 29 años componen un cuarto de la población argentina. Entender esta situación como parte de un contexto laboral adverso para los jóvenes es clave.
“Si uno cuenta desde mediados de los noventa, puede haber una tercera generación de familias que no pudieron trabajar sistemáticamente, con un trabajo registrado, y que están en una situación de pobreza estructural que no depende solamente del nivel de ingresos”, menciona
Eduardo Donza, investigador del
Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina.
Según este profesional, el esquema de movilidad social ascendente qué primó en Argentina en gran parte del siglo XX llega cada vez a menores sectores de la población:
“Vamos teniendo una parte de la sociedad con una desigualdad tan marcada que genera exclusión. Para salir de la pobreza tiene que reactivarse el mercado de trabajo, pero incluso así una parte de la población no podría integrarse fácilmente por no estar capacitada”, sintetiza.
Dar la posibilidad de elegir
Frente a tantas miradas y opiniones adversas sobre los jóvenes, conocer la implicancia de las actividades de cuidado en la vida de los chicos y chicas de nuestro país es muy significativo. Se trata de una tarea muy noble y muchas veces poco reconocida. De todos modos, no hay que desconocer que
puede comprometer la continuidad de los estudios y la inserción en el mercado laboral,ya de por sí dificultada por otros muchos obstáculos, e independientemente del nivel de ingresos en el que se encuentren.
Extensión de los servicios de
guarderías —por ejemplo, en los establecimientos educativos—, expansión de la oferta de
educación inicial y ampliación de los regímenes de
licencias por maternidad y paternidad son algunas de las respuestas a la problemática que propone el informe.
Y también es necesario abordarlo desde el ámbito educativo.
“Una estrategia es generar espacios de encuentro: distintas actividades que se desarrollen en un ámbito mejor que la calle. Y desde ahí empezar a capacitarlos. Cada joven va a tener una problemática diferente”, menciona Donza. En este sentido, cobran valor iniciativas como por ejemplo los
centros de formación o capacitación laboral, que combinan la reinserción en el sistema educativo con el aprendizaje de un oficio con
rápida salida laboral y el estímulo para terminar o
continuar con los estudios previos.
Una vez más, brindarle a los jóvenes herramientas para poder elegir y construir su proyecto de vida se vuelve la clave.
Por
Santiago Valdemoros • redaccion@boletinsalesiano.com.ar
Boletín Salesiano, mayo 2018