21 de noviembre, 2014
Confianza vital
El miedo es una experiencia ineludible. Se experimenta como una conmoción que toca toda la persona frente a un peligro real o imaginario, presente o pasado. Quizás por eso los chicos más expuestos al peligro generan miedos que los acompañan tristemente a lo largo de la vida.
El miedo tiene varios rostros: desde la timidez y la alarma, hasta el pánico y el terror. El miedo paraliza, ahuyenta la alegría, acrecienta la inseguridad y el sentimiento de estar solo e indefenso en medio de una realidad hostil. Las víctimas del miedo quieren desaparecer o intentan agredir para buscar una salida.
Sólo el que es amado y aprende a amar se escapa de las redes del miedo, porque recupera la seguridad y la confianza. Existe un tipo de amor que genera confianza vital: es el amor que está hecho de firmeza y ternura. Es el amor de los brazos que sostienen, de la sonrisa que anima, del intercambio de miradas que hace despertar lo mejor que hay en el corazón de cada chico. Es un amor que se convierte en roca firme en la que podemos hacer pie en medio de los ríos de la existencia.
Ese es el amor de un Padre que conoce amando, que acompaña esperando, que cuida liberando. Ese amor es contagioso y creativo, nos hace más buenos y más libres. Ese tipo de amor es el del Padre Dios. Encontrar ese amor es una bendición que acompaña para siempre.
En el amor de Don Bosco sus chicos llegaron a descubrir ese otro Amor, el de Dios. Esa era la motivación escondida en todas sus palabras y sus gestos, en sus sueños y en su trabajo.
Esa es la experiencia que vivieron muchos en la casa de Don Bosco, y que se prolonga en el tiempo cuando existen personas que se hacen significativas en la vida de los niños y los jóvenes. Nosotros conocemos la fecundidad de ese amor de Dios hecho cercano y visible en el amor educador. Laura Vicuña y Ceferino Namuncurá, en medio de tantos signos de miedo y de muerte, encontraron “abrazos” que los hicieron felices “en el tiempo y en la eternidad”.
En cada ambiente salesiano habitan estas mismas historias… ¡Felices los que hoy siguen encontrando esa sonrisa, esos brazos que sostienen, esa mirada que infunde esperanza!