25 de noviembre, 2014
Celebrar lo que vivimos juntos
Tanto en las
Memorias Biográficas como en las
Memorias del Oratorio, son innumerables las citas referidas a los momentos festivos que se realizaban por diversos motivos, siempre cargados de mucha signifitividad educativa para los pibes. Las fiestas eran ese rito visible que tenía la intención de
celebrar lo que se vivía todos los días, y que ayudaba a construir una verdadera cultura de familia, de confianza y de piedad. Estos días implicaban la apertura de la Iglesia bien temprano, las funciones propias de la liturgia, un momento de catequesis, la posibilidad de confesarse y comulgar, un espacio para la música con canciones y coro, un momento en que se repartía algún presente para todos o, en su defecto, algún sorteo; y ciertamente la recreación con diversidad de propuestas, como relata el mismo Don Bosco en las
Memorias cuando describe los días festivos en el Oratorio de 1842.
Con segura intencionalidad, Don Bosco ubica momentos claves de la vida del oratorio, incluso su origen en el encuentro con Bartolomé Garelli, en la Fiesta de la Inmaculada. Otras recordadas fiestas eran las de San Luis, San Francisco, María Auxiliadora y la de San Juan el 21 de junio, en la cual se homenajeaba de manera especial a Don Bosco mismo.
Esta memoria de los tiempos del Oratorio de Valdocco nos ayuda a situar y comprender lo que en la praxis pastoral de las casas salesianas es la llamada “fiesta de la comunidad”: primero centrada en la figura misma de Don Bosco, después en la figura del director, y hoy en la experiencia de la vida fraterna de la comunidad. Celebrar la fiesta de la comunidad es dar gracias a Dios Padre Bueno por habernos regalado a Don Bosco, que nos impulsa a trabajar siempre con otros y a formar verdaderas comunidades de hermanos. Para los salesianos, consagrados y laicos, la comunidad
no es una estrategia pastoral para conseguir de manera más eficaz objetivos planificados, sino una opción carismática fundamental que nace de la certeza que Dios mismo es comunidad trinitaria: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La reflexión de los últimos años de la Congregación hace foco en el llamado “núcleo animador”, que en toda comunidad educativo-pastoral es ese grupo de educadores —entre los cuales está la comunidad salesiana entera si la hubiera en la obra— que junto a los laicos más comprometidos llevan adelante y animan toda la misión salesiana y el proyecto local.
En los últimos años ha ido variando la fecha en la cual se festeja este día: algunos lo hacen en agosto, más centrados en la figura de Don Bosco; otros en octubre, reemplazando o articulando con el mes dedicado a la familia. En todos los casos, la fiesta de la comunidad —masiva o más restringida al núcleo animador— recrea aquellas jornadas donde se hacía evidente y con intención pedagógica y pastoral, la síntesis entre la fe y la vida, característica de nuestra espiritualidad. Transitando ya el camino al Bicentenario del nacimiento de Don Bosco, es el rito que nos convoca a dar gracias a Dios por llamarnos a
ser juntos Don Bosco hoy para cada pibe y cada piba de nuestras casas.
Por Fabián Massoni