La Palabra me dice
“Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior…”. Siento la invitación de Jesús a crecer radicalmente. No puedo quedarme. Debo buscar superar la mera ley, la letra. Jesús me invita a ir más allá… No me puedo conformar con “cumplir”. Surge la necesidad vital de buscar el “espíritu” del texto, la intención del Legislador para hacer carne en mi vida su Voluntad. “Si al presentar tu ofrenda […] te acuerdas que tu hermano […] deja tu ofrenda…”. Me sorprende la afirmación de Jesús. Presentar la ofrenda es algo muy sagrado. Es un rito religioso, sacro, pedido en la Ley, legislado como ley divina. Pero… parece que más culto da a Dios la fraternidad… ¡La unidad de los hermanos es lo que más alegra el corazón del Padre! Cuando el rito religioso (realmente necesario porque ¡somos humanos, no ángeles!) expresa una vida de entrega, de reconstrucción de relaciones fraternas, de esfuerzo por la unidad… ¡cuánta gloria da a Dios! Al contrario: cuando el rito es vacío y me presento ante el altar con heridas a la fraternidad sobre las que no tengo intención de buscar sanación… comienzo a escuchar el clamor de Dios en Isaías 1,13: “No me sigan trayendo vanas ofrendas […] ¡no puedo aguantar la falsedad y la fiesta!”…
Con corazón salesiano
Recuerdo a Don Bosco escribiendo a sus salesianos: “Cuando en una comunidad reina este amor fraterno y todos los socios se aman recíprocamente y cada uno goza con el bien del otro como si fuera propio, la casa vienen a ser como un paraíso…” En el primer Oratorio, Don Bosco se preocupó por formar comunidad, por crear familia. No estuvo solo. Se esforzó por generar vida, tender lazos, cuidar los vínculos…
A la Palabra, le digo
No dudo, mi Señor, que lo que más culto y gloria te da es el amor que nos tenemos entre nosotros. Muchas veces me cuesta… y me rebelo a dar el paso para reconstruir los puentes que rompimos… pero me da fuerza el pensar que es esa actitud, ese esfuerzo el que a Vos te gusta y a nosotros nos fortalece y alegra. ¡Dame la gracia de ser una persona de comunión, de fraternidad! ¡Dame la gracia de ser, en serio, hermano! |