20 de abril, 2019
Como hermanos
Green Book
(Peter Farrelly, 2018)
Basada en la historia real de Don Shirley, pianista estadounidense de los años ‘60.
Somos distintos, de eso no cabe ninguna duda. Pero mirarnos, respetarnos y, mejor aún, entablar un vínculo, no puede ser condicionado por la sangre, la etnia o las ideologías. Muchos ya estamos hartos de que los medios de comunicación se detengan en aquello que nos distingue y nos provoquen a discutir y batallar —personal o virtualmente—.
A la vez, habremos de incluirnos quizás entre aquellos que hemos sido iniciadores o impulsadores de esas grietas que nos quiebran por fuera y por dentro y que nos alejan del sueño de Dios de ser una gran familia.
Por otro lado, suele suceder que la bronca y la indignación nos invadan cuando sufrimos, en carne propia o ajena, una vulneración de derechos. No es de extrañar que una persona se llene de ira con el sólo hecho de oír una discriminación racial, de género o de cualquier otro tipo. Y hablar de “tolerancia”, “calma” o “misericordia” con los agresores, es habitualmente tildado de tibieza o cobardía. Incluso algunos parecen concluir que el único camino posible es responder con violencia a la violencia.
Los protagonistas de
Green Book, película ganadora de tres premios
Oscar, nos enseñan a romper prejuicios, a ganarle a la tradición que nos enseñó a tratarnos mal y naturalizarlo, y sobre todo nos muestran un modo de tolerar el ser denigrado, conservando intacta la dignidad y dejando una enorme enseñanza a la posteridad.
Si querés ver una interesante lectura de la conocida y, a menudo, malinterpretada frase “poner la otra mejilla”, no dejes de ver esta película. •
Por
Luciano Barberis, sdb
BOLETÍN SALESIANO - ABRIL 2019