Evangelio del Dia

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Miércoles 03 de Septiembre de 2025

Lc. 4, 38-44

Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.

Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos.

Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado».

Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.

La Palabra me dice


Sanación, para servir. Así vive la suegra de Pedro, su encuentro con Jesús. Se le acerca, se inclina sobre ella y la libera de su fiebre. La noticia corre. Son muchos entonces los que le acercan los enfermos de las familias. Y junto a las enfermedades, huyen también multitud de demonios gritones, al solo gesto de la imposición de las manos de Jesús.

Al amanecer queda patente un nuevo gesto del Maestro: se retira a un lugar apartado a orar.

Cuando lo encuentran quieren retenerlo, pero se despide con simples palabras. “La Buena Noticia del Reino debo anunciarla en otras ciudades…”.


Con corazón salesiano


Cuando la atención y el cariño de Don Bosco comienzan a atraer a los jóvenes y logra establecerse ya definitivamente en el prado de “i Becchi”, entre ellos se pasan la voz y el dato para encontrarse con él cada domingo, y él los recibe con una liturgia juvenil: misa, la banda, los cantos, juegos, premios. Cada vez más organizados, con otros jóvenes animadores y ayudantes. Y alguno de sus sacerdotes amigos que administran el sacramento del perdón.

Y con las otras buenas señoras colaboradoras, el corazón maternal de Mamá Margarita y otras madres que asumen también a los canillitas y los muchachos que Don Bosco va recibiendo, que no tienen familia, ni casa, ni proyecto de vida.


A la Palabra, le digo


¡Señor, dame la oración de Don Bosco de aquellos momentos difíciles! Cuánto Sagrario, cuánta rodilla gastada, cuántos rosarios y visitas a María. “Todo lo ha hecho María”. En el final de su vida, Don Bosco repetirá esta frase infinidad de veces y le agregará la otra: “Ahora lo comprendo todo”.