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09 de junio, 2021

Las que conocieron a Don Bosco: Margarita Occhiena

La joven miraba atentamente a Margarita, quien luego de amasar el pan, se saca el delantal, se sentó a su lado y comenzó su relato sobre la infancia de Juan.

— Todos mis hijos son muy buenos, pero comprendo que Juanito es especial. Ya desde pequeño era muy vivaracho, le gustaba jugar mucho, no sólo con sus hermanos, también con los chicos de las granjas vecinas, de los que encontraba en el camino regresando de la misa dominical. Es raro pero siempre elegía estar con ellos. Me decía: “Sabés mamá, cuando están conmigo son más buenos, me gusta escucharlos, me gusta ser su amigo…” “yo les enseño a rezar el rosario… o les comparto lo que se dijo en el sermón”.

Mamá Margarita levantándose de su silla, le muestra a la joven un pantalón limpio, remendado muchas veces:

— Si esta ropa pudiera hablar… Es increíble cómo inventaba juegos, narraba historias sorprendentes, a todos nos gustaba escucharlo. Y cuando llegaba con su pantalón otra vez roto, yo lo miraba con seriedad y mi buen Juan no hacía más que disculparse, enhebraba la aguja y se sentaba a mi lado mientras yo zurcía; sobre zurcido, claro. Entonces aprovechaba ese momento para decirle lo bueno que es Dios con nosotros, que todo lo que había en el prado y que él disfrutaba lo había creado Él, para nosotros, para nuestra felicidad, para que recordáramos su amor…

Margarita mirando a la joven a los ojos le dice:

— Dios, es un Padre Bueno, y mi Juan creció conociendo a este Dios. Todas los días le enseñaba a mis pequeños a saludar a María, la Madre de Jesús, a honrarla con los labios y con el corazón. Yo se que Juan cuando tuvo que marcharse a la casa de los Moglia para trabajar, fue para mi hijo y para toda la familia un momento duro… Ella, María lo acompañaba y fue quien cuido de él, de sus necesidades, de su soledad y desamparo…

Margarita y la joven se abrazan y en silencio la tarde va despidiéndose del regalo de la luz, mientras estas dos mujeres comprenden el gran regalo que encierra el secreto de cuidar, educar y acompañar.


Por Mariana Benegas, fma


Publicado originalmente en el Boletín Salesiano de Argentina