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05 de abril, 2016

Llevar en el corazón a los más pobres

Nuestra forma salesiana de iluminar el mundo de manera profética, a contracorriente y con radicalidad, es nuestra opción preferencial y primera por los pobres.

Como fruto del Bicentenario del nacimiento de Don Bosco, que recientemente hemos vivido como año de Gracia del Señor, otro de mis sueños para nuestra Familia Salesiana y los amigos de Don Bosco en todo el mundo es justamente éste, que fue norma de su vida: llevar en el corazón a los más pobres, especialmente a los niños y niñas, muchachos, muchachas y jóvenes más necesitados, quienes menos oportunidades tienen.

Cuando les estoy escribiendo este saludo tengo todavía en mis ojos la visita de dieciocho días realizada a Sierra Leona, donde pude encontrarme con algunas de nuestras profundas alegrías del corazón, como son los muchachos recogidos de la calle, las muchachas liberadas de la explotación sexual a la que estaban sometidas, y los niños y jóvenes huérfanos de padre y madre a causa del Ébola. Verlos a todos en la casa salesiana de Freetown, y ver cómo sus vidas van teniendo otro horizonte, permite palpar lo que seguramente podían sentir Don Bosco en Valdocco y María Mazzarello en Mornese con los primeros muchachos y muchachas.

Cuando visité la cárcel de varones en la misma capital, donde pude reunirme con el diez por ciento de los presos —es decir, 160 de los 1600 presentes en el establecimiento, de los cuales más de 1200 son jóvenes de entre 18 y 25 años—, pude sentir de alguna manera lo que Don Bosco sentiría en la visita a los jóvenes presos en La Generala de Turín.

Cuando en Acra, capital de Ghana, saludé a nuestras hermanas Hijas de María Auxiliadora; a las muchachas recogidas en su casa; a los niños, niñas y adolescentes de la casa de los Salesianos víctimas del “tráfico humano”, no pude menos que conmoverme y agradecer al Señor que nos permite, como Familia Salesiana, ser un rayo de luz entre tantas sombras.

Y cuando en Mekanissa, en Addis Abeba (Etiopía), me encontré con los niños y niñas —más de 500—, que a diario comen allí y van a nuestra escuela o a otras cercanas, cuando pude saludar a los muchachos rescatados de la calle que están aprendiendo diversos oficios, y a otros 28 que desde la calle se acercan cada día para asearse, alimentarse, estar con amigos y con salesianos y decidir si quieren quedarse en la calle o formar parte de los jóvenes de la casa, mi corazón latía sintiendo que Don Bosco estaba detrás sosteniendo esto y que el Señor Jesús seguía invitándonos a salir al encuentro de los más pobres.

Por eso, amigos lectores de nuestra familia y amigos de Don Bosco, afianzo una vez más mi convicción: son los más pobres la razón de nuestro existir como Familia Salesiana en la Iglesia, y nuestra dedicación a ellos la razón de nuestras vidas.

Estoy convencido de que es precioso el testimonio de tantos miembros de nuestra familia que dan la vida cada día con verdadera pasión educativa y evangelizadora en favor de los jóvenes; estoy convencido de que son muchas las presencias salesianas del mundo que miran con predilección a los más pobres. Doy gracias al Señor por ello, al mismo tiempo que les digo a todos: hermanos, hermanas, hemos de “ir por más”. Hemos de ser todos quienes con un corazón como el de Jesús, Buen Pastor, como el de Don Bosco y nuestros santos y santas de esta familia religiosa, demos lo mejor que somos y tenemos en favor de los jóvenes.

El papa Francisco, refiriéndose a los consagrados, dice en su carta: “Despierten al mundo, ilumínenlo con su testimonio profético y a contracorriente”. Pienso que nuestra forma salesiana de iluminar el mundo de manera profética, a contracorriente y con radicalidad, es nuestra opción preferencial y primera por los más pobres. Y no tengamos ninguna duda de que viviendo y actuando así, incluso sin necesidad de palabras, el mensaje es interpelante y de gran fuerza testimonial. Y no tengamos dudas de que nunca faltarán medios para servir a los más pobres. Recordemos la firme confianza que Don Bosco tenía en la Divina Providencia cuando, ciertamente, damos motivos para que ésta llegue.

Si esto es así, ¿qué más nos queda por hacer? Continuar en este camino ascendente hasta que a cada salesiano, a cada hermana, a cada laico de nuestra Familia Salesiana, a cada uno de los treinta grupos que hoy formamos este gran árbol del carisma recibido por Don Bosco, nos duela que un muchacho o una muchacha pobre no tengan sitio en una de nuestras casas. ¡Hasta que nos duela en el alma no atender a cada muchacho o muchacha pobre que nos necesita! Si nuestro corazón lo siente así, no dudemos que siempre buscaremos y encontraremos soluciones y siempre seremos muy fieles a esta opción en favor de los más pobres.

En la Evangelii Gaudium, el Papa cita un texto de los Padres de la Iglesia que tiene una gran fuerza. Es de san Juan Crisóstomo y dice así: “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. Los bienes que tenemos no son nuestros, sino suyos”. El papa Francisco nos advierte acerca de la globalización de la indiferencia que nos hace incapaces de compadecernos ante el clamor de los demás, en una cultura del bienestar que nos anestesia (EG 54). Con gran firmeza nos hace una llamada de atención sobre la cultura del “descarte” a la que socialmente hemos dado inicio, en la que los excluidos no son ya “explotados” sino directamente desechos “sobrantes” (EG 53).

Esta es mi llamada, amigos y amigas: ayudémonos mutuamente, y siempre desde la verdad y la libertad del Evangelio, a no salirnos nunca de este camino que es el seguro y cierto.

Que le llegue a cada uno mi bendición, y que el Señor siga llenando nuestras vidas con esa plenitud que sólo viene de él.

Por Don Ángel Fernández Artime, sdb; Rector Mayor de los Salesianos

Abril 2016