La Palabra me dice
“Cuídense de la levadura de los fariseos”. Reconozco que hay muchas clases de levaduras en medio de la masa. Siento la invitación de Jesús a cuidarme de la levadura de la hipocresía (hipocresía que se traduce en falsedad, no compromiso, borrarme, muchas palabras y pocos gestos de vida en lo cotidiano). Esta levadura referida a los fariseos pienso tiene que ver también con ese cumplimiento riguroso de la ley pero falto de un sincero amor a Dios y a los/las hermanos/as. Reconozco este llamado de Jesús a vivir en la verdad del amor, y no en la mentira, como dice Juan en su 1º carta: “mentirosos es aquel que dice que ama a dios a quien no ve y no ama a su hermano a quien sí ve.” “A ustedes mis amigos les digo que no teman…”. Veo en esto una nueva invitación que Jesús me hace a ser levadura del Reino, a ser discípulo/a auténtico/a, comprometido/a con al Dios de la Vida. Y me pregunto cómo puedo experimentar esto en mi realidad cotidiana (en mi comunidad, en el barrio con la gente, en el acompañar la vida de los chicos…). En estos momentos de mucha inseguridad, donde la muerte muchas veces te encuentra en la misma puerta de tu casa escucho de Jesús estas palabras. Siento una fuerza nueva que me desafía, más allá de mis propias inseguridades, a un compromiso más decidido a favor del anuncio de la Buena Nueva a los pobres. “Ustedes valen más…”. A veces me cuesta reconocer la presencia amorosa de Dios en mi vida y pienso especialmente en los jóvenes abandonados, que sufren el olvido, la pobreza, que le cuesta reconocer la presencia de un Dios que es Vida en medio de sus vidas. Me cuesta reconocer que estos jóvenes son los más valiosos para Dios… son ellos a quienes tengo que orientar toda mi vida… es en ellos donde tengo que poner mi corazón.
Con corazón salesiano
Como Don Bosco y Madre Mazzarello me toca a mí, nos toca a nosotros ser signos y expresión del amor y del cuidado de Dios a los jóvenes que sufren, a aquellos que son más vulnerables… nos toca a nosotros hacer cercana la presencia amorosa de un Dios para el cual somos todos valiosos. Paso por el corazón los rostros de tantos y tantas chicos y chicas, de la gente del barrio, de compañeros de camino y delante de Jesús reconozco lo valioso de la vida de cada uno de ellos. Agradezco la vida de mis hermanos y hermanas, la mía propia.
A la Palabra, le digo
Me dejo ayudar por Santa Teresa de Calcuta: “Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida, Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua, Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor. Cuando sufra, dame alguien que necesite consuelo, Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro, Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado. Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos, Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien, Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos. Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión, Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender, Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona. Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos, Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.”
|