11 de noviembre, 2017
La educación en escena
El teatro como herramienta educativa
El valor que tuvo el teatro para Don Bosco, incluso desde el comienzo de su obra, es reconocido por todos. De acuerdo a los documentos de la época en 1846, con el Oratorio recién establecido en Valdocco, se realizó la primera representación teatral de los chicos. El teatro moviliza particularmente al mundo juvenil, y Don Bosco lo intuyó desde pequeño.
En octubre se desarrolló en la provincia de La Rioja el octavo Encuentro Nacional de Estudiantes de Teatro (ENET); el mismo fue llevado adelante por y para estudiantes de las universidades públicas del país. A la luz de lo vivido esos días ofrecemos algunos elementos que nos ayuden a pensar la vigencia del teatro en la práctica educativa.
Otro modo de mirar la realidad
En los últimos años han crecido en Argentina las experiencias de teatro independiente. Alejándose del mero entretenimiento, buscan cuestionar al público desafiando las normas y los espacios convencionales. Allí además se tocan temas delicados como la desigualdad, el género, la imagen corporal, la diversidad, lo político y muchos otros que reflejan las ambigüedades que vivimos.
Sin quererlo, cada vez con más frecuencia naturalizamos situaciones de violencia e intolerancia. La acción teatral nos ayuda a abrir los ojos para percibir la realidad de un modo distinto. Creadores y espectadores son cuestionados por la escena y se les plantea una pregunta: ¿te hacés cargo de esto que estás viendo?
Además en nuestra tarea pastoral, destinada a acompañar la vida de los jóvenes de los sectores populares, el teatro puede resultar una herramienta clave ya que colabora para
devolver la palabra a quienes les fuera quitada. Al mismo tiempo que permite abrirnos a lo no convencional, nos presenta “lo distinto” y allí descubrimos la riqueza de convivir con la diversidad.
Otro modo de mirarnos
La principal herramienta de expresión en el mundo teatral resulta ser el cuerpo. La sociedad nos propone unos pocos modos de “ser cuerpo” al que todos deberíamos llegar: cuerpos perfectos, pero irreales, auxiliados por
Photoshop. Estos estereotipos van gestando la idea de que nuestros cuerpos no están bien ya que no cumplen con estos imaginarios de belleza. Al desconocer nuestro propio cuerpo vamos desconociéndonos, y entonces corremos el riesgo de acarrear complicaciones en nuestra salud.
Trabajar con el cuerpo abre caminos a nuevos planteos y modos de convivir con él,
más dignos y humanos. Permite vivirlo ya no como máscara, sino como realidad que nos define y hace de puente con otros. Nos permite poder elegir con más libertad cómo queremos ser cuerpo y comprometernos con su cuidado.
Tantos jóvenes apasionados por este arte nos reflejan que aquella intuición de Juan Bosco sobre el potencial formativo que tiene el teatro se encuentra vigente y es necesaria. Vale la pena animarnos a proponer nuevos modos para que la juventud pueda sacar todo lo bueno que tiene dentro y que necesita ser comunicado.
Pistas para pensar:
- ¿Qué lugar le damos a la expresión corporal nuestras propuestas? ¿Cómo ayudamos a forjar una sana percepción del cuerpo?
- ¿Existen en nuestras comunidades espacios donde los jóvenes puedan expresarse desde el teatro? ¿Les ofrecemos la posibilidad de formarse en este sentido?
Por
Gabriel Osorio, sdb * • gosorio@donbosco.org.ar
Boletín Salesiano, noviembre 2017
* Estudiante de la licenciatura en Arte Escénico mención Teatro en la Universidad de La Rioja