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09 de junio, 2021

Los que conocieron a Don Bosco: Francisco Besucco

Me llamo, Francisco, Francisco Besucco. Don Bosco me llama “el pastorcito de los Alpes”. Es que me crié allá, en un pueblito en la cordillera. Mi papá trabaja de afilador ambulante, recorriendo los pueblos de la zona. Yo ayudo en lo que puedo, cuidando las ovejas y llevándolas a pastar. Los paisajes de mi tierra son tan hermosos que más de una vez quedé admirado de la inmensidad de las montañas y la belleza de los valles. Otras veces, tengo que reconocerlo, me asustaban las quebradas y los precipicios... 

Además de a mis buenos padres y hermanos, a dos curas les debo lo que soy. Uno de ellos es mi padrino de bautismo, don Pepino, párroco de mi pequeño pueblo y Francisco como yo. Él me enseñó a leer y a escribir y me entusiasmó con la idea de ir a la capital, a la casa que Don Bosco tiene para los chicos del interior que quieren seguir estudiando, incluso para los que no pueden pagar... 

El otro cura, obviamente, es Don Bosco. Todos en los pueblitos del Piamonte hemos oído hablar de él. Yo también, antes de venir a Valdocco, había leído las vidas que él escribió después de la muerte de sus alumnos Domingo Savio y Miguel Magone. Ahora que estoy viviendo y estudiando acá no lo puedo creer. Recuerdo lo triste que estaba papá cuando me trajo a Turín. Pero yo vine muy contento. Me impresionó conocer los edificios de la capital, el palacio real y las grandes iglesias como el santuario de la Consolata. Pero más me impresionó llegar a la casa de Don Bosco. ¡Si acá hay más chicos que todos los habitantes de mi pueblo! Cuando corren jugando por patios y galerías me hacen acordar a mi rebaño de ovejas aprovechando el menor descuido para dispersarse por la pradera o meterse en los recovecos de la montaña.

Apenas pude me acerqué a charlar con Don Bosco y a hacerle preguntas. Los chicos de mi edad hacemos muchas preguntas: ¿cómo hago para ser bueno como los compañeros que estoy conociendo acá? ¿Qué quiere decir ese cartelito de su oficina, “cada momento de tiempo es un tesoro”? ¿Es cierto que lo mejor para ser bueno es estar alegres? ¿Es verdad que la comunión es tan importante que mejor comulgar muy de vez en cuando?

Don Bosco me va respondiendo con paciencia cada cosa. La primera vez me dio una fórmula genial, que aquí en el oratorio todos conocen: “alegría, estudio y oración”. La segunda, me aconsejó charlar frecuentemente con el mismo confesor: “Es como un médico de cabecera”, me dijo, “si te conoce bien, podrá ayudarte mejor”. Después me explicó que para estar alegre no es necesario jugar descontroladamente con riesgo de lastimarme, como yo empecé a hacerlo al descubrir de un día para otro tantas diversiones. Me enseñó también que aprovechar bien el tiempo no es estar siempre estudiando sino hacer bien lo que hay que hacer en cada momento. Y me recordó que Jesús no buscaba a los santos sino a los que se sienten débiles, a los cansados y agobiados, y que por eso puedo acercarme a Él con confianza y comulgar seguido, no porque soy “re bueno”, sino por lo bueno que es Él... Y me enseñó también que Jesús no nos exige grandes sacrificios y penitencias, como dicen algunos, sino que nos pide aceptar con paciencia las pequeñas dificultades de cada día...

Hace unos días le escribí agradecido a mi padrino. Le conté que soy tan feliz en este lugar, que no me falta nada. Don Bosco me dijo que se pueden esperar grandes cosas de un joven agradecido. Me lo dijo cuando me emocioné al hablarle de mi padrino. Y me dijo que el mejor modo de agradecerle era ser bueno y feliz. Entonces me sequé las lágrimas, lo saludé y me fui corriendo a jugar.


Publicado originalmente en el Boletín Salesiano de Argentina