03 de julio, 2017
De Guadalupe a Valdocco
La Virgen María nos invita a mirar al Cielo
Hace poco me encontraba en México. El 11 de mayo tuve el privilegio de presidir la peregrinación anual de la Familia Salesiana mexicana y la solemne Eucaristía en la
basílica de Guadalupe. Y una vez más pude ver, sentir y tocar la fe del pueblo de Dios y el amor a María.
Por la noche nos esperaba un regalo aún más especial: la oportunidad de visitar la pequeña sala que alberga la imagen de la Virgen. Desde 1531, el icono de la Madre de Dios ha quedado impreso,
milagrosamente, en un tejido que normalmente no dura más de veinte años, aunque esté bien cuidado. Una serie de signos —como la preservación de la tela y los colores, pero también la fe y la profunda devoción de la gente— ponen en evidencia la maternidad y el auxilio de María, la madre de Jesús, con el pueblo de Dios. Tanto en el
Tepeyac, la colina donde ella se le apareció a Juan Diego, como en cada rincón de la Tierra donde ha querido estar presente, su cercanía y ayuda
empujan a todos a vivir con una fe profunda.
María, humilde sierva, no quiere solo “mostrarse” a sí misma, sino anunciarlo a Él. Ella se manifiesta como una “discípula misionera” que lleva a Jesús a la gente, a nosotros y a cada hijo e hija hasta los confines del mundo. María de Guadalupe es como “nuestra” Auxiliadora que se acerca y con su ayuda nos “muestra” a Jesús. En el cerro del
Tepeyac llevaba a Jesús en su vientre, no por sí misma, sino para darlo a conocer. En Valdocco, en el magnífico cuadro pintado por Lorenzone de acuerdo a las inspiraciones de Don Bosco, ella trae al bebé en brazos
dándolo, mostrándolo, haciéndolo visible.
Una semana más tarde, tuve la oportunidad de celebrar
la fiesta de María Auxiliadora en Valdocco, junto a miles de fieles de todas partes de Italia y del mundo. Sentí la misma emoción que en Guadalupe, pero con una tonalidad enteramente salesiana. Puedo imaginar un puente invisible entre ambos lugares. En Valdocco he orado por los mexicanos que conocí en Guadalupe, tal como les había prometido, y comprendido claramente las palabras de Don Bosco:
“Ella lo ha hecho todo”.
Sé con certeza que la Virgen continúa haciéndolo todo.
Desde el
Tepeyac, desde la cúpula de la basílica, desde las numerosas iglesias dedicadas a ella por los salesianos en el mundo, María protege a todos los jóvenes y salesianos para que ninguno se pierda en el camino al cielo, donde Don Bosco nos espera.
Por
Don Ángel Fernández Artime, sdb
Boletín Salesiano, julio 2017