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09 de junio, 2021

Los que conocieron a Don Bosco: Miguel Rúa

Me gustaba ir con mi hermano Luis al oratorio de Don Bosco, pero mi mamá Juana María no siempre me dejaba: decía que era muy chico. Claro, en 1845 tenía apenas 8 añitos. Nací el 9 de junio de 1837, no muy lejos de Valdocco.

Un día Don Bosco repartía medallitas. Les dio a todos, y a mí no. Quedé un poco mal, y le reclamé la medalla. Él tomó mi mano, hizo el gesto de partirla en dos y me dijo esa frase que quedó grabada en mi mente y en mi corazón: “Miguel… ¡iremos a medias!”

Cuando tenía 15 años, le ayudaba junto a otros compañeros siendo animador del oratorio. Yo tenía claro que quería ser sacerdote como Don Bosco y trabajar con él. No me sorprendió que en 1857 nos propusiera hacer unos votos, y empezamos a llamarnos salesianos…

¡Salesiano! Nos lo explicó, aunque no lo entendíamos del todo. Lo importante era estar entre los niños y jóvenes, y prevenir, para que no cayeran en el pecado y ayudarles a desarrollar lo bueno que hay en ellos. Quererlos y que se sientan queridos. Que sean amigos de Jesús y de María. Un programa de vida. Y de espiritualidad.

Fui ordenado sacerdote el 29 de julio de 1860. Don Bosco me daba muchos compromisos y tareas, pero yo procuraba estar presente entre los chicos, en el patio, en las aulas, en la capilla.

No puedo resumir en este espacio tantas vivencias. Y también tantas dificultades. Que las tuvimos y muchas. No todos comprendían el proyecto de Don Bosco. 

Cuando el 31 de enero de 1888 fallecía Don Bosco, yo tenía 51 años. Fue muy duro para todos. Asumí la tarea de ser su sucesor. Lo hice hasta mi muerte, en 1911. Fueron años de mucho trabajo. Se abrieron nuevas obras salesianas en todo el mundo. Recuerdo, que nadie lo tome a mal, que en 1903 autoricé el inicio de una de ellas: en Colonia Vignaud, Argentina, ¿la conocen? (Allí nacería quien escribe estas líneas, tomando mi lugar...)

Fui muy feliz y trabajé mucho. Algunos afirman que era de “perfil bajo”, como dicen ahora, al mirar la gran figura de Don Bosco. Con humildad, me alegra que se conozca más sobre mi vida, mi forma de ser y de animar, mis luchas. Mi vida es el reflejo del privilegio de estar junto a Don Bosco durante 35 años. Y creo que no fueron en vano. 

Veo en Argentina muchos niños, adolescentes y jóvenes en riesgo… ése es nuestro lugar. No se desanimen. Vale la pena entregar la vida por ellos. Sientan la cálida y firme voz de Don Bosco que les dice: “Vamos a medias”. Sientan la presencia cercana de María Auxiliadora.

Con todo mi afecto, los saludo desde “el Paraíso”…. y aquí los espero.

Carlos Bosio, sdb