La Palabra me dice
Jesús es una persona de diálogo, abierto y sincero. Las aclaraciones que les hace a las cuestiones rigurosas que le plantean los discípulos de Juan es una oportunidad para renovar toda la frescura de su proyecto. El Evangelio es la novedad, es lo nuevo, es el cambio. Pero si nos quedamos ahí, puede sonar como un slogan ingenioso. No tiene que serlo, porque el Evangelio no es una colección de frases geniales y bien construidas. El Evangelio, la propuesta de Jesús, es una forma concreta de vivir humanamente con los pies sobre la tierra y los ojos elevados al cielo. Requiere de cada uno de nosotros, un ambiente, una actitud, una predisposición consciente para recibir las palabras y los gestos de Jesús en un movimiento siempre nuevo: “odres nuevos”. Es movimiento porque el proyecto de Jesús se transporta de un lugar a otro. Esa es la función de los “odres”. Es nuevo porque contienen el tesoro de la Buena Nueva. Es testimonial porque no se esconde ni se pierde. Es alegre porque festeja con la presencia del Esposo. Es misionero porque llega a todos.
Con corazón salesiano
En el oratorio de Don Bosco se vivía un clima de Evangelio. Todos los ingredientes de la propuesta de Jesús se expresaban en los juegos, en el catecismo, en los sacramentos, en el estudio, en el descanso, en las comidas, en los paseos, en el teatro, en el deporte, en la asistencia, en el acompañamiento, en las buenas noches, en la devoción a la Auxiliadora y a los santos, en el trabajo, en la limpieza, en el orden…siempre “odres nuevos” para contener la propuesta del Evangelio.
A la Palabra, le digo
Señor Jesús, otórganos la gracia de ser “odres nuevos” para que seamos capaces de transportar el vino nuevo del Evangelio allí donde nos encontremos y posibilitándonos a llevarlo a otros lugares donde no te conocen.
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