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03 de agosto, 2017

La fuerza de la buena educación

La actualidad de las Lecturas católicas de Don Bosco



  1. Para educar hay que abrirse a los demás


Fascinados por la propia libertad, hoy no es tan fácil educar en la esencialidad. Se afirma la propia autonomía siguiendo las insinuaciones de la publicidad y, con frecuencia, las de la delincuencia.

Desde una perspectiva cristiana, el documento conclusivo del encuentro de Aparecida presenta una dimensión importante de la vida social, relacionada con la familia y la educación: “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y en la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás. El Evangelio nos ayuda a descubrir que un cuidado enfermizo de la propia vida atenta contra la calidad humana y cristiana de esa misma vida. Se vive mucho mejor cuando tenemos libertad interior para darlo todo: ‘Quien aprecie su vida terrena, la perderá’ (Juan 12, 25). Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión” (360).

  1. Pequeñas historias para grandes temas


Quien conoce la vida de Don Bosco sabe que, a la vez que se ocupaba de los muchachos, se dedicó a la buena prensa para la instrucción religiosa de las clases populares. Desde 1853 comenzó a publicar cada mes las Lecturas católicas. Uno de estos libritos es poco conocido, pero contiene la primera exposición de Don Bosco sobre cómo él entiende la misión educativa. Fue publicado en diciembre de 1855 con este título: La fuerza de la buena educación.

El entramado es sencillo, como amaba hacer en sus escritos: presenta un marido indolente en su trabajo y proclive al vino, negligente en las prácticas religiosas y en el cuidado de su familia. En cambio, su esposa era servicial con todos y responsable en el cumplimiento de sus deberes, especialmente en la educación de los cuatro hijos. El mayor de ellos, llamado Pedro, a la edad de ocho años fue obligado por el padre a trabajar en una fábrica de fósforos para contribuir a los gastos de la familia. Desde su primera comunión, preparada con gran esmero y realizada con plena convicción, Pedro comienza un camino de gradual maduración que lo llevará a alcanzar un franco compromiso de entereza personal y honradez ciudadana. Quien siguió su educación y la de sus hermanos menores fue esa mujer ejemplar, que Don Bosco denomina simplemente “esposa” diligente y “madre” querida.

  1. La educación es clave en la adolescencia


La particular dificultad que encuentran para encarar los conflictos que representa la adolescencia provoca en muchos padres y educadores una actitud de condescendencia, cuando no de despreocupada irresponsabilidad. Sin embargo, con el estilo que caracteriza cada época, y a la distancia de más de un siglo, se constata una sustancial convergencia entre los dos textos citados.

Al comienzo del siglo XXI, el documento final de Aparecida afirma: “Merece especial atención la etapa de la adolescencia. Los adolescentes no son niños ni son jóvenes. Están en la edad de la búsqueda de su propia identidad, de independencia frente a sus padres, de descubrimiento del grupo. En esta edad, fácilmente pueden ser víctimas de falsos líderes constituyendo pandillas. Es necesario impulsar la pastoral de los adolescentes, con sus propias características, que garantice su perseverancia y el crecimiento en la fe. El adolescente busca una experiencia de amistad con Jesús” (442).

Y Don Bosco escribía a mediados del siglo XIX:Dice el Señor que el camino que comienza a recorrer un jovencito en su adolescencia lo mantiene en su juventud, cuando será adulto y en la vejez hasta su muerte. ¡Afortunados aquellos que se entregan a Dios en su juventud! Ellos tienen ya una garantía casi segura de su salvación eterna. Es la feliz condición de Pedro. Él se entregó a Dios en edad temprana y con el pasar de los años creció también maravillosamente en la virtud” (OE VI, 336-337).

Por lo visto, algunas exigencias educativas, como las aquí consideradas, siguen siendo tan válidas hoy como lo eran en tiempos de Don Bosco, si las entendemos en una perspectiva cristiana.

  1. Para ampliar la información y continuar la reflexión



  • APARECIDA. Documento conclusivo, números 360 y 442, en el contexto del capítulo 7 sobre La misión de los discípulos al servicio de la vida plena (347-379) y del capítulo 9 sobre Familia, personas y vida (431-476). Buenos Aires, 2007.

  • BOSCO, J. La fuerza de la buena educación. Lecturas católicas. Turín, 1855. El texto integral en italiano se encuentra en Opere edite, LAS, Roma 1976 (275-386).


Preguntas para profundizar la lectura

  • ¿Cómo hay que entender la afirmación del documento de Aparecida, donde se lee: La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y en la comodidad”?

  • ¿Serías capaz de enumerar por lo menos tres exigencias educativas que sigan siendo válidas hoy como lo fueron en tiempos de Don Bosco o de nuestros bisabuelos?


Por Juan Picca, sdb • jpicca@donbosco.org.ar
Boeltín Salesiano, agosto 2017