20 de noviembre, 2014
Acercar la Eucaristía
El 30 de mayo de 1862, Don Bosco comparte con sus chicos del Oratorio el conocido “sueño de las dos columnas”. En él se representa un combate marítimo entre una gran flota, comandada por una embarcación mayor, y otras pequeñas, que atacan. En medio del borrascoso mar, dos columnas inmensas: una que porta a María; la otra, más gruesa, que exhibe la Eucaristía. La gran embarcación, que representa a nuestra Iglesia, se amarra, en medio del conflicto, entre ambas columnas, y consigue así ponerse a salvo. Este sueño nos muestra un rasgo fundamental de la espiritualidad salesiana: la centralidad de la Eucaristía y de la devoción a María en nuestro camino de fe.
Sabemos lo fundamental que fue para Don Bosco frecuentar los sacramentos, asistir a misa y participar del rezo del rosario, incluso desde su infancia. En Valdocco, ya sacerdote, no perdió oportunidad de acercarles la Reconciliación y la Eucaristía a sus chicos, así como la lectura y la reflexión simple sobre el Evangelio. La invitación era libre y abierta, pero tan cargada de esperanza y alegría que se volvía un deseo permanente. Ya lo dicen las Constituciones: “La confesión y comunión frecuentes y la misa diaria son las columnas que deben sostener el edificio educativo del que se quieran tener alejados la amenaza y el castigo”.
Así como Don Bosco, también Madre Mazzarello recibía asiduamente los sacramentos y se reunía con sus amigas a rezarle a María. Siendo muy jovencita, no temía levantarse a horas tempranas y caminar varios kilómetros para escuchar misa antes de sus labores en el campo. Estas prácticas sencillas y profundas trazaron proyectos de vida muy acompañados por Jesús y María, y fueron momentos de crecimiento de y en la fe.
Hoy, de acuerdo con estos rasgos de nuestra espiritualidad, en algunas de nuestras casas salesianas hacemos experiencia de lo que denominamos “misa joven”. Este especial modo de celebrar surge como una propuesta diferente que busca recibir, acoger y acompañar especialmente a jóvenes de toda procedencia, sean de las residencias universitarias, de los MJS locales, alumnos y exalumnos salesianos, o simplemente chicos y chicas con deseos de disfrutar de un espacio comunitario de oración y celebración de la Palabra y los sacramentos.
¿Cómo es nuestra misa joven?
• Es celebración cercana, sencilla, adaptada a los jóvenes; se vale de símbolos y gestos y conserva la calidez de las “Buenas noches” de Don Bosco, sin descuidar la devoción a María Auxiliadora.
• Brinda la posibilidad de hacer “familia” festejando la vida y sus pasos: es frecuente que saludemos a quienes han cumplido años o rindieron sus exámenes y alcanzaron el esperado título, o bien que recemos por la salud de familiares y amigos.
• Invita y reivindica el protagonismo de las y los jóvenes laicos, tanto en la liturgia —desde el armado de los guiones hasta la animación musical—, como en la celebración de los sacramentos.
Creemos que es necesario volver a nuestras celebraciones litúrgicas tradicionales y preguntarnos si son propuestas próximas y atractivas para nuestros jóvenes; si buscan hablar sus “lenguajes”, interpelarlos; si los convocan a hacer comunidad y a participar activamente... si conducen a nuestros chicos y chicas a acercarse a los sacramentos y a pasar por el corazón la Palabra de Dios.
Por Patricia De Simone