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15 de febrero, 2017

En el patio, todo el año es carnaval

Amistad, compañerismo y respeto son los pilares de las murgas salesianas, que a lo largo del año brindan un espacio de contención y se preparan para vivir el carnaval como una verdadera fiesta.


 

Las puertas abiertas, los pibes que llegan. Zapatillas gastadas comienzan a bailar al ritmo de la murga que hace sonar sus bombos y flamea sus banderas. En ese patio pueden convivir todas las camisetas, en ese patio cientos de chicas se peinan y se maquillan junto a familias enteras que ayudan a alistar los trajes que brillan con sus lentejuelas. Ese patio está pleno de música y color, se respira vida y alegría. Son niños y adolescentes que sonríen y se sienten “pertenecer”. Ellos están listos para salir y lucirse en el barrio, entre sus amigos y en cada desfile de la ciudad.

Llega el carnaval y la familia salesiana tiene su lugar. Enfundados en trajes blancos y amarillos, Los Pibes de Don Bosco son pioneros en la materia. Ellos son la primera murga salesiana del país, que cada año desfila por los barrios porteños junto a las grandes comparsas. “Somos patio, somos oratorio”, es la frase que más retumba entre los integrantes de la murga de La Boca, que se creó un 31 de enero de 1996 cuando seis exalumnos de la casa San Juan Evangelista decidieron crear la murga que hoy “juega en primera B”, la segunda categoría más alta de la comisión de murgas.



Los Pibes de Don Bosco cuenta con el apoyo de la obra a la cual pertenece, y del salesiano Antonio Fierens, director de la casa, quien acompaña y colabora con la murga de manera activa. “Es fundamental para la murga. Está siempre, en cada ensayo, entre los pibes, en la merienda, en el patio... siempre está”, explica Bárbara Pacciani, vicedirectora de la murga que, como todos sus pares, es colaboradora en distintas actividades juveniles salesianas. “Nuestro lema siempre es ‘Jesús en los pibes’”, afirma con convicción Ariel Muscio, director general que sucedió a Adrián Baran, quien fundó la murga y la comandó por más de una década.

“Un pibe que hoy se siente querido, aprende a quererse y a querer al prójimo. Y ahí hay un futuro para ellos”, afirma Ulises, director de la murga bahiense.



“La idea es que el pibe venga, darle tareas dentro de la murga, que se sienta importante. Los pibes se tienen que ir a sus casas contentos porque la pasaron bien y con la panza llena porque comieron”, explica Ariel, para luego contar con total admiración una anécdota que hoy recobra importancia: el papa Francisco le donó quinientos pesos a la murga cuando ejercía su función como arzobispo.

Con identidad salesiana



Si bien es común y fácil asociar la palabra carnaval a noche y descontrol, es sorprendente ver cómo una ronda de chicos, que hasta hace un rato revoleaban sus piernas y pegaban saltos, bendicen la merienda que los papás colaboradores prepararon para ellos. “La merienda es el momento en el que los chicos comparten, interactúan entre ellos y nosotros tenemos la posibilidad de poder conversar y acercarnos”, explican los directores, quienes trabajan durante todo el año para llevar adelante el proyecto, que hoy ya está consolidado. La merienda no es una característica menor: para todos sus integrantes, es uno de los distintivos que hacen de Los Pibes de Don Bosco una murga con identidad salesiana.

“No salimos a bailar con un rosario en la mano, la diferencia está en el patio”



“Esta murga tiene momentos de compartir, de rezar, de cantar. Aunque no salimos a bailar con un rosario en la mano, la diferencia está en el patio, en cada ensayo. Nosotros planeamos y trabajamos durante todo el año para ellos” agrega Michel, quien está a cargo del grupo de los más chiquitos.



