La Palabra me dice
El contraste es grande. Ayer, día de Navidad, tuvimos el pesebre del recién nacido con el canto de los ángeles y la visita de los pastores. Hoy es la sangre derramada de Esteban, apedreado hasta la muerte, porque tuvo el valor de creer en la promesa expresada en la sencillez del pesebre. Esteban criticó la interpretación fundamentalista de la Ley de Dios y el monopolio del Templo. Por eso le mataron (Hechos 6,13-14). Hoy, en la fiesta de Esteban, primer mártir, la liturgia nos presenta un pasaje del evangelio de Mateo sacado del así llamado Sermón de la Misión (Mt 10,5-42). En él Jesús advierte a sus discípulos diciendo que la fidelidad al evangelio conlleva dificultades y persecución: "a ustedes los arrastrarán ante las autoridades, y los azotarán en las sinagogas". Pero para Jesús lo que importa en la persecución no es el lado doloroso del sufrimiento, sino el lado positivo del testimonio. Pensar que "cuanto más se sufre más se es fiel a Dios", tal vez estaría denotando una visión un tanto idolátrica de un dios que requiere sacrificios humanos para aplacarse y mostrarse contento.... Nada más lejos del Dios que nos anunció Jesús La sencillez del pesebre y la dureza del martirio van a la par en la vida de Santos y Santas y en la vida de tantas personas que hoy son perseguidas hasta la muerte por causa de su fidelidad al evangelio
Con corazón salesiano
Don Bosco relató en 1864 un sueño a la comunidad del Oratorio. En esos años, estaba en pleno período de madurez de sus primeras instituciones (oratorio, internado, escuelas profesionales, obras de comunicación social), y estaba dando los primeros pasos para la fundación de sus instituciones religiosas (salesianos, Hijas de María Auxiliadora...) Ha tenido conversaciones con el Papa y con el ministro Urbano Rattazzi, quienes le hacen ver que necesita pensar en cómo prolongar su acción en bien de los jóvenes más pobres cuando él ya no esté. El sueño, es el de la pérgola de rosas. A grandes rasgos, presenta que al marchar tras las huellas de Don Bosco, habrá alegrías (simbolizadas por las rosas y su perfume), y dolores (son las espinas de los rosales). En el sueño, algunos comienzan a seguirlo, atraídos por lo hermoso de las rosas, pero ni bien sienten el dolor de las espinas, lo dejan, diciendo "Nos han engañado". Dice Don Bosco que en un momento se echó a llorar, pensando que debía hacer el camino solo. Enseguida cuenta Don Bosco que vió llegar una gran cantidad de sacerdotes, clérigos y laicos, que le dijeron "Estamos dispuestos a seguirte". Animados por la Virgen, y a pesar de los dolores, continuaron la marcha. Después de pasar la pérgola, llegaron a un hermosísimo jardín. Al soplo de una brisa, el grupo que llegó con Don Bosco al final quedó sano. Dice Don Bosco que "corrió otro viento y, como por encanto, me encontré rodeado de un número inmenso de jóvenes y clérigos, laicos, coadjutores y sacerdotes que se pusieron a trabajar conmigo guiando a aquellos jóvenes. Conocí a varios por la fisonomía, pero a muchos no". Entonces la Santísima Virgen que había sido su guía, le dijo: "Has de saber, que el camino por tí recorrido, entre rosas y espinas, significa el trabajo que deberás realizar en favor de los jóvenes. Las rosas son el símbolo de la caridad ardiente que debe ser tu distintivo y el de todos tus colaboradores. Las otras espinas significan los obstáculos, los sufrimientos, los disgustos que les esperan. Pero no pierdan el ánimo. Con el amor y la mortificación, lo superarán todo".
A la Palabra, le digo
Señor, queremos seguir tras las huellas de Don Bosco. Nos queremos dejarlo solo. Pero a veces las espinas son demasiado duras, nos hieren en profundidad... danos tu brisa reparadora, que sepamos colocarnos bajo el manto de María, para que guíe nuestro camino, y purifica nuestro amor, para que sea el calzado que nos permita seguir andando. Que seamos algunos de aquellos que Don Bosco pensó en su sueño, y que tal vez no nos reconoció en su momento. Que con la Eucaristía y la Reconciliación podamos seguir andando, nomás.
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