23 de enero, 2016
Cantando y cambiando
Agua de río
Soy como el río que pasea por las ciudades,
sin darme cuenta fui tomando su color.
Oscurecido, fui perdiendo transparencia,
estoy tan denso que ya no me entra el sol.
Añoro el agua cristalina de las vertientes
que deja ver todo así como es.
Y si hoy me miras me confundes con mis desechos,
tan escondida, que el alma no se puede ver.
Agua estancada que no puede ver el mar,
por una grieta está por escapar.
Esa quietud es pura velocidad,
el movimiento, muestra eternidad.
Por siempre cambiando...
Vuelvo al mar, cantando y cambiando.
Soy como el río que cambia y vuelve al mar
cantando y cambiando.
Agua de río,
vuelvo al mar, cantando y cambiando.
Soy como el río que canta y vuelve al mar
cantando y cambiando.
Agua de río.
En la memoria de mi cuerpo hay un río
que muere y nace cada vez que sale el sol,
guarda el secreto de lo que un día fuimos,
antes de haber perdido el amor.
Yo soy como el río que nace y muere
cambiando y cantando, cantando y cambiando.
No puedo parar, el mar me espera,
el futuro está detrás, me empuja y me renueva.
Artista: Gustavo Cordera
Álbum: Cordera vivo (2014)
Hay quienes creen que la vida es como el recorrido de un río, desde que nace hasta que indefectiblemente muere. En algún punto, es una analogía interesante, porque nos permite vernos a nosotros mismos a escala, como en una línea de tiempo. Y, en general, estamos acostumbrados a la linealidad.
Sin embargo, desde un punto de vista más complejo —aunque sin afán de ser complicados—, quizás pueda resultar más rico considerar el río como parte de un ciclo, por el cual estamos constantemente renaciendo del mar y hacia el mar.
Lo que pasa en cada una de estas vueltas es que una serie de situaciones nos van definiendo como un río más o menos caudaloso, más o menos transparente, más o menos sinuoso... pero siempre en
cambio, que es una característica fundamental, un concepto central que nos trae la canción. El cambio es parte esencial de nuestras vidas. Todo el tiempo estamos cambiando, intentando crecer, madurar, mejorar en nuestras relaciones con los demás, en nuestra Fe, en nuestra profesión. Nacemos —y renacemos cada vez— con una energía potencial incontenible, que ansía convertirse en movimiento. De nada vale intentar estancar el agua: la memoria de ese mar río abajo nos invita a movernos cambiando, a escapar por alguna grieta.
Somos como un río que cambia y vuelve al mar.
La canción nos trae aún una segunda pista que a primera vista pasa desapercibida: el río
canta. Hay un cierto sonido típico de cada río. Puede ser un murmullo suave, tranquilo, no invasivo, que invite a contemplar. O puede ser un rugido demoledor, ensordecedor, que hable de fuerza y de velocidad. Hay otras veces menos alegres, en las que el sonido advierte ya desde lejos la presencia de piedras, desechos y barro: un río mucho más denso, oscuro, apagado y peligroso. A lo largo del camino, y a medida que cambiamos con el terreno, es posible que vayamos modificando la canción que de nosotros se deja escuchar.
Somos como un río que canta y vuelve al mar.
Vuelvo al principio, a la idea del mar, como la fuente de todo lo que somos, y el lugar al que cada una de nuestras moléculas ansía regresar. Para ganar transparencia y recuperar nuestra fe joven y en movimiento. Para renacer, tal la invitación de Jesús a Nicodemo.
El mar nos espera.
Preguntas para profundizar…
- ¿En qué situaciones te sentís “estancado”? ¿Cuáles son las grietas que te permiten ponerte en movimiento otra vez?
- ¿Qué canción canta tu río? ¿Sentís que esa canción va cambiando en el recorrido?
- ¿Qué representa la idea de mar para vos? ¿De qué manera “volvés al mar”?
- Elegí la frase de la canción que más te haya impactado: ¿creés que esa frase habla de vos?
Por
Juan Martín Opacak • jopacak@hotmail.com