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24 de enero, 2016

“Don Bosco lo importante lo decía cara a cara”

Agregar más definición a una imagen conocida por todos: esa es la tarea del historiador salesiano Francesco Motto con el estudio crítico de las cartas de Don Bosco.


A doscientos años de su nacimiento, ¿qué más se puede decir sobre Don Bosco que no se haya dicho antes? Afortunadamente, una de las personas más indicadas para responder esa pregunta estuvo durante mayo en la Argentina: se trata del salesiano Francesco Motto, quien ha dedicado gran parte de su vida al estudio crítico de las cartas del santo. Con gran rigor metodológico, Motto se encuentra cerca de completar esta obra, y en su paso por nuestro país expuso algunas de las conclusiones de su trabajo.

¿A qué se debe su estudio sobre las cartas de Don Bosco?
Mi interés surgió cuando comenzó el trabajo del Instituto Histórico Salesiano de Roma, que debía publicar las fuentes de la historia salesiana. Yo me acuerdo de haberle dicho a Don Braido —uno de los mayores estudiosos de Don Bosco, fallecido el año pasado—, que en aquel tiempo era mi jefe y el director del Instituto, que me gustaría preparar la edición crítica de las Memorias del Oratorio. El me dijo que ese era un trabajo muy sencillo para mí, siendo tan joven; entonces me propuso estudiar las cartas de Don Bosco. Yo acepté y empecé a investigar, y ya van veinticinco años que estoy trabajando en la edición crítica de sus cartas. Al mismo tiempo hice otros trabajos, pero pretendo terminar esta tarea en no más de cuatro o cinco años.

¿Qué reflejan estas cartas?
Sus cartas son su vida cotidiana. Cada día tenía algo que hacer, entonces tenía algo que escribir: son el reflejo de su vida ordinaria. Escribir era un trabajo normal para él porque era la única manera de comunicación. En ese sentido, Don Bosco siempre escribe lo que piensa, no hay cosas escondidas detrás de las líneas. Después podemos ver si ha pensado bien o mal, ese es el juicio histórico.

¿Cuales son sus cartas más significativas?
Sin dudas, una de ellas es la famosa Carta del ‘84, sobre el sistema preventivo. Una segunda podría ser la de los Recuerdos confidenciales a los directores salesianos, que le entrega a Don Rúa, cuando como director fue a fundar el primer colegio salesiano fuera de Turín. Esa carta después fue ampliada y Don Bosco la enviaba a todos los nuevos directores. Después hay cartas dirigidas al Papa, a los misioneros.
Una de las primeras cartas que Don Bosco escribió —y que está en el primer volumen del Epistolario—, es una carta muy importante, que nadie conocía hasta ahora. Está dirigida a la autoridad más alta de Turín, el vicario de la ciudad, y es muy interesante porque le dice: “yo estoy haciendo catecismo, y catecismo significa oración, trabajo, buenos compañeros y juego”. Cuatro elementos que son el sistema preventivo de Don Bosco ya en 1846, al comienzo de la obra salesiana.

¿Qué diferencia al estudio biográfico del estudio de las cartas?
Las biografías bien hechas utilizan muchísimo las cartas. Son una de las fuentes más importantes para construir una biografía, en este caso, porque es Don Bosco quien habla de sí mismo. Después de años de trabajo, ahora tenemos el doble de cartas de las que teníamos antes. Que no van a cambiar la “cara” de Don Bosco, pero sí mejoran su definición, porque permiten conocer muchos más rasgos. Él ha sido muy estudiado, no es un hombre desconocido.
 “Pensemos que muchas cartas Don Bosco las escribía a la luz de las velas... en algunas incluso se pueden ver gotas de sudor que han quedado en el papel”, comenta el padre Motto, un experto en descifrar la desordenada caligrafía del santo. La escritura manuscrita a tinta de Don Bosco se ha preservado mejor que la de algunos de sus sucesores, que escribieron a máquina. Aunque don Motto, desde la experiencia, invita a no ilusionarse: “Las cosas realmente importantes, Don Bosco las decía cara a cara”.

Como historiador, ¿qué importancia le otorga a llevar las crónicas de una casa?
Para mí es esencial, por un motivo muy sencillo: la historia de una obra no es la historia de un equipo de educadores. Es la historia de una ciudad. La historia de los salesianos está dentro de la historia de la Iglesia y de la educación católica en una ciudad. Hay que contar siempre la historia de una casa no cerrada dentro de los muros, sino pensando en el sinnúmero de gente ha entrado y salido a lo largo de los años. Poner la historia salesiana en un contexto puede tener una gran importancia: saber qué ha pasado en el lugar a través de la obra salesiana, dónde han ido los alumnos, si han sido “buenos cristianos y honrados ciudadanos”.
Pero a la hora de encarar un estudio histórico la crónica no basta. Es importante, pero es una historia vista “al interior”. Una verdadera investigación necesita además otras fuentes, las externas a la obra y las que están en contra: la historia no tiene miedo de nada. Cuando hablamos de Don Bosco, lo “bueno” desde un punto de vista histórico es lo que utiliza todas sus cartas, no sólo un rinconcito, una frasecita que gusta para defender algunas ideas.

Este año se cumple el 140º aniversario de la llegada a Argentina de la primera misión salesiana ¿Qué es lo que más le llama la atención de la realidad salesiana en nuestro país?
La primera vez que estuve en Argentina viajé hasta Ushuaia por toda la costa atlántica, para ver los lugares donde habían estado los primeros salesianos. Me impactó el viaje, conocer la Patagonia. Me había dicho don Picca, quien me envío en ese momento: “Si no ves la Patagonia, no puedes entenderla. Hay que pisar la tierra”. Entonces, en ese viaje, pude hacerme una idea general, pero en aquel tiempo no conocía bien la historia misionera salesiana. Ahora que volví, después de treinta años, me puedo preguntar acerca de esa historia, acerca de cuáles eran las condiciones de la presencia de los primeros misioneros aquí en Argentina, con obstáculos que no tenían en Italia: los problemas antropológicos, de la inculturación del carisma en un ambiente tan distinto. Don Bosco mandó a los salesianos para evangelizar a los indígenas. Pero los misioneros construyeron también colegios. En el 1900, en el Consejo General de la Congregación, un superior dijo: “nosotros somos educadores, no misioneros”. Sin embargo, la misión salesiana en Argentina ha sido una auténtica “exportación” del carisma en América, una verdadera misión como se entendió normalmente en la historia de la Iglesia. Tanto desarrollo de la presencia salesiana en Argentina es un milagro de la fe. Los salesianos misioneros eran locos: locos de Dios, pero locos al fin. Hoy no se puede entender lo que hicieron. Todo era poco frente al desafío de “salvar las almas” y así desarrollaron una presencia salesiana tan grande y tan apreciada por el pueblo.
cartasEl monumental trabajo del padre Francesco Motto se encuentra concentrado en la edición crítica del Epistolario de Don Bosco, que con más de tres mil cartas publicadas se encuentra ya en su sexto tomo: “Hay cartas que se encontraban en el Archivo Central Salesiano, pero muchas las hemos recuperado de lugares tan lejanos como la India, Asia, y obviamente de Argentina”.

Por Ezequiel Herrero • eherrero@donbosco.org.ar

Boletín Salesiano, julio de 2015