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24 de julio, 2016

“Mi vocación nace de María Auxiliadora”

Gabriel Barba: obispo de Laferrere, exalumno del Pío IX de Buenos Aires y devoto de María Auxiliadora.

La diócesis de Gregorio de Laferrere se extiende por los partidos bonaerenses de Cañuelas y La Matanza; más de setecientas mil personas en un territorio de casi mil cuatrocientos kilómetros cuadrados. Monseñor Gabriel Barba anima esta porción de la Iglesia desde el año 2014, con un grato recuerdo en su corazón: el haber hecho su secundario en la obra salesiana Pío IX de Buenos Aires, y descubrir su vocación como pastor de la mano de María Auxiliadora.

¿Cómo y cuándo surge su vocación sacerdotal?
Mi llamado nace a los 14 años, mientras era alumno del Pío. Si algo me queda claro, es que se ha dado en torno a María Auxiliadora. En ella nace el descubrimiento de mi vocación. Creo que está relacionado con la historia de mi vida: de bebé fui consagrado al cuidado de la Auxiliadora. Pensar en ser cura a los 14 años es algo muy difícil y lejano. Hay muchas cosas por madurar aún. Durante mi adolescencia “tapé” esa idea. Estuve de novio, fui a bailar y me divertí como cualquiera de mi edad. Al terminar el secundario, seguía con muchas dudas respecto al tema de la vocación. Entrar al seminario significaba “dejarlo todo”; en ese momento ganaba más dinero que mi papá, no era una decisión fácil. Pero no podía seguir adelante si no daba ese paso, ya que toda la vida la hubiera construido sobre esa duda. Y confiando profundamente en Dios entré al seminario; dispuesto a salir si no era lo mío, pero intentándolo.

¿Qué es lo más valioso que se llevó de su formación salesiana?
Más que llevarme algo del colegio Pío IX, parte de mi vida ha quedado allí, marcada por esa casa y por el testimonio de los curas de la época. Había en aquellos tiempos una gran identificación entre el alumno y el colegio. Aparte de la educación técnica que era muy buena y exigente, nos formaban en valores. Buscaban que seamos buenas personas y buenos cristianos. Cuando pienso en una persona concreta, sin duda el primero que se me viene a la cabeza es el padre Paletta. Ya era viejito en mi época, pero andaba por el patio con su sotana, siempre en contacto con los alumnos. Desde el primer momento te llamaba por tu nombre. La distancia en edad con nosotros era abismal, sin embargo se ganaba el amor y el respeto de todos.

¿Cuáles son sus sueños como obispo para los próximos años?
Solo pienso en ser fiel. No es fácil ser obispo, y quiero hacerlo con alegría. ¡Ese sí que es un sueño! Nunca perder la alegría, el buen humor. Trato de ser un obispo atento y cercano. Quisiera una Iglesia cercana a la gente y a los más pobres, que atraiga y que no expulse ni rechace. Me duele cuando veo gente que sufre por el maltrato en las iglesias. Es un sueño que eso disminuya. Y trabajo para ello: por una Iglesia de puertas y corazones abiertos, con sacerdotes que sean pastores y no jueces.

¿Cuál es el aporte que realizan los salesianos en la diócesis que usted anima?
En la diócesis de Laferrere hay una comunidad salesiana, Jesús Buen Pastor. Trabajan mucho y bien, sobre todo con los jóvenes. Hacen un trabajo social muy importante, siempre recrean nuevos espacios de servicio. También dentro de la diócesis, en Uribelarrea, está la Escuela Agrotécnica Salesiana Don Bosco, un lugar histórico y muy importante.

Por Ezequiel Herrero • redaccion@boletinsalesiano.com.ar

Mayo 2016