La Palabra me dice
"Auténticos discípulos... ciudadanos del Reino..." se establecen tres condiciones, tres exigencias, para los que quieran seguirle como discípulos: renuncia voluntaria a los vínculos afectivos con la familia; aceptación sincera de una renuncia radical al propio interés; renuncia afectiva a las posesiones materiales. Aparte de estas condiciones en sí mismas, Jesús exige un serio discernimiento, sin precipitaciones, sobre los costes y los riesgos de un compromiso de tanta envergadura. No se puede asumir a la ligera una tal responsabilidad, sino que hay que ponderar con calma las previsibles consecuencias. La primera de las condiciones exige una actitud de disponibilidad interna para subordinar a la condición y a las demandas de ser discípulo los afectos más fundamentales, como el amor a la familia e incluso la conservación de la propia vida... solo el que es capaz de esto, puede ser un verdadero discípulo en el sentido pleno de la palabra. La segunda exigencia, enunciada en clave simbólica... "aceptación de la propia cruz", "caminar detrás del Maestro", es de una extremada radicalidad. El "odio", la renuncia a la propia vida, puede llevar incluso a un destino como el que aguarda al Maestro, "cargar con la cruz" hasta morir en ella. La última exigencia, también implica radicalidad, la renuncia a "todos" los bienes materiales. La seriedad de un compromiso que requiere tales condiciones se ilustra con dos parábolas paralelas. La recomendación que Jesús hace es que antes de tomar una decisión de tal envergadura ponderen con calma y serenidad las implicaciones de ese paso. Hay que prever las consecuencias que pueden derivarse de una primera exaltación entusiasta que no vaya a tener suficientes fuerzas para llevar a cabo el proyecto. El que quiera ser discípulo debe calcular seriamente sus fuerzas y capacidades, es decir, lo que tiene. Pero la tercera exigencia pide una renuncia a todo lo que se posee. Lo que uno tiene como capacidad para el compromiso es infinitamente más importante que lo que uno tiene, como posesión, de las que debe desprenderse. Lo que uno tiene como capacidad queda indeterminado, puede ser más o menos; pero lo que uno posee, debe ser objeto de renuncia absoluta y total.
Con corazón salesiano
Si de renuncias se trata, quizás quién más nos ayude sea mamá Margarita. Ella supo abandonar por el Señor (a pedido de Don Bosco) sus afectos (hijo, nieto), su bienes (hasta su ajuar) y su historia (mujer criada y habituada a la vida campesina, de grande se trasladó a la ciudad).
A la Palabra, le digo
Señor queremos pedirte que nos animemos a contemplarte crucificado. Ahí estás, despojado de todo por confiar solamente en el Padre que te envío y haber asumido plenamente el anuncio del Reino. Ayudanos a crecer en libertad y desprendimiento para ser así mejores discípulos tuyos y testigos de tu Reino. |