28 de mayo, 2018
¡Me suena familiar!
Son las diez de la mañana en el
colegio San José de Rosario, Santa Fe. Un grupo de chicos de
sexto año del secundario dan vueltas por el patio en una hora libre. Como muchos otros chicos en el recreo o a la salida se acercan a la oficina de Pastoral para charlar y tomar unos mates. El profe los espera y les propone conversar sobre un tema muy cercano para todos:
la familia.
¿La familia es algo que se elige?
Para Rodrigo,“familia” es cualquier persona cercana, en quien confiás y que te ayuda a crecer. La definición puede parecer muy amplia pero responde a su experiencia: la mayor de sus cuatro hermanos es adoptada. Tomás interviene diciendo que son los compañeros de vida que te tocan. Y esto genera una discusión: ¿Qué lugar hay para la elección? ¿Hay que resignarse a la familia o también podemos elegirla?
Para Lucas,
“tus padres te dieron la vida y como mínimo tenés que estar agradecido por eso”. Y muchos de estos chicos lo están, pero también experimentan a diario conflictos, cosas que no les agradan y que no pierden oportunidad de reprocharles. Durante la adolescencia las discusiones están a la orden del día.
“De afuera todo puede parecer perfecto pero no lo es”, dice Javier, haciendo referencia a los conflictos serios que se generan entre padres e hijos a esta edad. Las discusiones pueden ser fuertes y generar distanciamientos prolongados. Pero luego matiza:
“Es normal discutir, si no discuten es porque están re aislados, cada uno en su mundo”. Y Marcos agrega:
“Las personas somos todas distintas, es normal que discutamos”.
Otras veces el problema más grande no son las discusiones y peleas sino los silencios.
“Estar con ellos y que sepan lo que me pasa, que estén cuando necesito algo. Sentirme cómodo y tenerles confianza, esa sería mi familia ideal”, interviene Juani. Y lo dice justamente porque no se siente escuchado ni comprendido.
Pero los padres muchas veces dicen que sus hijos adolescentes no les hablan y ustedes dicen que necesitan ser escuchados: ¿No es contradictorio?
“Los adolescentes estamos en plena etapa de aprendizaje, la contradicción es normal —se defiende Marcos—.
Uno pretende conseguir todo sin dar nada. Es importante la comprensión por parte de los padres. A veces uno espera de las personas más de lo que pueden dar”.
Juani retoma la palabra:
“Si no hablo ahora es porque cuando quise hablar no me escuchaban. Y cuando me escuchaban reaccionaban mal. Así que ahora prefiero contar mis cosas a mis amigos antes que a mi familia”.
Construir un vínculo de confianza entre padres e hijos no siempre es sencillo, tampoco entender qué le pasa al otro, saber escuchar sin juzgar, sin interrumpir y sin suponer. Poder tratar a cada hijo de acuerdo a su edad tampoco es fácil.
“Para mí es importante que los padres no sean hipócritas. Tengo 17 años y mis papás tendrían que poder explicarme por qué me dicen las cosas. Si no no puedo confiar en ellos”, dice Tomás.
Así se enciende nuevamente la polémica, esta vez respecto de los consejos de los padres:
“A mí me gusta cuando mis viejos me avisan de un problema que puedo llegar a tener, porque ellos ya la pasaron, pero no que me intenten convencer de que no lo haga, solo que me avisen lo que me puede llegar a pasar, que sean un apoyo más que un camino”, dice Lucas.
“Hay cosas que no las hablo porque no quiero escuchar consejos. Tus viejos, cuando le tirás una idea, te empiezan a tirar todo lo negativo”, se queja Tomás.
“A mí me gustaría que acepten sus errores. A vos te piden que te hagas responsable por todo lo que haces pero cuando ellos se equivocan no lo aceptan y creen que solo ellos tienen razón”.
“A mí me gusta que me den libertad. Si me voy a lo sumo me mandan un mensaje preguntándome ‘¿Cómo estás?’, pero no me rompen”, dice Lucas.
“Está bueno que tus viejos te den libertad —dice Juani—,
sino ya empezás a tener resentimiento”.
¿Y no puede ser un problema de que los padres den demasiada libertad a sus hijos?
“Hay compañeros que tienen demasiada libertad pero porque los padres no les dan bola”.Es habitual que los adultos confundan libertad con falta de seguimiento y despreocupación. Los chicos lo notan y muchos de los riesgos que identifican están asociados a las redes sociales y al acceso que Internet les facilita a numerosas de cuestiones que antes les estaban vedadas.
“Lo importante es que las personas estén preparadas para las cosas que le pueden pasar en la vida, por eso es tan importante la educación”, sostiene Marcos.
Otra cuestión que les preocupa es que sus padres quieran meterse en la elección de las amistades. La clase social a la que pertenecen los amigos, sus costumbres o su orientación sexual muchas veces generan quejas o planteos de los padres.
“Los padres tienen prejuicios que muchas veces chocan con las vivencias de uno, que es más joven y piensa distinto”, plantea Juani.
“Vos te relacionás con gente que para vos es positiva y tus viejos te llenan de comentarios negativos por cuestiones que a vos nunca te afectaron en absoluto”.
Esos prejuicios muchas veces levantan barreras entre padres e hijos y estos últimos sienten que no pueden hablar con libertad porque no confían en que vayan a ser escuchados y comprendidos.
Y así de improviso, en medio de la charla, suena el timbre. El recreo termina y el bullicio del patio se va apagando. Los chicos saludan al profe y entre chistes enfilan para el salón. ¡Cuánto bien les hace el clima de familia! ¡Cuánto bien nos hace a todos!
Por
Franco Toffoli • fraatof@gmail.com
Boletín Salesiano, mayo 2018