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03 de julio, 2017

Infancia en el yerbal

El 90% de la yerba mate que se consume en Argentina se produce en Misiones. Miles de personas trabajan en la cosecha y la mayoría de ellas nace y deja su vida en el yerbal. Se los conoce como “tareferos”Sus hijos comienzan a trabajar entre los cinco y trece años, porque “se necesitan manos” para engrosar el salario de un trabajo esclavo. Familias enteras llevadas de madrugada en camiones de carga, rumbo a la cosecha. Niños con sueño, con hambre y sin escuela; sometidos a jornadas de  hasta nueve horas de trabajo. En contacto con agroquímicos, herramientas de riesgo y aguas contaminadas. Niños que no pueden serlo, resistiendo el peso de la pobreza extrema y la marginalidad. Trabajo infantil sobre la pródiga tierra colorada. Desolador retrato de “infancias vulneradas”, en la cadena de la yerba mate.
Argentina será sede de la IV Conferencia Mundial sobre la Erradicación Sostenida del Trabajo Infantil, aunque está muy lejos de la meta que allí se propone. El Estado se comprometió ante las naciones en esta lucha, pero la realidad sigue siendo cruel. No hay quien proteja a la infancia de estas violencias, ni quien destape la impunidad de sus responsables.
La indiferencia conspira contra la responsabilidad ética que nos involucra a todos en esta cadena. Un solo niño trabajando en la “tarefa” bastaría para desenmascarar a los que agrandan sus molinos pero olvidan su condición de hermanos. La violencia naturalizada anula toda posibilidad de compromiso con el otro. La capacidad de “hacernos humanos” está en el “nosotros”, donde nada es imposible. La insolidaridad cruel es la única ruina a la que debiéramos temer.

María Lucía Cantini, hma
Boletín Salesiano, julio 2017