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15 de julio, 2016

"Decálogo" del perdón

La vida de familia nos exige tener la capacidad de perdonar los errores propios y ajenos, grandes y pequeños. Pistas para cultivar el arte del perdón.

Los golpes y choques cotidianos en la familia terminan por hacer sufrir o herir a las personas, y la lista de motivos es larga: la educación de los hijos, la política, el modo de gestionar el presupuesto, la actitud ante los abuelos. Irritación, manías, malas costumbres; sus lentitudes, su vestido, sus malhumores, sus recaídas. Palabras que hieren, pronunciadas sin control, más allá del pensamiento. Tensiones sobre el mantenimiento de la casa, discusiones en el viaje de vuelta al hogar, reproches a la pareja demasiado absorbida por su trabajo: “¡No escuchas nunca lo que te digo!”. Diversidad de caracteres, insatisfacción ante la mediocridad del otro. Amor manifestado de modo insuficiente, silencios. Discusiones diversas: para probarse a uno mismo, demostrar el amor, defender el espacio personal, expresar las propias desilusiones. Pequeñas disputas debidas al cansancio, al nerviosismo. Es difícil, sobre todo, olvidar. Pero es posible aprender el raro arte del perdón. He aquí diez pequeñas pistas para hacerlo:

1. Aceptar que cada uno es diferente.La familia se construye sobre la alteridad y la diferencia. Fácilmente el otro reaccionará de modo distinto, verá las cosas de modo diferente a como uno las ve. Hay que estar incesantemente a la escucha del corazón del otro y preguntarle su “modo de usarlo”: “si te amo mal, si te piso los pies, decímelo para que cambie; si te amo como se debe, decímelo igualmente para que siga así”.

2. Poner como base de la familia un “contrato”: “Nosotros nunca nos haremos sufrir voluntariamente”.

3. Considerar los aspectos positivos.Con demasiada frecuencia los pequeños litigios ocultan los aspectos maravillosos de la vida de familia. Es importante no dar a los pequeños problemas más importancia de la que tienen.

4. El amor crece a través de pequeños perdones.Cuanto más se acostumbre a perdonar las pequeñas cosas, más se perdonarán las grandes. Del mismo modo, cuanto antes se haga, mejor será.

5. Hablar, explicarse. Perdonar es más fácil cuando hay comunicación. Es necesario pedir perdón. Sencilla, sincera y humildemente. No dudar en dar el primer paso. La palabra hace milagros cuando su tono es justo y no se emiten juicios, porque crea y recrea. Para perdonar y ser perdonado tenemos necesidad de oír estas palabras: “te pido perdón”, “te he dado un disgusto”, “me puse nervioso”, “me equivoqué”. Son palabras que tocan el corazón y suscitan un diálogo lleno de humildad y sinceridad, que de otro modo no habría tenido lugar.

6. Reconocer la herida que se ha causado.El que ha sido lastimado necesita saber que su herida ha sido tenida en consideración. Hay que manifestar al otro que se es consciente del sufrimiento que ha tenido, de su intensidad. Es muy natural justificarse encontrando excusas en el propio pasado, sobre todo recordando golpes de los otros —los propios padres, por ejemplo— o fuera de la pareja. Es importante comprometerse en un proceso de verdades para descubrir los propios errores personales y reconocerlos humildemente.

7. Dar tiempo al tiempo.Hay que aceptar que no nos llegue inmediatamente una palabra de perdón. Cuando se está dominado por la bronca, se requieren tiempos de calma, de reflexión y también de oración para pedir perdón. Es un proceso largo y complejo y hay que esperar que el tiempo haga su obra. Algunos olvidan enseguida la ofensa, sobre todo cuando se trata de ofensas leves. Otros tienden a “rumiarlas”. Aunque dicen “se acabó”, pero sus ojos siguen demostrando que el hecho no se ha digerido todavía.

8. Aprender a negociar.Significa buscar una solución media, que tenga en cuenta los dos puntos de vista. Esto supone que cada uno, en un primer momento, trate lealmente, con empatía, de ponerse en el lugar del otro, de comprender su modo de ver el problema.

9. Reconciliarse.Aunque la reconciliación no es indispensable para el perdón, el perdón es completo cuando florece con el reestablecimiento de las relaciones. El perdón no es todavía la reconciliación, pero es su camino. El perdón es un catalizador que crea el clima necesario para un nuevo comienzo. Perdonar es volver a dar confianza. Es volver a estar, por lo menos, “como antes” —y si se puede, mejor que antes—. Significa reparar y cambiar. La marca de la sinceridad al pedir perdón es el esfuerzo que nos compromete a hacer lo posible para no caer en los mismos errores.

10. Un perdón total es una cosa divina, que aprendemos sólo de Dios. El cristiano no dice “yo creo en el pecado”, sino “en el perdón de los pecados”. Y cuando el sacerdote dice “yo te absuelvo”, dice mucho más que “se te perdona”. Absolver significa restituir la libertad al que estaba atado, romper sus cadenas. Cuando el perdón nos parece imposible, miremos a Cristo en la cruz. En el mismo momento en el que suspendido en los clavos, muere de asfixia con un sufrimiento indecible, tiene el valor de olvidarse de sí mismo para perdonar a sus verdugos. La del perdón es la gracia más grande. La oración familiar de la noche es una ocasión maravillosa para intercambiarse el perdón. Amar es ser capaz de rezar juntos el Padre Nuestro. Ningún vínculo conyugal resiste sin perdón.

Por Bruno Ferrero, sdb

Mayo 2016