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03 de julio, 2017

“A partir de mañana no venga más”

Ricardo llegó el lunes contento al trabajo, al igual que sus compañeros. Grande fue su sorpresa cuando vio el cartel que anunciaba el cierre de la empresa. Que a partir de mañana, nadie venga al lugar de trabajo. “Será una broma”, pensó.
Se comenzaron a mirar unos a otros, como para chequear si lo que veía cada uno era lo correcto. Al rato se acercó el encargado intentando explicarla situación. Se masticaba un silencio denso y con sabor amargo. Miles de preguntas se agolparon en la mente y el corazón de Ricardo. Volver a casa, no con el peso del cansancio por el  trabajo realizado, sino con el peso mayor de quedar sin el trabajo, que es vida para toda la familia.
Fueron saliendo los obreros, frotándose las manos, como preparando el cuerpo para la dura batalla. ¿Qué paso que no nos avisaron? ¿Cómo salir adelante a esta edad? Una sensación casi paralizante invadía el ánimo mientras cada uno iba regresando a su hogar.
En la capilla del barrio llega la voz de alerta. Unas sesenta familias de nuestros vecinos han quedado sin trabajo: cerró la empresa donde trabajaban. Se invita a la oración, pero sabemos  de la expresión de San Benito, que  nos dice: “Ora et labora”. Si bien es importante y sostiene, no basta la oración: es necesario abrir fuentes de trabajo para todos. Una vez más, el Evangelio es la clave para poner en el centro a la persona y no a la especulación monetaria. No puede ser la persona la moneda que se paga para asegurar las ganancias.

Pedro Narambuena, sdb
Boletín Salesiano, julio 2017