“A la murga viene la gente del barrio, la que te encontrás cuando salís a la calle, son los pibes del oratorio, los del batallón” señala Matías, uno de los responsables del grupo de percusión. Con más de doscientos chicos, Los Pibes de Don Bosco trabaja durante todo el año para lucirse en los corsos porteños y seguir creciendo. Así es como, con la consigna de que todos asuman el compromiso de “pertenecer a la murga”, se incentiva a los chicos para mejorar sus trajes y se les da la posibilidad de concurrir a talleres afines, en los que se les brindan todos los materiales necesarios para, por ejemplo, crear sus propios apliques. “No dejamos a nadie afuera porque no tenga el traje; lo compramos entre todos. Pero si el pibe quiere salir, sale”, afirma Bárbara. “La amistad, el compañerismo, el respeto y el compromiso son los valores fundamentales que la murga intenta inculcar”, coinciden los directores de la murga de La Boca.

Un lugar para expresarse

Así como los Pibes de Don Bosco en Buenos Aires, en la ciudad de Mar del Plata nació la murga Parlantes en el Corazón, en el barrio Bosque Grande, como iniciativa de un grupo de adolescentes del oratorio Ángeles Custodios de la obra de Don Bosco, quienes consiguieron con mucho esfuerzo los recursos necesarios para conformar una murga barrial que pudiera ser el espacio de encuentro de los niños y adolescentes que viven allí. “En la murga se respira el aire salesiano; ese que nos habla del ‘estar siempre alegres’, de repartir alegría por los barrios, de procurar hacerse querer tratando que adentro de la murga se viva el compañerismo y se cultiven los valores del respeto y la amistad, del ‘no basta amar’ y demostrarle a nuestros pibes y pibas que los queremos bien, que los queremos ver divertirse, haciendo lo que les gusta, participando de espacios donde puedan ser ellos mismos, donde tengan un lugar donde expresarse”, explican sus directores, Belén y Cristian. “Esta murga quiere que cada uno y cada una ponga parlantes en su corazón para dejar salir todo lo bueno y lindo que tiene dentro suyo, no es más que otro sueño hecho realidad inspirado en nuestro padre Don Bosco”.

La merienda no es una característica menor: es uno de los distintivos de una murga con identidad salesiana.



Para ser y sentir

Con el objetivo de “acercar a los jóvenes a un espacio de sana alegría, respeto, confianza, honestidad y solidaridad lejos de las adicciones”, un grupo de animadores del Movimiento Juvenil Salesiano de la obra de La Piedad, pertenecientes a la parroquia San Juan Bosco de Bahía Blanca, creó la murga Portadores de Alegría.

“Nuestra murga es un espacio de encuentro con el otro, donde todos nos sentimos cuidados y acompañados, donde compartimos nuestras más grandes alegrías. Nos hemos convertido en una familia. Nos sentimos llamados a cuidar no sólo de los jóvenes, sino de cada uno de los que integramos esta murga. Don Bosco nos dejó como legado el amor por los jóvenes, y eso es lo que nosotros les hacemos saber: que los amamos, sin prejuicios, sin pedir nada a cambio, sin estereotipos. Un pibe que hoy se siente querido, aprende a quererse y aprende a querer al prójimo. Y ahí es donde hay un futuro para ellos”, afirma Ulises, director de la murga bahiense.

“Al momento de salir a una función, siempre nos tomamos un momentito para recordarnos quiénes somos, qué hacemos y por qué lo hacemos... es ahí donde se ve reflejado todo el camino recorrido. Los chicos aprenden a dejar el corazón por lo que creen, y ellos creen en esta murga, en su murga, y le hacen llegar este sentimiento a su público. Les demuestran que en ellos hay mucho más de los que se ve en la tele, les demuestran que ellos están presentes y están buscando un lugar para ser y sentir. Se hacen escuchar”, sostiene Ulises. Él lleva adelante la murga gracias al apoyo del salesiano Francisco Perrone, quien le abrió las puertas de la capilla María Auxiliadora del barrio Noroeste, y en donde aparece el común denominador de las murgas salesianas: las meriendas en comunidad.



Como ellos, a lo largo y a lo ancho del país hay otras obras salesianas que cada año regalan alegría por las calles de sus barrios. Escuelas, oratorios y patios que se tiñen de color y llevan a sus pibes a bailar, demostrando en cada salto que vale la pena estar siempre alegres.

Por Analía Anchel

Boletín Salesiano, marzo 2014