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22 de noviembre, 2016

La mejor despedida

El Rector Mayor compartió en Valdocco el envío de la 147º expedición misionera salesiana.



El 25 de septiembre celebré el envío de los cuarenta y tres integrantes de la 147º expedición misionera salesiana. Este sueño de Don Bosco no se ha detenido jamás, ni siquiera durante las dos trágicas guerras mundiales. En esta ocasión, dieciocho jóvenes salesianos y diecisiete Hijas de María Auxiliadora dejaron sus afectos para dirigirse hacia diversos puntos del globo. A ellos se agregan siete jóvenes que realizarán su servicio durante un año.

Este gesto habla. Proclama que el Señor continúa amando a la Humanidad, lo que requiere una respuesta de fidelidad. Por eso les he dicho a nuestros enviados que mi sueño de una Familia Salesiana misionera tiene cuatro “pétalos”:

  1. Ser misioneros de humanidad


No somos misioneros en el mundo para lograr alguna conquista. Lo somos para compartir la vida con la gente que nos recibe. Lo somos para servir, sin importar las circunstancias y las situaciones. Como dije en la Basílica de Turín: “Ustedes son enviados a servir al hombre y a la mujer que encontrarán por los caminos, en sus riquezas culturales y ancestrales, en sus sueños, angustias y esperanzas. Ustedes deben llevar su propia riqueza humana, la que recibieron de sus familias y culturas y aquella profunda que alimentan cada día en su relación confiada con Jesús”.

  1. Ser misioneros de misericordia y fraternidad


El segundo pétalo de mi sueño es consecuencia del primero: “Porque son misioneros de humanidad, los invito a ser también misioneros de misericordia y de fraternidad. Hoy el mundo sufre por todas partes. Ustedes encontrarán guerras, divisiones, pobreza extrema, refugiados, hambrientos, enfermos y abandonados. Encontrarán también discursos racistas y xenófobos. Pero ustedes llevarán un mensaje de paz y de desarrollo, de perdón y de fraternidad. Y no sólo como discurso o prédica, sino en su vivir cotidiano. No puede existir ‘neutralidad’ salesiana frente a los sufrimientos de nuestro pueblo. Y nuestra respuesta será siempre la del Evangelio”.

  1. Ser misioneros para los últimos


Les recomendé también a quienes partían: “Como Don Bosco, ustedes pueden estar cerca de todos, pero su corazón deberá estar siempre con los últimos y sus necesidades. Pero no olviden nunca que hemos aprendido de Don Bosco a no descuidar el anuncio de la Buena Nueva de Jesús, que nos habla del Dios Bueno y Misericordioso que es nuestro Padre. Don Bosco era, sobre todo, un sacerdote con corazón de educador que buscaba suscitar en sus muchachos el sentido de Dios y la confianza en Él”.

  1. Ser misioneros porque son discípulos


No podemos olvidar jamás que la raíz y la fuerza de nuestro ser misioneros proviene de ser discípulos, miembros de una comunidad creyente que toma en serio el mandamiento de Jesús de enseñar en su nombre. Somos también herederos de una tradición más que centenaria de nuestra Familia Salesiana. Qué María, Maestra y Auxilio, Madre de la Misericordia, acompañe a los misioneros cada día, y que aprendan de ella a alabar a Dios por las maravillas que realiza en cada rincón de la Tierra.

Por Don Ángel Fernández Artime, sdb • Rector Mayor de los Salesianos

Boletín Salesiano, noviembre 2016