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03 de junio, 2019

Dolor que genera vida



He estado acompañando las presencias salesianas del Mato Grosso, en Brasil. Aquí han llegado los salesianos 125 años atrás al entonces pequeño asentamiento de Cuiabá, hoy hermosa ciudad.

Al igual que en el Chaco paraguayo, quise visitar nuestra presencia entre los pueblos originarios: así llegamos en un atardecer al asentamiento de los boi bororo, en Meruri.

En 1902 los misioneros salesianos tuvieron los primeros contactos con el pueblo xavantes de aquella región. Ese primer encuentro fue triste. Los nativos mataron a los dos primeros misioneros que vieron.

Aun así se inició la fundación de la colonia Sagrado Coraçao y comenzó la primera evangelización de los bororo. En 1906 se creó la colonia de Sangradouro, que más tarde recibiría a los xavantes que habían sido expulsados y casi aniquilados en el área de Parabuburi. Ya desde 1926 es una realidad la presencia estable de los misioneros.

Cuando los xavantes llegaron al poblado de Sangradouro, acogidos por los salesianos y los bororo —a pesar de que habían sido históricamente enemigos—, su población no llegaba a novecientos miembros. Hoy, gracias a la protección y al respeto de su cultura, son unos treinta mil.

Pues bien: en Meruri nos recibieron con cariño. Disfruté también la posibilidad de encontrarme con todos los misioneros y misioneras que en la actualidad comparten la vida con estos pueblos.

En la mañana siguiente vivimos dos momentos de gran trascendencia: el primero fue recibir a los cuarenta chicos y chicas xavantes que llegaron para compartir el día junto con los bororo. Nunca, hasta el día de hoy, se habían encontrado de este modo. Hicieron posible lo que los adultos no habían hecho en la historia. Charlamos, ofrecieron sus danzas, celebramos la Eucaristía y comimos juntos.

El segundo momento fue cuando celebramos la Eucaristía en el lugar donde el salesiano Rodolfo Lukembein, misionero alemán, y el bororo Simao Cristino fueron asesinados por los facendeiros, propietarios de grandes haciendas que estaban descontentos con que los salesianos defendieran los derechos de los nativos por sus tierras.

Aquel día, 15 de julio de 1976, llegaron al poblado y después de una discusión dispararon al padre Rodolfo. Simao fue a defenderlo y también fue ejecutado.

La causa de santidad de los dos mártires está en camino. Ambos, Siervos de Dios.

Fue muy emocionante estar en la tierra donde este pueblo bororo vive, encontrarme con jóvenes que quisieron celebrar juntos, con misioneros que cada día siguen compartiendo su vida con estos pueblos, y celebrar nuestra fe en el lugar de martirio de quienes querían ayudar a mejorar su vida.

Mi pensamiento volaba desde allí a África, a la frontera de Burkina Faso, donde a nuestro hermano salesiano César Antonio Fernández le fue arrancada la vida hace poco más de dos meses, en una absurda detención y unos más absurdos disparos de unos fundamentalistas.

La sangre derramada y que tanto dolor produce genera también vida. Estas líneas quieren ser un “¡gracias!” a tantas vidas entregadas con generosidad sin límite. Y un gracias a tantos de ustedes, amigos del Boletín Salesiano que sigue confiando en el bien que juntos intentamos hacer. Ya lo sabemos: el bien no crea noticia. El mal y las tragedias sí. Seamos entonces difusores de buenas noticias.

Por Ángel Fernández Artime, sdb

BOLETÍN SALESIANO - JUNIO 2019