Evangelio del Dia

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Sábado 28 de Junio de 2025

Jn. 21, 1.15-19

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».

Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».

Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras».

De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme».

La Palabra me dice


Este diálogo entre Jesús Resucitado y Simón Pedro es paradigmático porque fortalece nuestro seguimiento de Jesús. Confirmar lo que creemos es indispensable para seguir caminando. Es lo que hizo el Resucitado con Pedro. Pero, ¿qué sucede en nuestra historia personal, sabiendo que el tiempo transcurre inexorablemente, que este bendito tiempo “es superior al espacio”, en palabras del Papa Francisco? Esta pregunta también la realiza Jesús para nosotros. Porque tenemos que mirar los procesos, el desarrollo personal, las relaciones sociales, la responsabilidad ciudadana, el compromiso del testimonio, la fe madura…que conviven en un espacio que muchas veces se convierte en un ámbito de refugio y protección. El Papa Francisco nos sigue invitando, como lo hace Jesús Maestro, a considerar la historia como el escenario para darle sentido a nuestro seguimiento: “Sígueme”, le dice Jesús a Pedro. Seguime, nos dice, también en la vejez, que, si no ha llegado todavía, llegará.


Con corazón salesiano


Don Bosco no eludió “su historia personal”. Asumirla desde su niñez campesina hasta su ordenación sacerdotal y luego con su faceta de fundador y propulsor de una familia espiritual dedicada a la educación de los jóvenes, demostró hasta el último momento el llamado de Dios. Es emocionante asistir al llanto de nuestro padre en la iglesia del Sacro Cuore de Roma, en sus últimos días de vida, cuando recordó toda la tarea realizada en clave de fe: hasta el último aliento por los jóvenes.


A la Palabra, le digo


Danos Señor la fuerza para seguirte en el tiempo y lugar que nos has regalado a cada uno de nosotros. La “confirmación” cariñosa de tu palabra nos hace perseverar hasta la muerte, que llegará para encontrarnos definitivamente con vos.