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21 de enero, 2016

La autoestima, una realidad a trabajar

Nuestros hijos y alumnos, ¿se quieren a sí mismos? ¿Estamos convencidos que una sana autoestima es el camino para ser felices?

Continuemos con las preguntas de la introducción: ¿les ayudamos a que generen su autoestima? ¿Nuestras palabras positivas les apoyan? Posiblemente fueron las respuestas negativas a estas preguntas las que motivaron que en California, en el año 1988, los legisladores votaran por unanimidad una ley de la autoestima. El objetivo de esta norma era impulsar entre los ciudadanos una valoración positiva de sí mismos. Pensaban que esta ley reduciría las seis graves lacras urbanas de los Estados Unidos del siglo XX: el crimen violento, el maltrato doméstico, el abuso de alcohol y otras drogas, los embarazos de adolescentes, el fracaso escolar y la dependencia crónica de las prestaciones de la Seguridad Social. La propuesta fracasó. Primero, porque la baja autoestima no era necesariamente la causa principal, ni siquiera secundaria, de los males sociales identificados por los legisladores. En segundo lugar, por la superficialidad y la falta de especificidad de las medidas adoptadas. Sin embargo, fue una opción positiva a favor de la autoestima.

Cambio de paradigma

La autoestima en el pasado se identificó con el egoísmo; con el egocentrismo, el hecho de creernos el centro del universo; con el narcisismo o amor exagerado; con la egolatría o culto al yo. Así se favorecía más la “desautoestima” que la autoestima. La cultura anterior insistía que amarse a sí mismo era malo, un pecado. Calvino calificó de “peste” el amor a sí mismo, y Freud, hablando del amor a sí mismo en términos psiquiátricos, coincidía con Calvino. Hoy se piensa de otra manera. Por ejemplo, Erich Fromm afirma que el amor a sí mismo no se identifica con el narcisismo. Llega a decir que el amor a los demás y el amor a nosotros mismos no son alternativas opuestas. Y la Biblia, desde el libro del Levítico, hasta los Evangelios insisten en que el primer mandamiento es “amarás al Señor tú Dios con todo tu corazón, con tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas”, y el segundo “amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Tarea para los niños...

Por eso, es importante que tus hijos o alumnos desarrollen su autoestima, que:

  • Digan un claro no a la baja autoestima ya que ello conduce a ser rigoristas, hipersensibles a la crítica, perfeccionistas, negativos.

  • Digan un claro no a una autoestima exagerada. El amor absolutizado lleva al narcisismo, a la egolatría.

  • Digan un claro sí a una autoestima equilibrada. Una sana autoestima es de vital importancia para el propio bienestar y para mejorar las relaciones personales.

  • Aprendan que el “error es la antesala del éxito”. Los fracasos son el trampolín para avanzar. El concepto negativo sobre el error es una de las fuentes más habituales de baja autoestima. El error lleva al éxito. Un científico en su trabajo de investigación comete muchos errores, pero corregidos, consigue el éxito.

  • Reciban caricias psicológicas de autoestima por parte de los padres y educadores, aceptándoles, respetándoles, permitiéndoles expresar lo que piensan y sienten; dándoles palabras de alabanza; manteniendo una actitud de acogida; escuchando sus emociones; corrigiéndoles desde la positividad.

  • Comprendan que, como dice Erich Fromm, “si es virtud amar a mi prójimo porque es un ser humano, también debe ser virtud —y no vicio— amarse así mismo, pues también yo soy un ser humano”.

  • Se acepten a sí mismos, asuman los valores y límites que tienen. El cambio no se produce por revolvernos contra los defectos que tenemos sino por asumirlos y a partir de ellos mejorar.

  • Confíen en la capacidad de mejorar. Un ejemplo nos lo dan los jóvenes artistas con capacidades diferentes de Mundo Alas.

  • Valoren todo lo bueno que han hecho en su vida. Que se feliciten por sus éxitos y logros; por sus cualidades; por ver sobre todo lo positivo que tienen.


... y también para los adultos

Decir a nuestros hijos o alumnos que trabajen su autoestima es fundamental, pero lo es más el que nosotros, padres o educadores:

  • Actuemos de tal modo que se sientan aceptados en su persona, en sus emociones, en nuestras valoraciones.

  • Demos muestras de cercanía manteniendo una actitud acogedora, alabando lo bueno que hacen, saludándoles, sonriéndoles.

  • Escuchemos sus emociones y sentimientos. La manera de dirigirse a una persona y escucharla aumenta mucho su autoestima.

  • Evitemos corregir mal sus comportamientos negativos.


• Y, sobre todo, que les demos caricias psicológicas. Así les demostraremos en primer lugar nuestro cariño hacia ellos y la satisfacción para con nosotros mismos de tenerlos como hijos.

Por José Antonio San Martín • Boletín Salesiano de España